ALICANTE. Pablo Auladell, el chico de la casa, el premio redondo, el número 10; Miguelanxo Prado en 2012 por Ardalén , aunque lo podría haber sido por cualquiera de sus obras anteriores; y Juan Díaz Canales, en 2014 por Blacksad. A Rubén Pellejero todavía no se lo han dado, tal vez por llegar demasiado pronto, por ser la correa de transmisión entre los dibujantes de agencia, trabajadores de estudio de cuando esto del tebeo se veía como una posible salida laboral, una manera de ganarse la vida, y la transformación del historietista en autor. El propio Pellejero comentaba que si hubiera empezado ahora mismo, lo habría hecho hablando de sí mismo y de su experiencia histórica personal. Esperemos que se ponga a ello pronto, porque un Premio Nacional le espera o, si no, habrá que crear el que premie la trayectoria para poder reconocer su obra y la de algunos otros autores “entre dos aguas”, como él.
Y del agua es de lo que iban estas jornadas, especialmente en esta última mesa redonda, en que cada participante aportó su visión de la representación del mar en el medio gráfico narrativo. Desde el mar como narrador en primera persona en ese “Yo soy el Océano Pacífico, el mayor de todos. El nombre me viene de antiguo, pero no es cierto que esté siempre encalmado. A veces me enfado y me lío a sacudir a diestro y siniestro…” que introduce la primera aparición de Corto Maltés en el imaginario universal, tal y como nos recordaba Juan Díaz Canales, pasando por el mar como objeto de deseo, la pasión marítima y el mar como componente del imaginario de lo absoluto romántico, una abominación de la que es difícil abstraerse, como insinuaba Pablo Auladell.
También el mar como sujeto de transición, como vía de comunicación, muchas veces incluso elidida, sin tránsito presente, sin navegación en una sola viñeta, como evocó casi en una reflexión en tiempo real Miguelanxo Prado.
Varios de los presentes, en un momento u otro, citando la mayoría de las veces al creador de la obra que se presupone germinal del género “novela gráfica”, Will Eisner y su Contrato con Diós, expresaron su desconocimiento de la ciudad de Nueva York, algo en cierto modo curioso en creadores y críticos con la proyección internacional de los presentes. No sería descabellado buscar financiación para proponerles un viaje en barco, cruzando el océano atlántico en dirección a la isla de Manhattan, y que de aquí surgiera una novela gráfica de viajes. Ahí lo dejo.
También hubo momento para el color local y el recuerdo a autores legendarios, como Fuentes Man, evocado por el público en la tanda de intervenciones, al final de la sesión. Si el mar y el cómic estaban presentes, Julio Verne no podía andar muy lejos, y aunque no fue nombrado, su espíritu estaba detrás de la ocurrencia de este autor que explicaron, que consistía en alquilar trajes de buzo y realizar el trayecto entre Alicante y la isla de Tabarca, ahora mismo reserva marina, a 4’3 kilómetros del cabo de Santa Pola, caminando bajo el mar, con la idea de narrar las aventuras que pudieran surgir.
Esta anécdota es un ejemplo perfecto del cambio en la mentalidad de los autores de cómic, desde pensar únicamente en el género: aventuras, western, policíaco, hasta el cómic autoreferencial. Ruben Pellejero comentó, con acierto no exento de un destello de nostalgia, que no se dieron cuenta de que en la misma idea de pensar esta aventura se encontraba la narración para una historieta, pero eran otros tiempos.
Para cerrar la sesión, Jordi Ojeda ofreció un dato contundente: si queremos saber el estado real de la crisis económica, y de la vitalidad, de un estado, sólo tenemos que ver la movilidad y los datos de cargas y descargas en sus puertos. El día que se contabilizan cero descargas en un puerto es el síntoma de que se ha tocado fondo absoluto, a partir de ahí sólo queda remontar.
La penumbra de la Caja Negra de las Cigarreras no subió de iluminación ni para el momento de la firma de los autores, que desplegaron sus herramientas, a disposición de las demandas de los asistentes. Algún que otro flexo no habría venido mal para iluminar el trabajo de los artistas.
Las jornadas se han grabado en vídeo. Habrá que seguir la pista a su difusión. Será muy difícil superar esta edición. De momento, todo un año por delante para amortizar y poner en valor el Premio Nacional del Cómic al alicantino Pablo Auladell. En Alicante Plaza ya dejó sus reflexiones.