Los conciertos de este fin de semana mantendrán el formato que han tenido hasta ahora ante la imposibilidad de interpretar el nuevo decreto a su contexto
VALÈNCIA. Ayer fue un día de comprobar, Diari Oficial en mano, qué restricciones quedaban en el “fin de las restricciones” anunciadas la pasada tarde del jueves por el president Ximo Puig. Y de tanto mirar, al final hay quién ni siquiera se ha aclarado. Es el caso de las salas de concierto, a la que la desescalada cultural les ha dibujado un callejón sin salida a la hora de aplicar el nuevo decreto. Según ha podido saber este diario, la confusión es tal que han decidido mantener el formato previsto hasta ayer para -ya a partir del lunes- poder estudiar bien la nueva norma.
Huelga recordar que las salas de concierto no son un “espacio cultural” a ojos del DOGV, como sí lo son los cines, los teatros o los auditorios; son ocio nocturno. Las medidas de las salas de conciertos son las mismas que las de una macrodiscoteca pero sus realidades son muy diferentes, tanto en aforo como en la propia movilidad del público. Puig y Barceló anunciaron el jueves que por fin las mesas podrían quedar atrás y habilitar la pista de baile, pero solo para bailar sin consumir y en todo momento con la mascarilla puesta.
Esto dibuja tres posibles escenarios para las salas de concierto: (1) habilitar dos zonas diferenciadas por las que el público pueda moverse, una para la restauración y otra para ver la actuación de pie, reduciendo aún más el aforo actual, que no llega ni al 30% del real de la sala; (2) optar solo por el concierto de pie, llenar aforo, pero renunciar a servir bebida, que es lo que sustenta económicamente una sala; y (3), no hacer nada y seguir como hasta ahora. Las salas han decidido darse el fin de semana, parar, y estudiar qué opción parece ser la menos mala.
En todo caso, desde las salas muestran su estupefacción ante este decreto, que no solo no les desescala sino que se lo pone mucho más difícil. Explican diferentes fuentes del sector a este diario que vuelven a sentirse discriminadas, nada escuchadas, y con un agravio comparativo con otras actividades económicas, que ya gozan de un funcionamiento algo parecido a la antigua normalidad. Mientras las medidas se apliquen de manera uniforme con las discotecas, que tienen un diseño y un objetivo totalmente diferente al de las salas, estas están condenadas a adaptarse y/o morir.
La temporada 2020/2021 ha sido muy difícil para todos los espacios culturales, pero el ensañamiento con las salas ha sido mayúsculo. Abriendo y cerrando junto al resto de la hostelería en las diferentes olas, el formato de público sentado ha jugado en su contra. Han cancelado de un día para otro, o habitualmente han cerrado directamente a pérdidas. Desde el sector confiaban sus esperanzas -explican a este diario- en la desescalada cultural, pero ni estas ni el anterior decreto les ha dado buenas noticias.
La otra cara de la moneda del DOGV de ayer fueron los festivales de música, que ya han confirmado que se celebrarán. El nuevo decreto levanta aforos y a la gente de la silla. Tan solo hay que calcular el público con una distancia interpersonal de 2,25 metros y crear una zona de restauración diferenciada de la pista de baile.
Pero como ya anunció la propia Barceló el pasado jueves y adelantó este diario, los macrofestivales que aplicaran el requisito del pasaporte covid tendrían aún más flexibilidad, y ayer también se supo cuál sería ese protocolo específico. La gran ventaja es la no separación de la restauración y el baile; es decir, que el público podrá ver a su grupo favorito en primera fila cubalitro en mano siempre y cuando esté vacunado.
El primero en probar este formato será el Love to Rock, el próximo 22 y 23 de octubre. El festival confirmó ayer que pedirán el certificado covid, o lo que es lo mismo, tener la pauta completa de vacunación 14 días antes de la celebración del evento o una prueba de antígenos con resultado negativo realizada 24 horas antes de acceder al recinto, o una prueba PCR con resultado negativo realizada 48 horas antes del evento.
Así lo hará también el Festival de Les Arts y el SanSan, previstos para la semana de Todos los Santos. Les Arts ha anunciado que, al igual que se hizo con los partidos de fútbol, la Generalitat aprovechará para instalar una carpa para vacunar a quién lo deseé.
Más allá del uso de la mascarilla, con el protocolo publicado ayer, los festivales tienen asegurado celebrarse prácticamente como antes de la pandemia. La nueva normalidad mejorada sí ha llegado a los macroeventos musicales y espera sentada a las salas de conciertos, que noqueadas con el Diari Oficial de ayer, esperan al lunes para ocuparse de él.
Juzgamos con mejor o peor criterio -con menor o mayor mala baba- la puesta en escena de un grupo, el sonido de un disco o el grado de acierto de su último giro estético. Pero, ¿acaso no debemos estar también sujetos a crítica nosotros, los que formamos parte del público?