ELCHE. Además de impulsar el desarrollo de fármacos para paliar los estragos de la covid-19, el Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de Elche (Idibe) trabaja paralelamente en otros proyectos, ligados también además con el aumento del nivel de su laboratorio a uno de bioseguridad 2. Bajo el proyecto 'Operetta' van a crear un organoide —una versión miniaturizada y simplificada de un órgano producido in vitro en tres dimensiones que muestra una microanatomía realista—, pequeños órganos 'in vitro' que les permitan testar productos sin necesidad de usar animales. Tan solo en las fases finales en las que no pueden ser sustituidos.
En la jerga biotecnológica, Operetta se va a encargar de diseñar modelos pre-clínicos in vitro de organoides inervados con nociceptores humanos para rastrear y validar candidatos a fármacos. Con esto se pretende intentar reducir el impacto de animales, porque como relata Antonio Ferrer, director del Idibe, "con muchas actividades no se podrán sustituir, en otras sí se pueden reemplazar para ir contribuyendo a la reducción del uso de animales, intentando desarrollar modelos in vitro que sean sustitutivos de ellos". Ahí es donde entra Operetta con ese organoide de piel artificial in vitro, mediante el uso de nuevas tecnologías; "microfluidos para poder testar desde el paso de moléculas que tienen que ser aplicadas, hasta toxicidades térmicas", apunta el director.
Se van a invertir hasta 177.000 euros en una unidad de registro funcional de Nociceptores humanos, que son las neuronas especializadas en detectar estímulos mecánicos, físicos o químicos que pueden dañar al organismo y que activan la experimentación del dolor. Este modelo preclínico tendría un elevado potencial traslacional, además de reduciendo el uso de modelos animales, particularmente para aquellas patologías en las que éstos han mostrado una baja traslacionalidad (por ejemplo dolor crónico) y, por otra, incrementar la predicción del potencial terapéutico de moléculas con actividad biológica, así como anticiparse a potenciales efectos adversos.
Entrando en los supuestos prácticos, por ejemplo los productos cosméticos no se pueden testar en animales. "Nosotros reconstruimos esa piel, la imprimimos. A las empresas les viene muy bien un sistema para testar la seguridad de sus productos". Se están centrando en la piel pero después lo harán con otro tipo de órganos a través de bioimpresoras, que no es lo mismo que una impresora 3D. "Las biotintas son células y nutrientes de las células, se pueden bioimprimir", explica el director del Idibe; "un citoesqueleto como el colágeno, que le da esa tridimensionalidad, un andamiaje extracelular", aclara. Las bioimpresoras 3D son las que imprimen estos tejidos utilizando biomateriales o biotintas. Ese colágeno y esas elastinas conforman una biotinta que se utiliza para generar estas pieles.
En su grupo de investigación dentro del Idibe trabajan con el dolor crónico y cuáles son las consecuencias de un determinado proceso inflamatorio a nivel cutáneo, de un corte a una neuralgia, o con las consecuencias del dolor crónico a nivel cutáneo. "Está técnica nos permite reproducirla en organoide, de forma que se utilizan los roedores solo al final, cuando hay que proyectar in vivo". Hay un ahorro por tanto en el número de animales porque utilizarán estos organoides en fases tempranas sin tener que recurrir a animales. "Algunos laboratorios ya trabajan en órganos a chip para técnicas de diagnóstico, te da muchas posibilidades, cuando más pequeño sea el chip más opciones tienes de poder entender todo de forma simple".