Foro Moda Sostenible de la Cátedra de Responsabilidad Social GVA-UA (Fotos: Rafa Molina)
Foro Moda Sostenible de la Cátedra de Responsabilidad Social GVA-UA (Fotos: Rafa Molina)
Fotos: Rafa Molina
Foro Moda Sostenible de la Cátedra de Responsabilidad Social GVA-UA (Fotos: Rafa Molina)
Fotos: Rafa Molina
ALICANTE. Lograr la sostenibilidad de la moda requiere un ejercicio de concienciación colectiva por parte de todos. Desde la industria, hasta los clientes. Y es que el modelo de negocio requiere no solo una revisión, sino un replanteamiento objetivo que le permita dejar de ocupar los primeros puestos de la industria más contaminante del planeta. Reflexionar sobre ello era el objetivo del Foro de moda sostenible organizado por el ciclo de foros de la Cátedra de Responsabilidad Social de la Generalitat Valenciana en la Universidad de Alicante, celebrado este viernes, 20 de octubre, en el auditorio de la Villa Universitaria.
La jornada ha contado con la participación de Cristina Picó, directora de la Villa Universitaria, y Paula Belén Álvarez, representante del consejo de estudiantes de la Villa Universitaria, que han dado la bienvenida a esta charla en compañía de la directora de la cátedra, Irene Bajo, quien posteriormente ha moderado la primera mesa redonda. En este primer turno de debate se han abordado las tendencias del sector a la hora de lograr una moda más sostenible. Un bloque que ha contado con las ponencias de Genel Romero, de CoolHunting Madrid Comunicación, y Sandra Márquez, directora artística de cine y televisión.
“La moda sostenible tiene una especial importancia a la hora de acometer el proceso de sostenibilidad global del planeta, no solo por su capacidad contaminante, sino porque es algo que pensamos cada día cuando vamos a vestirnos y que, por tanto, está presente siempre en nuestras vidas”, comenzaba apuntando Irene Bajo. “Es un sector muy expuesto al público y que, en consecuencia, recibe una gran presión social al ser uno de los más contaminantes por su modelo consumista”, describía, al tiempo que pedía que asumiese “su responsabilidad por ello”, ahondando en la necesidad de que “trabaje y se implique en el proceso de sostenibilidad global del planeta”.
La directora de la cátedra apuntaba a la relevancia de los jóvenes en esta tarea, en la que sí parecen “concienciados, pero también dominados por el consumismo y la obsolescencia de las prendas”, por lo que animaba a “encontrar el equilibrio” entre la conciencia y la presión de las tendencias e incidía en “reducir, reutilizar y reciclar” para lograr un consumo sostenible. “Todos somos conscientes del impacto del fast fashion y hay que seguir sensibilizando, pero no sería justo que los jóvenes nos echásemos a la espalda la responsabilidad de esa importante misión que es salvar el planeta”, afirmaba, por su parte, Paula Belén Álvarez, representante de los estudiantes. “Somos los jóvenes quienes más hacemos uso de las aplicaciones móviles para la compra-venta de ropa de segunda mano o directamente en las tiendas físicas”, destacaba sobre esas vías para fomentar la reutilización de las prendas.
La industria cinematográfica está emprendiendo, como casi todos los sectores, nuevos hábitos de trabajo que le acercan cada vez más a la sostenibilidad. Esa es la realizad que experimenta a diario Sandra Márquez, directora artística de cine y televisión. “Ahora se exige sostenibilidad, porque no solo es bueno para todos, sino que se está comprobando como se ahorran costes y se reducen los tiempos en los procesos de producción”, explicaba. Y es que, si antaño crear un decorado de un pequeño estudio de cine podía suponer una inversión de entre cincuenta y ochenta mil euros, ahora esas cifras han bajado hasta los veinte o treinta mil euros gracias a la reutilización de los materiales y del vestuario.
“Además, se está reduciendo mucho el uso de plásticos y productos sintéticos para, después, poder reciclar todo cuando ya no se puede hacer más uso de esos materiales”, destacaba, implementándose así los “materiales nobles, que son más sostenibles”. Una opción que va ganando adeptos en esta industria del cine es el alquiler. “Ahora se puede alquilar todo y hay cada vez más empresas de alquiler de vestuario, sobre todo fuera de España, donde están más concienciados”, describía.
El proceso de fast fashion que llegó hace más de una década y sirvió para democratizar la moda y acercar las tendencias a todos los públicos ha demostrado carencias, sobre todo en el ámbito de la sostenibilidad. Es por eso que, ahora, importantes agentes de la industria textil están tratando de revertir la situación. Genel Romero, de CoolHunting Madrid Comunicación, ponía el ejemplo de Inditex, que se ha propuesto lograr las cero emisiones en 2040 y pretende lanzar una herramienta en su aplicación desde la que sus clientes podrán vender la ropa que compren en sus tiendas físicas y online, fomentando así la reutilización.
“Se están dando pasos importantes, pero creo que lo más importante es la educación; se debería impartir educación en moda en los colegios”, afirmaba, considerando decisivo el papel que tiene, en este sentido, la Generación Z. “Están consumiendo en plataformas de venta ultrarrápidas como Shein, que prácticamente es ropa de usar y tirar, y no es solo lo hacen por el precio, sino también por el consumismo desmedido”. Una situación que, a su juicio, está ralentizando esos pasos adelante que se venían dando por parte de la industria.
En ese contexto, surgen negocios que, de forma intrínseca, nacen con una vocación social y ambiental. Su principal propósito es generar un impacto positivo en el entorno. Es el caso de Rosa Escandell y su empresa de fabricación textil A puntadas, con personas en exclusión social, así como el proyecto de Salvador González, fundador del portal Anfibio.es, un portal con el que vende ropa recuperada para darle una segunda vida. Ambos participaron en la segunda mesa de debate, que abordó las buenas prácticas en integración laboral, ecodiseño y negocio dentro de la industria de la moda. Un bloque que estuvo moderado por Elena Galante, colaboradora de la cátedra.
“Las empresas de inserción ahorramos dinero a los Servicios Sociales de la Administración pública y ayudamos a personas en exclusión de una forma definitiva, porque el empleo da oportunidades y dignifica, así que la Administración tiene la obligación de reservar una cuota de mercado para esas empresas, pero no cumple con la normativa”, describía Rosa Escandell, que en 2020 dio el cerrojazo definitivo a su empresa. “Tiramos la toalla, porque era imposible que las instituciones públicas cumplieran la ley; están lejos de entender la situación en la que estamos”, afirmaba, al tiempo que incidía en que la responsabilidad social no debe ser una ayuda. “Tiene que ser un win-win para todos; debe haber beneficio en las dos partes”, sentenciaba.
Por su parte, Salvador González explicó la dificultad que supone encontrar financiación para proyectos como el suyo, que no logran apoyo por parte de la banca tradicional. Ellos buscan proveedores en almacenes de ropa recuperada en grado A, el más alto, y la ofrecen a sus clientes. “Mi error fue pensar que podía hacer esto solo con mis ahorros, así que aconsejo que, antes de nada, quien quiera emprender un proyecto de responsabilidad social busque primero un buen modo de financiación”, explicaba, apuntando a obras sociales y fondos europeos, como vías de apoyo.