VALÈNCIA. El próximo 16 de diciembre, las salas de concierto cierran algo así como un ciclo. Lo harán celebrando el premio honorífico que recibirán en los Carles Santos de Música Valenciana, pero también culminando un periodo en el que sus principales demandas han sido atendidas por la administración, y cuando pueden contar con cierto orgullo como han sido uno de los sectores que mejor se ha sabido recuperar tras los años traumáticos del coronavirus.
Así lo afirma Fran Bordonado, presidente de EnViu!-Asociación Valenciana de Salas de Música en Directo, y la persona que recibirá el premio el día de la gala. “Va a ser un momento de celebración, sin duda, aunque siempre queden cosas por hacer”, explica a este diario. Y es que, desde que en 2013 se constituyera la asociación, y en 2018 tomara la portavocía de las salas, la pandemia ha supuesto un acelerón a sus grandes reivindicaciones, que ahora van —relativamente— cumplidas.
La primera fue, precisamente, la de conseguir una línea de ayudas específica para su actividad: “Éramos la única parte de la industria musical que aún no contábamos con la ayuda de Cultura”. Marga Landete, en una entrevista a este diario, ponía en valor cómo se diseñaron: “El trabajo asociativo necesita personas que traccionen y que dediquen su tiempo personal a la comunidad. El ejemplo es la asociación de salas. De hecho, las ayudas existen porque ellos mismos nos pidieron que se crear y diseñaron una propuesta que nosotros solo tuvimos que adaptar. ¡Y han sido ayudas providenciales para el contexto pandémico, gracias que estaban preparadas!”.
Y es que la primera vez que se convocaron fueron en aquel 2020 en el que perdieron un 80% de su programación. Entonces, cualquier incentivo fue necesario para no cerrar. Y durante todo ese tiempo, a pesar de todos los vaivenes, encontraron la fórmula para resistir.
Esos vaivenes se dieron, principalmente, por su otra gran reivindicación: la necesidad de una licencia específica para salas de conciertos. “Al no haber una legislación específica, los ayuntamientos iban otorgando licencias en función de a qué hora cerraban”, critica Bordonado. De esta manera, algunas están tipificadas como discotecas, otras como café-teatro, otras como salas de fiesta, etc. Uno de los sectores más afectados por los cambios en las restricciones fue el llamado ocio nocturno, que agrupaba tanto a si un local daba un concierto como a una macrodiscoteca, algo que no agradó un absoluto a los primeros: “La pandemia dejó claro que la licencia propia era una urgencia. La legislación de entonces estaba más que caducada”.
Si bien si intentó enmendar de manera urgente con una disposición de Sanitat en la que ponían una excepción a las salas de conciertos, que ese concepto no coincidiera con el de sus licencias anulaba cualquier repercusión positiva: dependía de cada policía que hiciera un inspección quisiera atender la excepción o no.
Y al final, se consiguió. El proceso terminó en los últimos meses de 2021, con la modificación de la Ley de Espectáculos de la categoría “Salas de concierto”, definidas como “Locales que, debidamente insonorizados de acuerdo con la normativa sectorial, están destinados a la organización y celebración de actuaciones musicales en directo y, en su caso, otras actividades culturales. El público podrá estar sentado o de pie. Dispondrán de escenario y de camerino o vestuario para los actuantes. Podrán disponer de servicio de bar o cafetería vinculado a la actividad principal”. Este texto tenía un pero, ¿qué pasaba con los locales que ya tenían otras licencias de apertura con otros epígrafes? Tras darle vueltas, añadieron en el texto que estas podrían operar como tal, siempre y cuando mantuvieran el aforo que se les otorgó en su apertura.
“Este es el primer paso de una camino largo para que se nos reconozca como lo que somos, espacios culturales y no de mero ocio”, insiste Fran Bordonado. Con la Generalitat ya habiendo hecho su trabajo, la pregunta ahora es: ¿y ahora qué? “Falta que los ayuntamientos sepan aplicar la nueva legislación, y también hace falta hacer divulgación para que la ciudadanía también entienda esta reivindicación”.
El escenario que se abre ahora es algo más abstracto: “falta mantener públicos y crear nuevos”, aunque prefieren no ver los festivales de música o las programaciones gratuitas de entes públicos como una “gran amenaza”. “Todo evento musical genera público y experiencia. Es cierto que puede hacer que la gente no le de luego el valor que tiene a un concierto por el que paga 12 o 14 euros, pero no creo que debamos demonizarlo tanto”.