Ha sido la semana ciudadana. Porque por fin, aunque falta por ratificar algunos nombres, Ciudadanos ha mostrado sus principales caras del cartel electoral municipal, pues el de las Cortes Valencianas y las Cortes Generales ya lo sabíamos. Mari Carmen Sánchez, en Alicante; Eva Crisol, en Elche; Juan Balastegui, en Benidorm; Pilar Gómez Magán, en Torrevieja, o José Rafael Pascual, en San Vicente....eran alguno de los nombres que se barajaban y que finalmente se han confirmado. Queda Alcoy por decidir.
La decisión ha tenido consecuencias, como no podía ser de otra manera. Rafael Gasent ha saltado por los aires, y David Caballero, lo mismo en Elche. En ambos casos, ha quedado demostrado que en un partido como Ciudadanos, cuya estructura se maneja con un mando a distancias desde Barcelona, uno no puede hacer la guerra por su cuenta. Es más, si se quiere seguir de candidato, como era el caso de Gasent y de Caballero, no había otra opción que generar consensos entorno a sus propios liderazgos, cometer los mínimos errores posibles y ganar la confianza suficiente entre los superiores para que, al menos, fueran propuestos. Otra cosa es que después no fueran ratificados.
Pero por mucho que Gasent y Caballero ahora maldigan de su partido, por haberlos apeados de las listas, ellos sabían como era Ciudadanos por dentro. No tenían más que suerte que seguir el camino marcado desde Madrid, a excepción de que se hubieran convocado primarias y esperar una victoria sorpresa como la de Marc Pérez Ribas en Baleares, o Francisco Igea, en Castilla-León, frente a los candidatos del aparato. Y en caso de que las hubieran ganado, de seguro, que hubieran sido con participaciones pírricas, como las que se han dado en la Comunitat Valenciana.
Pero lo dicho, Gasent y Caballero han venido cometiendo una serie de errores contra el propio aparato o el buen nombres de Ciudadanos que ya eran un expediente demasiado oscuro para que obtuvieran crédito suficiente para ser de nuevos los candidatos en sus respectivas ciudades. Errores muchos, pero algunos muy palmarios. El de Gasent, el fatídico vídeo vendiendo un logro, conduciendo en dirección contraria y hablando por el móvil. El de Caballero, cesar a su jefe de prensa en el grupo municipal, Miguel Molina Picaso, el hombre que se encargaba de formar a todos los cuadros de Ciudadanos. Sin ahondar en otros muchos que han acabado por agotar la paciencia de la cúpula.
Pero en ambos casos, confundir la organización de Ciudadanos como una concesión administrativa propia a la que sólo había que rendirle cuentas cada cuatro años, en número de concejales. Y no Ciudadanos, no es eso, y no quiere eso: es y será una organización presidencialista, en la que sólo el que está arriba en la pirámide da o quita concesiones después de pasar un filtro. Y la única que ha dado es la de Barcelona a Manuel Valls con un objetivo clarísimo: competir con el independentismo. Nada ni nadie se mueve en Ciudadanos sin que lo sepan sus superiores. Y ejemplos hemos tenido unos cuantos, la organización también. Sin ir más lejos, Fernando Sepulcre, era uno de ellos: se consideró vicepresidente de la Diputación, sin serlo ni su partido autorizarlo. En el caso contrario, el oriolano Juan Ignacio López-Bas, un hombre que llegó de otra formación y que ha ido escalando posiciones siempre de forma paralela a la organización. Nunca, contra la organización.
Si Caballero, o Gasent, hubieran querido hacer carrera en Ciudadanos, debieron erigirse en una especie de Ciudadano Toni, en su caso Ciudadano Toni Caballero o Toni Gassent. Su discurso es eso: lo que digan desde arriba, pese a que la realidad introduzca matices. Un discurso a las bravas, de cordón sanitario, y que ha dejado de lado una de las grandes señas de Cs: la regeneración. Da igual todo; todo queda resumido en un caca, culo, pedo, pis. Blanco o negro. Si el precio de un buen titular es acabar con el presupuesto de Cooperación Internacional, pues adelante, Transparencia por los aires.