ELCHE. El Cor de Cambra d’Elx, agrupación coral que desde 1996 se ha especializado en la polifonía española de la Edad Media y el Renacimiento, sin evitar otros estilos musicales, dirigido por Inmaculada Dolón, vuelve a su cita anual en la Semana Santa con su trabajo interpretativo sobre el Oficio de Tinieblas de Tomás Luís de Victoria (Ávila, c. 1548- Madrid, 1611).
El sábado, a partir de las 20:30 horas, se podrán escuchar en la iglesia de Sant Joan del Raval de Elx, las composiciones del Officium Hebdomadae Sanctae para el Triduum Sacrum: Jueves Santo-Feria V, In Coena Domini; Viernes Santo-Feria VI, In Parasceve; Sábado Santo-Sabbato Sancto. No sólo las correspondientes al oficio del Sabbato Sancto, sino un representación completa de la obra del músico abulense. Estos Responsorios fueron editados en Roma en 1585, todavía bajo la sombra de Palestrina, antes de que Victoria se trasladara definitavemente a Madrid y al Monasterio de las Carmelitas Descalzas, donde permanecería, desde 1587, hasta su muerte en 1611.
Las composiciones se cantaban en los primeros albores del día, cuando aún la oscuridad o las tinieblas (tenebrae) invadían las grandes naves de la catedrales, y su estructura se componía de los motetes introductorios, las tres Lamentaciones de Jeremías, y los seis Responsorios, acabando el oficio del Sábado Sancto, víspera de la Pascua, con un himno. La obra de Victoria se caracteriza por una gran claridad en las líneas melódicas, la cuidadosa combinación entre la homofonía primitiva y los pasajes polifónicos, con disonancias ambientales que provocan una tensión difícil de igualar y un pulcro tratamiento del contrapunto, para crear, en cada composición, un clima de emoción general, de acuerdo con la naturaleza del texto elegido, en consonancia con la tradición litúrgica que se encuentra en el origen del ritual católico. Los responsorios, en sí mismos, son formas polifónicas de factura excepcional, con dos partes, cuerpo y verso, y un estribillo que se repite, tanto en el cuerpo, como al final del verso, difiriendo el estilo polifónico de ambas.
Las Lamentaciones, por su parte, atribuidas en el Antiguo Testamento al profeta Jeremías, lloran la destrucción del Templo de Jerusalén por los babilonios, en 586 antes de Cristo, con su séquito de dolores y de duelos, presentados como el castigo al orgullo de Israel. Tradicionalmente cantadas en las sinagogas, estas Lamentaciones son adoptadas por la liturgia cristiana occidental probablemente en el siglo VIII durante el sacrum triduum, los tres días que preceden a la Pascua de Resurrección. Las Lamentaciones son declamadas durante los maitines, mientras es todavía de noche. Quizá por ello estas lecturas o lecciones –del latín lectiones- toman el título de Lecciones de Tinieblas. Durante el oficio, un candelabro triangular con quince cirios encendidos es situado en el lado derecho del altar mayor.
Tras cada salmo, se apaga un cirio. Al final, solo queda uno. Se esconde detrás del altar, simboliza la muerte de Cristo tras la crucifixión. El mismo cirio, siempre encendido, es expuesto de nuevo poco después, como el triunfo de la luz sobre las tinieblas, la resurrección de Cristo vencedor de las fuerzas del mal.
Tomás Luís de Victoria es emparentado, habitualmente, a los otros dos grandes nombres de la polifonía ibérica del renacimiento, Francisco Guerrero (Sevilla, 4 de octubre de 1528 – 8 de noviembre de 1599) y Cristóbal de Morales (Sevilla, 1500 - Málaga o Marchena, 1553), cuyo Officium defunctorum también es una cumbre de la música coral antigua, junto con el Tenebrae de Carlo Gesualdo (Venosa, Basilicata, 8 de marzo de 1566-Avellino, Campania, 8 de septiembre de 1613) y las Leçons de Ténèbres de Marc-Antoine Charpentier (París, 1643- 24 de febrero de 1704).
La contemporaneidad es capaz de convertir en alternativo al quietismo, junto con el punk o el garage, frente a los estilos más mainstream, así que vale la pena perder el sentido de la orientación espacial, mientras se escuchan las voces de los motetes o el Tenebrae factae sunt que recrea el último hálito de vida tras el tormento. La intensidad de la emoción no depende tanto de la fe como de la empatía en la belleza de la experiencia.