ALICANTE. A última hora de la tarde del domingo Enrique Ortiz y Juan Carlos Ramírez analizaban el penúltimo sinsabor que les ha deparado el Hércules esta temporada.
Lo hacían sentados en el muro del paseo de la playa de Muchavista, todavía poco concurrido por estas fechas.
El trago amargo que supuso la derrota en Santa Eulària no tiene pinta de ser el último del curso, teniendo presente no solo el pésimo nivel ofrecido por una plantilla que ha exigido el mayor gasto de los últimos cuatro ejercicios y que partido a partido parece empeñada en escarbar en el fondo del agujero donde está, también las graves amenazas que pesan sobre la viabilidad de la entidad, especialmente los 6,9 millones que le reclama la Comisión Europea, obligación de pago cuya suspensión estaría cerca de levantarse por la Justicia comunitaria, pero también la deuda de 4,5 millones que se mantiene con la Agencia Tributaria y que un año después sigue en una situación totalmente irregular, con lo que eso comporta a nivel de embargos, recargos, etc.
Los empresarios tienen un buen papelón ante sí, pero también Javier Portillo como director deportivo, Quique Hernández y el resto de 'su' consejo e incluso el todavía alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, defensor a capa y espada de una 'opción Ramírez' que acumula ya su cuarto fracaso deportivo consecutivo (las campañas 2014/15 y 2015/16 no acabaron mejor, pero al menos se jugó el 'play-off', algo que ya no se logró hace un año) y que en lo institucional ha agotado hace tiempo todo su crédito ante las diferentes ventanillas de la Administración, salvo la local...
La pasada temporada el Hércules también dijo adiós por adelantado a sus opciones de ascenso, pero todo lo demás, los graves problemas institucionales solo habían empezado a mostrar la patita. Malos tiempos para la lírica.