ALCOY. "Por un lado, sentí el consuelo de ser útil. Diría que es algo parecido a un soldado, cuando lo llaman para una misión, y aquí comenzaba la mía". Sara Samaniego tiene 28 años, y es de Ibi. Desde el 19 de marzo, día en que recibió la llamada, se encuentra como enfermera en primera línea en la Unidad de Neumología del Hospital comarcal Virgen de los Lirios, en Alcoy. Una planta que, inicialmente, albergaba a los sospechosos de Covid-19 para, finalmente, dar paso a los casos positivos, que ocupan la mayoría de las camas.
Desde la primera semana de abril está en Urgencias del hospital comarcal, sustituyendo a una de sus compañeras, ingresada por Covid-19. Los sentimientos y emociones con los que arranca este reportaje los conocemos gracias al artículo que lleva por título El caos tiende al orden y que ha publicado en la página http://cuidadoscompasion.es/ donde, como otros sanitarios, ha encontrado una vía de escape a la difícil situación que atraviesa su gremio desde que comenzó la pandemia, y que está intentando gestionar. "Emocionalmente está siendo muy complicado. La falta de material es un hecho, pero las secuelas psicológicas del trabajo, a las que se suma el tener que estar también confinada dentro de tu propio hogar, son muy dolorosas", detalla.
Y es que el estado del ánimo de sus compañeras y compañeros, como el virus, también muta cada día. "Cuando dicen que tenemos la mejor Sanidad del mundo, no nos engañemos, es por nuestros profesionales, que ahora somos los que estamos dando la cara", defiende. "La falta de recursos siempre ha estado, pero ahora es más evidente; es cierto que el COVID-19 es algo nuevo, pero con los equipos necesarios se hubiera podido afrontar de otra manera", explica. Y es que, recuerda, que en este país se dan "las peores ratios", y que los turnos nocturnos cuentan, en muchas ocasiones, con tan solo una enfermera y un auxiliar para treinta pacientes. Una locura de manera objetiva, se podría decir.
"Nos pasará factura cuando paremos de trabajar; vendrá el bajón. Sí, el shock psicológico vendrá después". Son las palabras que resumen, en este caso, el testimonio de una médica de Urgencias respiratorias del mismo hospital donde trabaja Sara. "Lo peor es la sensación de hacer daño a la gente de tu alrededor"; relata, igual que su compañera. La enfermera ibense también es integrante del Grupo de Intervención en Crisis de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UA, que se creó hace unos años de forma totalmente altruista y con el objetivo de dar apoyo -uno que se dan sobre todo ahora a ellos mismos- y ofrecer decálogos tanto para pacientes como para familiares, y también recomendaciones para digerir los procesos de duelo, entre otras.
"En Internet vemos, por los testimonios de otras enfermeras, médicos, que se dan muchos sentimientos encontrados", relata Sara. De hecho, este artículo no debería de acabar sin remarcar justo los dos anteriores al publicado por la joven enfermera. Llevan por título Guerreros con traje de plástico y Somos Humanos, respectivamente. "Después de más de 22 años de actividad profesional, hoy no quiero ir a trabajar. Tengo pánico, me siento desprotegida, siento que se nos pide ser héroes, que nos pongamos en primera línea sin protección adecuada (...) exponiéndonos y exponiendo a nuestra familia", dice el primero. "Humanos, esa es la clave, todos somos humanos, y aunque la imagen sea de héroes, pasamos mucho miedo. Precisamente ese miedo e ir a trabajar a pesar de ello es lo que hace a esta profesión grande", reza el segundo, más alentador.
La pregunta, y el dilema, surge de ahí, precisamente. De si desean, en el fondo, ser considerados valientes. Sin poner en tela de juicio la profesionalidad con la que se visten los sanitarios en España, de la que no cabe ninguna duda, se puede pensar que igual ellos, a veces, en sus casas, se plantean que, más que aplausos y reconocimientos de heroicidad, necesitan despojarse de esos trajes, compuestos por delantales improvisados con bolsas de basura y una visera realizada con gomilla y papel de acetato. Porque la dignidad ellos la llevan puesta, sí; pero del mismo modo que otros se calzan el cinismo en estos días, a quienes parece que no se les caerá la cara de vergüenza por colgar algún que otro cartelito.