VALÈNCIA. Si no hay sorpresa en forma de adelanto, dentro de un año el president Ximo Puig acabará de firmar el decreto de convocatoria electoral para que las elecciones autonómicas coincidan con las municipales el 26 de mayo de 2023, la precampaña habrá cogido velocidad y quedarán apenas tres semanas para que arranque la campaña. Empiezan por tanto ahora doce meses para que los partidos se sitúen de cara a ese esprint final. Pero en realidad hay mucho más en juego porque las últimas encuestas del CIS constataron que cerca del 70% del voto se decide antes de la campaña.
Así llega cada partido con representación en Les Corts a este último año de legislatura, al año pre-electoral.
Tras dos legislaturas al frente del Consell, después de haber salido relativamente airoso de la gestión de la pandemia y con los fondos europeos apuntalando éxitos económicos ‘botánicos’ como la gigafactoria Volkswagen en Sagunt, la figura de Puig ha ganado empaque y el PSPV-PSOE mantiene su suave tendencia ascendente. La media de las diez últimas encuestas publicadas en el último año le augura 30 diputados por los 27 actuales y los 23 de 2015. Pero, aunque el 'efecto president' le haga subir algo más, sigue lejos de la mayoría absoluta de 50.
La parte del ‘pastel’ de Ciudadanos que pueda llevarse parece clave y se multiplicarán los gestos económicos y centristas para la parte de ese electorado a la que puede atraer porque el plan para ‘comerse’ a sus socios no ha dado el resultado esperado. Si Puig adelantó la convocatoria de 2019 para mantener ‘vivo’ a Unides Podem EU, ahora además necesita que Compromís caiga poco. Eso implica reducir el ‘fuego amigo’ y aceptar su perfil propio en asuntos como la tasa turística o el Puerto de València.
Falta por ver qué recorrido judicial tiene el caso que investiga las subvenciones que cobraron las empresas del hermano de Puig y sus socios, aunque parece difícil que salpique a la Generalitat. Pero los socialistas viven también pendientes de Pedro Sánchez. La idea es separar las autonómicas de las generales pero eso no está en manos de Puig sino del presidente del Gobierno y nadie quiere ese 'abrazo'.
Los populares valencianos están mejor que hace un año y mucho mejor que hace un par de meses. La llegada de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia nacional ha impulsado al partido en los sondeos sin cuestionar ahora mismo el ‘nuevo’ liderazgo de Carlos Mazón, pese a que el líder del PPCV era una apuesta personal de los defenestrados Pablo Casado y Teo García-Egea. Eso sí, la presencia del gallego obliga a reducir decibelios en cuestiones clave como la lengua vehicular en los colegios y la administración por ser el ‘modelo Feijóo’ muy similar al del Botànic o en la financiación autonómica al estar Galicia en el bando contrario. A cambio, las problemas judiciales de Mónica Oltra y Francis Puig le ofrecen un flanco claro por el que hacer oposición y hurgar en las contradicciones.
La media de las encuestas previas a Feijóo le situaban con entre 29 y 30 diputados y recuperándose del 'palo' de los 19 de 2019 a costa del descalabro de Ciudadanos, pero esos números le dejan por completo en manos de Vox. El pacto de los populares con la formación ultra en Castilla y León y el más que probable de Andalucía dejan pocas dudas sobre qué pasará si dan los números y se verán empujados este año a definir su relación con el partido de extrema derecha.
Ciudadanos será el partido decisivo de los próximos comicios aunque seguramente no de la manera que querrían. Con el partido en caída libre en las últimas citas electorales (generales, Cataluña, Madrid y Castilla y León), sus 466.391 votos y 18 escaños en la Comunitat Valenciana en 2019 le convirtieron en la tercera fuerza y son el gran botín al que aspiran PSPV-PSOE, PPCV y Vox.
