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CONVERSACIÓN CON GONZALO SUÁREZ Y PABLO AULADELL

'El sueño de Malinche', el azar como obra de arte

30/03/2019 - 

ALICANTE. [Exterior, tarde, la luz del Mediterráneo todavía baña las calles con una claridad intensa, haciéndolas transparentes incluso en callejones de sombra, los días empiezan a alargar. Un autobús circula con su morosidad reincidente, llega a una parada y de él se baja el Entrevistador, que cruza el bullicio de las terrazas, camino del punto de encuentro, un edificio oficial cerrado por los cuatro costados por rejas y candados. Duda. Toma la decisión de caminar un poco más, hasta la otra sede de la institución, a pocos metros de distancia. Los locales de restauración se van llenando de clientes. Sube las escaleras de entrada y divisa, en el hall que las culmina, dos figuras expectantes. Pues sí, ha acertado, Unicómic se celebra en “la otra sede” de la UA, en “Canalejas”. Dos recortadas barbas los identifican. Uno de ellos, alto, longuilíneo, vestido de oscuro, que también calza una abundante melena por la que asoman las canas de una madurez reciente, Pablo Auladell, dibujante, Premio Nacional de Cómic. Su acompañante, con aspecto de bon vivant y una elegancia distraída, recibe constantes muestra de cariño del resto de personas que los rodean, Gonzalo Suárez, escritor, director de cine, bendecido por Julio Cortázar, bendición de la que renegará con la boca pequeña unos minutos más tarde, “uno de los grandes”. Presentaciones, se propone el traslado del cónclave a un lugar más hedonista. Salen en su busca. Imprescindible: que sirvan vinos. ¿Servirá un irlandés cercano? Servirá, seguro.]

—     La historia reciente de Malinche empieza cuando nos conocimos- comienza a explicar Gonzalo-, como las historias de amor.  Y cuando nos conocimos lo primero que hicimos fue tomar un arroz en común, en la Plaza de Oriente…

—     Íbamos a ir a un mejicano que te gusta, pero estaba cerrado - interviene Pablo-, las dos veces que hemos intentado ir está cerrado.

—     Ahora vengo de México, donde una vez más ha tenido mucho éxito el film. La clave de la película ha estado en el encuentro con Pablo Auladell, fue decisivo. Yo había empezado la casa por el tejado, grabado toda la banda sonora, actor por actor, como si fuera una emisión radiofónica, en un lapso de tiempo tan largo que Marian Álvarez me ha recordado recientemente que le dio tiempo, entretanto, incluso a tener un hijo. ¡Pero no conmigo, eh! Han sido cuatro años de grabaciones con los actores, que venían de uno en uno. Luego se produjo otro encuentro de bar, con Luís Mendo, que es el autor de la música de la película.

—     Luís Mendo, el guitarrista que ha acompañado desde siempre a Aute.

—     Sí, sí, le propuse que grabáramos la música en su estudio, que estaba al lado del bar, y a él le gustó la propuesta, por lo que nos fuimos citando allí mismo.

[Un camarero con pinta de hipster interrumpe la conversación para depositar sobre el velador la primera copa de rioja de Gonzalo, junto con la tónica sin bautizar de Pablo, lo que permite romper la burbuja de sonido que los contertulios han construido a su alrededor, dejando entrar en ella el sonido de las bolas de billar al entrechocar y rodar por el tapete de un verde raído, antes de caer por lo agujeros y circular, como la roca de Sísifo, hasta el inicio de la partida. Hasta una, dos, tres conversaciones ajenas se unen al murmullo incesante, contagiadas, tal vez, del espíritu de Malinche. Los primeros sorbos restauran el aislamiento.]

—     Pero la verdad es que no sabía qué hacer con ello. De hecho, mi hermano Carlos, que es operador de cine, ni Gonzo, mi hijo, que es diseñador de videojuegos, me dijeron que era algo que serviría para la radio, pero que para el cine no lo veían. Intenté la realidad virtual, pero era muy caro y tampoco me convencía. También proyecté hacer un ballet con máscaras… y de repente me topé con El paraíso perdido de Milton, en la versión que Pablo hizo en cómic, y de repente lo tuve claro. Pero todavía quedaba contactar con él y saber si lo iba a poder sobornar, para que se uniera al proyecto, no tenía presupuesto para ello. Y aquí llegó el segundo encuentro azaroso, con Joaquín Quirós, que ha acabado siendo nuestro mecenas, ya que el encuentro se produjo en una cena [chispeante juego de palabras que ocasiona las primeras risas que acompañarán toda la conversación]. ¿Y esto por cuanto puede salir, por 100.000 €?, me preguntó. Yo le dije que sí, pero es que si me hubiera dicho por 200.000, también le habría dicho que sí [más risas]. Pero todavía no había encontrado a Pablo, que fue el último y más decisivo hallazgo del proyecto.

