Imaginan un partido de fútbol, en el que hay una pelea entre jugadores del mismo equipo y que una avezado delantero rival aprovecha para alcanzar la línea de fondo, y los del equipo peleado logran placarle a escasos metros de que anote el deseado tanto. Eso fue la rama de las basuras de Orihuela del caso Brugal. Catorce años después, ese placaje, hecho al estilo Fede Valverde en la final de la Supercopa de España jugada en Arabia Saudí, el resultado ha sido casi el mismo que el patadón que se llevó el colchonero Álvaro Morata. Un partido de sanción y cuatro años fuera del poder, pero esta vez la Súpercopa ha sido una hipérbole humillante: evitar una condena estrepitosa que iba a reflejar en forma de sentencia las malas formas de un empresario, que ha hecho de la basura su gran negocio y que mientras ha podido, ha mediatizado al PP de Orihuela (y al de otros municipios, o a la propia estructura provincial) hasta llevarle a varias divisiones internas y a los peores sonrojos que puede vivir una organización política. Este miércoles hemos sabido que ese patadón que dio el singular Ángel Fenoll le ha salido casi gratis.
Sí, la Audiencia los ha absuelto a todos, a todos los que participaron y sabían de esa entrada, y de sus intenciones. Las escuchas, los vídeos y las grabaciones, incluidas las realizadas por el propio Fenoll, no valen, eran una chapuza. Era una chapuza porque el propio Fenoll siempre trabajó así, y fueron una chapuza por las prisas de un fiscal en darle al rec, el orgullo de la una juez por autorizarlo, aunque fuera tarde, y de aquella manera, y de la propia Policía, que no hizo bien las copias que después llegaron el día de autos. No hay causa porque no hay grabaciones, y, además, se hicieron mal; y por lo tanto, no hay delito. Todos absueltos. La sentencia está bien fundamentada y pude ser un balón de oxígeno para los que vienen detrás, como el caso del plan zonal de la Vega Baja o el PGOU de Alicante. Todas las escuchas fueron autorizadas por el mismo juzgado, incluidas las de otro caso, el de Autisa, que curiosamente sí que fueron validadas, lo que supuso la condena al empresario Rafael Gregori. Ahí tiene materia la Fiscalía Anticorrupción. Sin pruebas no hay delito.
Pero la teoría y los hechos del placaje existieron. Porque un servidor, entonces, en el diario El Mundo, fue a recoger esas cintas y las publicó. El objetivo de los facilitadores no era otro que paralizar la adjudicación del servicio de recogida de residuos de Orihuela a la empresa Urbaser, que era la mejor valorada en el concurso de 2005, y que iba a resolverse en 2006 (las cintas se publicaron el mismo día que la comisión municipal iba a dictaminar a favor de Urbaser).
Y en esas, con el Partido Popular hecho unos zorros, con una navajeo diario entre campsistas y zaplanistas, el entonces alcalde de Orihuela, José Manuel Medina se acojonó y, ante las dudas, pidió informes y en base a ellos, decidió dejarlo desierto. Claro que fue una decisión fundamentada y consensuada porque a todos los ediles de esa corporación, con intereses diferentes, les vino bien. Al alcalde para no ensuciar el nombre de Francisco Camps, facción a la que pertenecía; a Mónica Lorente para tener un argumento y cargase a Medina de la candidatura a la Alcaldía, con la ayuda de Ripoll; a los liberales por cobrarse una nueva víctima en el PP (el partido ya venía roto desde 1997) y a la izquierda para exhibir que la derecha se estaba matando otra vez en Orihuela.
Está claro que Medina no prevaricó, pero se había producido un placaje en toda regla que había surtido a efecto: Urbaser no iba a ser el adjudicataria de la recogida de las basuras (después fue indemnizada por ello). Vinieron unas elecciones, con otros regidores del PP y por tanto, comenzaba una nueva partida. ¿Qué después el PP de Mónica Lorente tampoco adjudicó el contrato al señuelo presentado por Ángel Fenoll? Pues sí, no lo hizo, también lo declaró desierto. Pero insisto, el placaje estaba hecho; el rival por el suelo, se había evitado el gol.
Hoy, catorce años después, hemos sabido que el VAR de ese día era ruinoso, aunque ya teníamos nuestras dudas. Y pese a que todos sabemos lo que pasó porque la prensa dio buena cuenta de las grabaciones, al autor del placaje, y a las dos facciones de ese equipo que se peleaban sin complejos a la luz de toda la opinión pública les ha caído un partido de sanción. Lo cumplió entre 2011 y 2015 cuando perdieron la Alcaldía de Orihuela. Desde entonces, ese episodio les da vergüenza, pero ahora sonríen porque todo ha quedado en un susto, un susto que es muy difícil que remiende una instancia superior. Mientras quede ahí, tírale. Sólo faltaría que algunos de los implicados pidiera la restitución. Las grabaciones eran malas, pero se entendían muy bien. Otro debate es que no tengan soporte legal. La Súpercopa sigue en manos del mismo dueño.