SOCIALMENTE INQUIETO / OPINIÓN

De la Fuensanta a la Aguadora

6/09/2021 - 

Durante siglos Alicante fue una ciudad sedienta, no había cerca ni ríos, ni lagos, ni la lluvia hacia presencia tanto como quisieran. Ya podían mirar al cielo e interpretar lo que se avecinaba analizando las nubes y los escasos chubascos, que la borrasca no llegaba salvo en contadas ocasiones. 

Siglos después los agricultores del valle del Vinalopó predecían el tiempo con las cabañuelas. Supongo que sabe a qué me refiero, ese método no científico por medio del cual se observan los primeros 24 días del mes de agosto de cada año para pronosticar qué tiempo atmosférico hará en los próximos 12 meses. En las cabañuelas de ida corresponde el día 1 de agosto al mes de agosto, el día 2 de agosto a septiembre y así sucesivamente hasta el día 12 de agosto que corresponde a julio. En las cabañuelas de vuelta el 13 de agosto corresponde a julio, el 14 de agosto a junio, el 15 de agosto a mayo, y así hasta que el 24 de agosto corresponde a agosto. Gracias a esa predicción algunos hombres del campo que plantaban o plantan uva vendieron y venden su cosecha con mucha antelación previendo que ese año evitarían - o no - una gota fría, o una dana como se llama ahora. Pasara lo que pasara, si prevén tiempo inestable en la fecha de la vendimia, su cosecha ya estaba vendida previamente.

Desde antaño los Monarcas de cada momento tuvieron que ingeniárselas para dar de beber a sus sedientos súbditos y a sus tropas. No iban a abandonarlos a su suerte, ya tenían bastante con defender el castillo y la plaza de incursiones violentas enemigas y ambiciones de todo tipo, para encima no tener ese preciado líquido imprescindible para vivir.

Permita que en esta crónica mencione un suceso de suma importancia ocurrido allá por el siglo XII, nada menos. La leyenda cuenta que en 1124 el Rey Alfonso I de Aragón El Batallador pasó por estas tierras camino de la actual Andalucía para combatir contra el infiel. Acamparon en los llanos del Tossal. Las tropas estaban sedientas. Al buen Rey se le ocurrió clavar su lanza contra el suelo con tanta fuerza, quizá por rabia, quizá por desesperación, que brotó un manantial de agua fresca y limpia. A esta fuente de agua se le llamó de la Fuensanta. Una vez se hubieran marchado, los pobladores de la Medina llevaron esa agua lo más cerca posible de sus viviendas por medio de canales en superficie o subterráneos. 

Siendo ya Alicante cristiana (1260), el Rey Alfonso X el sabio puso los medios necesarios para repoblar la villa. Entre ellos, invirtió 500 maravedíes “en axuda por aduzir el agua de la Fuente Santa a vuestra villa”, aprovechado la instalación hecha con anterioridad por los árabes. 

El agua de esta Fuente estaba en el lado oeste del Tossal, recorría la Partida de San Blas y llegaba hasta el mar en donde estuvo el Baluarte de San Carlos (al final de la actual avenida del Doctor Gadea).  A la Fuensanta se le cambió el nombre por Fuente del Través. Más tarde se le llamó de la Casa Blanca. Por medio de una canalización hecha por el hombre el agua bajaba a lo que hoy es el Paseo de Campoamor hacia el arrabal de San Antón, Díaz Moreu, Labradores (ya en la ciudad amurallada) hasta la plaza de la Mar en la actual plaza del Ayuntamiento.

Este manantial fue cuna de un gran caudal. Daba de “beber” a muchas fuentes de la ciudad y, a través de ellas, a sus pobladores. Piense que los lindes de aquella ciudad no son los de hoy, por lo que su extensión y superficie era mucho menor.