—     Y eso que nuestro primer contacto fue muy insólito. Yo estaba en un festival de cómic en Córcega, el B de Bastia, muy conocido en Francia, pero que yo desconocía totalmente hasta que me invitaron, y de repente, en medio de todo el barullo, recibí una llamada de teléfono, “soy Gonzalo Suárez, el director de cine”, y yo, entre que no lo oía bien y estaba liado, dije “¿qué, cómo?”, y le tuve que decir “hablamos luego”. Me supo mal, porque empezábamos de una manera disparatada

[El sueño de Malinche es una obra con dos vidas en paralelo. Pablo Auladell plasmó con su estilo pictórico en forma de narrativa gráfica la historia de Malinche, la intérprete y amante de Hernán Cortés, recibida en ofrenda por parte de los indios de Tabasco, que fue conocida como Doña Marina. Un personaje polémico y poliédrico. Aquella india y señora que aquí nos dieron, era verdaderamente gran cacica e hija de grandes caciques y señora de vasallos, y de muy buen parecer. Era una mujer de la tierra , qué esfuerzo tan varonil tenía… jamás vimos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer…, escribiría de ella Bernal Díaz del Castillo en sus crónicas. El resultado de la interpretación gráfica de Auladell ha sido una versión cinematográfica que recorre las ilustraciones con una narrativa insólita, y un cómic publicado por la editorial La Huerta Grande. “Un terrorífico cuento infantil”, en palabras del propio Gonzalo Suárez.]

—     Ahora se hace todo por ordenador - interviene Auladell-, yo le pasé las ilustraciones a Gonzalo, y él trabajó con ellas con una técnica cinematográfica.

—     Lo que se buscó en el montaje es una cadencia concatenada de escritura cinematográfica… pero realmente, yo no sé describir qué es lo que hemos hecho. Me sorprende mucho el éxito que ha tenido, porque siempre he considerado que era una cosa artesanal y limitada, pero sí me he dado cuenta de que cogía una extraña fuerza de seducción- reconoce Suárez.

—     Yo en un principio pensaba que me iba a proponer lo que se le ha hecho a otros compañeros de profesión, que le hiciera el storyboard, o que le diseñara algún personaje. Pero al explicarme de qué iba la cosa, y enseñarme la banda sonora, que yo pensaba que era la música incidental de la película, al encontrarme con lo que había, y leer el guión, que me gustó mucho, y sentí una sensación de identificación, como si fuera un explorador y de golpe me encontrara con una sendas abiertas por alguien que tú solo has ido intuyendo. Me sentí enseguida que iba en su misma dirección.

[Segunda interrupción, una fotografía para inmortalizar el encuentro que iba a ser un robado, pero que Gonzalo convierte en un posado, porque “la realidad no vale, siempre sales mal, lo natural no me gusta”.]

—     Pablo sabe explicar muy bien las diferencias que existen entre un libro, un cómic, el cine, tiene las ideas clarísimas, a diferencia de mí. Yo busco y no encuentro.

—     Eso quisiera yo, tener certezas, pero en mi interior soy como él, estoy permanentemente buscando, pero con la angustia como compañera, incluso las pocas certezas que puedas tener, lo que te generan es la siguiente pregunta.

—     Yo creo que tiene la certeza de lo que no quiere hacer, esa es la única certeza posible.

—     A mí me mata cuando le enseñas un cómic a alguien- confiesa Pablo-, y te dice “parece una película, parece un cuadro”, esa confusión que hay, la gente no tiene cultura visual.

—     Lo he dicho en otras ocasiones, pero lo voy a repetir ahora, odio eso de que la gente le guste una flor de porcelana porque parece de verdad, la de verdad porque parece de porcelana, y ambas luego acaban siendo de plástico, en un florero.Tengo un cierto reparo, extrapolado también a las películas, incluso a los libros, en fingir que algo pasó de verdad. Cuando me dicen que algo pasó de verdad, siempre tengo la sospecha de que no es cierto, aunque algo haya pasado realmente. La intangibilidad de la realidad me persigue y me angustia. Aquí estamos y, de repente, ya seremos los fantasmas que estábamos aquí.

—     Son contaminaciones de prestigio… tú y yo- Pablo se dirige al entrevistador- somos dos personajes de un relato de Gonzalo ahora mismo, ¿no notas que estás diciendo cosas que alguien ha escrito, como si alguien te dictara? Fíjate que el camarero siempre aparece cuando él dice de tomar otra ronda.

[Convertidos ya en fantasmas, en personajes de un relato del propio Gonzalo Suárez, el diálogo que acompañará a la última ronda forma parte ya del ámbito la literatura, y está fuera de lugar aquí. Fin…]


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