Aunque se espera soterrada, pero también habrá una pugna para confeccionar las listas del PSOE, y del PSPV. Ximo Puig se las promete felices, y cree que podrá mantener a todo su equipo, pero el sanchismo no las tiene todas consigo: considera que su corriente debería ocupar un 40% de las listas las Cortes Valencianas, y, al mismo tiempo, negociar las candidaturas al Congreso y al Senado, en las que Ximo también querrá mantener a los suyos.
Esto será una pugna o reequilibrio de fuerzas, pero aquel que no sea generoso puede provocar el efecto contrario: es lo que le pasó a Susana Díaz, que además de jugar a no movilizar a su electorado en la pasada campaña del 2 de diciembre, dejó a los sanchistas fuera de las listas porque fue a blindar a su equipo. El resultado es que una parte del partido nunca se sintió cómodo, desmotivado con el cartel electoral, y no tuvo un papel activo en la campaña.
Si Puig es inteligente no caerá en ese error y, al mismo tiempo, logrará reequilibrios en aquellas plazas en las que es minoritario. Pero vayamos por partes. Como adelantara Alicante Plaza, el grueso de la lista a las Cortes por Alicante está casi diseñada: Puig quiere mantener a sus fieles a cambios de permitir a José Chulvi y Francis Rubio como la cuota de la dirección provincial, y, por tanto, del sanchismo, aunque Chulvi no lo sea. Pero eso no convence a los seguidores de Sánchez, que quieren al menos tres puestos en los diez primeros.
La lista del Congreso parece clara, al menos, en sus dos primeros números, que los copará el sanchismo, con Alejandro Soler como número uno. El número dos lo dejarán para una mujer y relegarán a los actuales diputados, Herick Campos al tercero y Patricia Blanquer, al cuarto.
La lista del Senado depende de lo que pasé hoy en las primarias de Alicante. Si José Asensi no queda ni primero ni segundo, su destino estará en la Cámara Alta como número uno por Alicante. El resto de nombres es una incógnita.
Pero con todos estos elementos se jugarán las cartas, a los que hay que añadir las listas de Elche, Alicante y alguna más como Torrevieja. Los ximistas cederán a cambio de paz (más cuota) en Elche; los sanchistas querrán más cuota en las Cortes y en Alicante y ambos deberán pactar qué pasa con la actual diputada provincial Fanny Serrano en Torrevieja. La otra gran sorpresa es qué pedirá el alcalde de Alcoy, Toni Francés, que, quienes lo conocen, dicen que hará su petición tras las municipales y sin dan los números.
Pero el debate está ahí: aunque Ximo va fuerte no puede obviar que los sanchistas son el 40% -es lo que obtuvieron en las primarias- y no puede ningunearlos, como hizo Susana en Andalucía. No se lo pueden permitir.
Del resto de partidos, como dijimos la semana pasada, en Podemos el pescado está vendido; en Compromís, el Bloc quiere primarias porque sabe que las ganaría y podría poner a su candidato en el Congreso y dejar al actual diputado Ignasi Candela de segundo (tampoco creo que lo consigan por reequilibrio de cuotas internas en la coalición); y en Ciudadanos todo hace indicar que habrá continuidad. En el PP sólo suena el nombre de Carlos Castillo, pero todo pasa por lo que decidan, fundamentalmente, Génova y César Sánchez.
Propio ya de la leyenda bizarra de (casi) todo lo que pasa en el Ayuntamiento de Alicante, el caso de los e-mails ha vuelto a poner de manifiesto como la torpeza en la gestión de lo que le rodeó y puede acabar en un divorcio político -de consecuencias incalculables- para ambos agentes. Si hubo vulnerabilidad de los correos, que pasó, se debió poner en conocimiento de los técnicos y esperar una respuesta para, en su caso, denunciar. Pero la atmósfera caliente del debate del presupuestario municipal de Alicante ha dejado un campo abonado al fuego amigo en el centro-derecha de Alicante.
Ciudadanos aireó el problema; el PP le ha intentado sacar los ojos como venganza a su plantón en el debate de las cuentas municipales de la ciudad. A ello, hay que decir, como en el pasado fue el esperpento del pseudomicro hallado en la Concejalía de Urbanismo, que la hipérbole del caso es excesiva -mientras no se demuestre que hay delito, o falta- y lo único que ha generado es una pelusilla que puede ir aumentando hasta convertirse en algo irremediable en caso de tener que pactar una investidura. Y más lamentará quien tenga un voto, un concejal, más que el otro. O que se consume la rotura de los ejes. Porque en política todo es posible.