El cronista Bendicho (s XVII) menciona las fuentes que se repartían estas aguas. Escribió que eran “la del Ángel, en la plaza de la Mar, con cuatro caños y dos albercas (…) La Fuente Biexa, cerca del hospital, debaxo de las casas de Luís Martí, que antiguamente solía ser lonja de la villa (…) La Fuente Nueva, en la plaza de Pedro Fernández de Mesa, de un caño. La de San Cristoval, en la plaza del Portal de la Huerta (…) 

Y la última, la de San Nicolás, casi en las paredes de la Colegial, con cuatro caños en su alberca (…), y otra que hay dentro del claustro de la misma iglesia Colegial con cuatro caños, que sólo sirve para regalo del huerto y limpieza de la iglesia”. 

También fue importante el manantial de la Goteta. Este nombre quitaba importancia a sus aguas, que fueron muchas y abundantes. De estas se nutría, entre otras, la Fuente del Puente (1859), o la de la Villa Vieja retratada en un bello grabado de Rounarg et fréres en el que deja constancia de esta bella fuente y de cómo sus pobladores se servían de sus aguas por medio de llenar cántaros de barro. 

Para ingenio el de Antonio Garrigós (1863) quien recogía 807.00 litros en total de tres pozos, en un alarde de talento para congregar el agua de lluvia que corría veloz por la ladera del castillo Santa Bárbara. Evitaba estragos por la riada que se producía, y esa agua la guardaba en unos grandes depósitos excavados en la roca que aún se conservan. Le invito a visitarlos, lo merece. Forman parte del Museo del Agua, situado cerca del Parque de la Ereta. Impresiona ponerse en la base del más grande, mirar hacia arriba y a los lados e imaginarlo lleno de agua. Esta la canalizaba casas abajo por todo el barrio antiguo de la ciudad y la vendía en un caserón de la calle Mayor. 

A su vez, Francisco Riera vendía el agua que extraía de sus pozos en sus fincas de La Alcoraya. En 1880 Jose Carlos de Aguilera, Marqués de Benalúa, acordó con él financiar su canalización y conectarla con la fuente de la Casa Blanca citada. 

Por su parte, el Ayuntamiento de Alicante llegó a un acuerdo con Juan Leach, exalcalde y terrateniente, para conectar sus grandes pozos de agua en Sax con la capital de la provincia. Requería, y se aceptó, el permiso del Gobernador Civil de Alicante (1885) quien autorizó lo que se denominó el Canal del Cid. Posteriormente, Learch vendió sus pozos al empresario belga Enrique Caucourte (1891). Este presentó un proyecto de abastecimiento, aprobado por el Ayuntamiento alicantino con Manuel Gómiz como alcalde de la ciudad. Se le concedió la exclusividad del abastecimiento de agua en Alicante durante 60 años. 

Posteriormente, Caucourte constituyó la Societé Anonyme des Eaux d´Alicante el 3 de agosto de 1898. El 18 de octubre de ese año llegó el agua a Alicante. Se eligió un lugar emblemático para inaugurar este servicio, en lo que entonces era la plaza de la Reina Isabel II (actual plaza de Gabriel Miró), en donde se puso un surtidor por donde corría el agua. Jose Gadea era el alcalde de la ciudad. Posteriormente, ese surtidor se sustituyó por una fuente con una estatua que reproduce a una Aguadora con su cántaro, esculpida por el escultor Vicente Bañuls, haciendo de esta plaza - entonces y hoy - una de las más agradables de la ciudad.

En 1901 esa empresa tenía 500 clientes. El 90 % de esa empresa fue adquirida por la Sociedad General de Aguas de Barcelona en 1921 pasando a llamarse Aguas de Alicante. En 1953 esta empresa y el Ayuntamiento acordaron crear una empresa mixta con el 50 % del capital para cada parte, siendo Francisco Alberola el alcalde de Alicante. Fue ampliado el plazo de concesión. De nuevo, en 2006 un Pleno del Ayuntamiento lo amplió una vez más a 30 años.

Con el crecimiento de la ciudad, en el siglo XX se sumaron a las iniciativas mencionadas la participación del Ayuntamiento de Alicante en la Mancomunidad de los Canales del río Taibilla, el Trasvase Tajo Segura y la Desaladora de Agua Amarga. 

Ya ve que con ingenio, talento y diversas acciones, los alicantinos disfrutamos de un servicio modélico de distribución de agua limpia. Pues eso.