Pendiente de unas primarias y de confirmar su cabeza de cartel (un puesto que parece ‘asignado’ a la síndica Ruth Merino), el partido peleará este año por presentarse como una formación útil, y con capacidad de pactar no sólo con los populares sino también con los socialistas. Los movimientos para favorecer mociones de censura y nuevos alcaldes del PSPV en Rocafort y Orihuela van en esa dirección. El primer objetivo será retener unos 140.000 votos para pasar la barrera del 5%, un tope que ellos mismos no quisieron rebajar en la pasada legislatura. La media de las encuestas les sitúa ahora entre el 3,5% y el 4%. El sueño sería que, superado el umbral, sus diputados pudieran decantar un gobierno de un lado o de otro.
En Compromís todo gira ahora en torno a la figura de Oltra y a su complicado horizonte judicial. La vicepresidenta, de un enorme valor electoral para la formación, está a un paso de ser citada como investigada por el TSJCV en el caso que evalúa la gestión de su conselleria en el caso de la menor abusada por su exmarido. Lo que pase (citación o no; declaración y archivo o apertura de juicio en primer caso) y el calendario en el que pase será clave.
La coalición cuenta con ella para repetir como número uno si así lo decide Oltra, aunque tiene a Joan Baldoví en la recámara. Para afrontar la endiablada gestión de la situación, la formación busca llevar el foco a cuestiones ideológicas y de gestión como la ampliación del Puerto o las reversiones. Pero, además, en estos próximos meses, aún debe definir su sistema de primarias y ofrecer un relato si lo cambia y establecer su política de alianzas. Tanto la vicepresidenta española Yolanda Díaz, como Unidas Podemos y Más País le quieren para las generales y eso puede influir en las autonómicas. La media de las encuestas (todas previas al estallido de este proceso de Oltra) le sitúa con entre 15 y 16 escaños frente a los 17 actuales. A la espera del deseado archivo del caso, en el partido se agarran al suelo electoral construido, a la coincidencia con las municipales y a su tirón en València… y a que el PSPV haya asumido que son imprescindibles para un tercer Botànic.
En los dos principales partidos de la oposición, PP y Ciudadanos, hay cierta desazón por entender que buena parte de los frutos de su trabajo de control caen de momento en el saco de Vox. Las encuestas le dan un promedio de 16 o 17 escaños, frente a los diez actuales y a los cero de 2015 y los resultados de las últimas elecciones en el resto de España apuntan a ese crecimiento.
Sin ningún interés en tener un perfil propio más allá del nacional, la formación de extrema derecha afronta estos doce meses dispuesta a seguir dejándose llevar por el ascenso de la ola ultra. ¿Quién encabezará la lista? Quien diga el líder nacional Santiago Abascal y sus ‘gurús’.¿En qué están centrados? Basicamente en lograr candidaturas municipales para que la coincidencia de fechas no les lastre ya que apenas tenían implantación local.
Sus perspectivas pueden cambiar según la acción de sus compañeros en Castilla y León, donde por primera vez han entrado en un ejecutivo, y si pasa lo mismo en Andalucía. Por primera vez se enfrentarán al examen de la gestión. Eso puede reforarles pero, al mismo tiempo, puede movilizar a la izquierda y también llevar algunos votos del centro a ese lado por temor de que entren en el gobierno aquí también.
Su delicada perspectiva electoral en 2019 fue uno de los argumentos de Puig para hacer coincidir los comicios con las generales y pese al bajón de 13 a 8 diputados hubo segundo Botànic. La caída parece haber atenuado su curva y la media de las encuestas le dan entre 6 y 7 diputados, beneficiados en buena parte por el buen efecto que ha tenido en las expectativas de la formación nacional la retirada de Pablo Iglesias y el ‘dedazo’ a Yolanda Díaz como sucesora.
Pero esto deja al partido morado en manos de una figura independiente que ha propuesto, pero aún no confirmado ni definido, un ‘frente amplio’ para las generales. Eso puede (o no) llevar a alianzas con Compromís también para las autonómicas. Más allá de eso, la formación también debe decidir si la lista oficialista de las primarias, y por tanto la previsible candidatura a la Generalitat, la encabeza la líder del partido en la Comunitat Valenciana, Pilar Lima, o el vicepresidente Héctor Illueca.
El PSPV lanza el mensaje de alcanzar una mayoría ahora mismo inviable. Si gobierna la izquierda se reeditará el gobierno de coalición