ALICANTE. A sus 49 años Arantxa Echevarría estrena su primera película. Un debut que la ha llevado a ser la primera española que participa en la exclusiva Quincena de Realizadores de Cannes y a recorrer el mundo con Carmen y Lola. La historia del primer amor entre dos adolescentes gitanas llega ahora a las salas y por ello está de gira promocional con parada en el cine Navas de Alicante de un trabajo del que tuvo muchas dudas en poder sacarlo adelante.
Con una sonrisa perenne en la boca, Echevarría se pone seria al explicar su salto a la dirección. "No es que me anime, es como que me dejan, que no es lo mismo, que soy mujer". Con una carrera de tres décadas en diferentes apartados técnicos —desde animadora a directora de producción—, cuenta que le "ha costado mucho" conseguir filmar. "Las cosas están cambiando pero es complicado ser mujer e ir a un productor a defender un proyecto y que apuesten por ti teniendo a cinco o seis hombres delante".
A pesar de esos obstáculos, señala que "también hay que reconocer que el cine de mujer se está empezando a valorar". En ese contexto indica que "las mujeres están hartas de pocas posibilidades, cuando vemos una brecha nos lanzamos. Por fin estamos todas arrimando el hombro y sacando adelante el empoderamiento femenino, que es vital". Dicho eso, puntualiza que "estoy harta de ir a festivales de cine de mujer, ojalá pueda a ir a festivales de cine bueno, que no tengan que separarme por género porque sea una sección".
Eso ya le pasó este mayo, cuando se presentó su película en Cannes. "Me llamó Edouard Waintrop un día antes de hacerlo público y me dijo que estaba dentro. Colgué y grité. ¡Mi primera película en el mayor festival del mundo! Y en la sección que más ilusión me podía hacer porque era reivindicativa", recuerda. La felicidad que transmite al rememorar ese momento la lleva a recordar las dificultades iniciales que tuvo al vender el proyecto de "una película que supuestamente podía ser poco comercial porque a quién le podía interesar la vida de dos adolescentes gitanas". Aquella noche, añade, sintió que cumplía el sueño de cuando era una niña de ocho años que deseaba ser directora, "ya podía dormir tranquila".
Dudas e inseguridades tuvo durante todo el proyecto planteado como "un canto a la libertad y al esfuerzo", reconoce. "Hablamos de un tema tabú en una etnia a la que no pertenezco porque soy paya y vasca, estuve a punto de tirar la toalla muchas veces. Incluso en la fase de montaje pensaba a quién le puede interesar". Al final se sumergió "a pulmón abierto" en este tema "tan complejo" y de las dos horas y media que tuvo del primer montaje, "quité todo lo que no me creía y lo dejé en la hora y cuarenta que está ahora. No puedo decir más que estoy orgullosa de este reto".
Aparte del interés que pudiera despertar, la otra cosa que le preocupaba y mucho era la apropiación cultural. "Tenía miedo de rozar el cliché, de hacer un estereotipo, porque es muy fácil. No conocemos su cultura y llevarlo a su máximo color puede quedar como una ridiculez". A evitarlo le ayudaron los miembros del propio equipo, quienes le decían "esto no lo haría un gitano o esto es una payada", con lo que siente que de ese "chequeo", tiene su beneplácito.
Eso no impidió que hubiera polémicas. Ella misma anima a que la gente lea los comentarios que hay en el tráiler de Youtube. "Hay más de seiscientos comentarios, diciendo que soy la endemoniada, que si lo hubiera hecho con musulmanes me habrían puesto la bomba... Pero ha generado un debate en la comunidad gitana muy bueno. Un debate solo puede producir cosas buenas y sacar los temas a la luz". De hecho, señala que "siempre he esperado esa polémica, ten en cuenta que la etnia gitana lleva pisoteada, manipulada y destrozada cinco siglos por la sociedad generalista porque además somos clasistas en España. Cuando lo desconocemos lo tratamos con mucho miedo".
Frente al miedo, el amor. El primero. "Todo el mundo se acuerda del primer amor, que te pone el vello a punta, que rememoras cada palabra, ese amor tan bonito del que en ese momento piensas que será el único". Y esa pureza es la que la llevó a obviar la sexualidad, "la evité porque en el primer amor es muy secundario. No era vamos a tener el sexo". Y por eso no le gustan las comparaciones con La vida de Adèle, una película que odia "porque es una visión muy masculina, me pareció demasiado pornográfica". "También me la comparaban con Carol y no tenía qué ver. La veo más con Call me by your name pero tampoco. Detesto buscar referentes. Me acerco más a Wall-E que se enamoran perdidamente. Hablo del amor y me da igual que sea homosexual o no".
Con la fuerza de ese argumento, espera que la película funcione a partir del siete de septiembre en la taquilla. Pese al miedo. "Somos homófobos y racistas pero también cotillas en el buen sentido. Somos muy curiosos: ¿cómo es de verdad la vida de mis hermanos gitanos, cómo es recordar mi propia historia de amor? Hay que verla con ese sentimiento de limpieza, recordar cómo era cuando nos queríamos de verdad".
Está producida por Fernando Bovaira y se ha hecho con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal en el Festival de Cine de San Sebastián gracias a Patricia López Arnaiz