El presidente Xi Jinping ha dicho que no se tolerará una fuerte desaceleración del crecimiento y riesgos deflacionarios persistentes como explica el analista
MADRID. Frecuentemente nos hemos referido a China en nuestra tribuna. La covd-19, los confinamientos que llevó y las expectativas de crecimiento una vez que estos se levantaron, la guerra tecnológica con occidente, la crisis del sector inmobiliario... Hemos afirmado que China tiene varios e importantes problemas internos que pueden terminar afectando, no sólo a su crecimiento, sino también al del resto de áreas económicas especialmente dependientes del gigante asiático:
Al comienzo del verano, se vio que el potente sector de consumo chino entró en deflación y que los precios de fábrica ampliaron sus descensos, lo que aumentó la presión sobre Pekín para que liberase más estímulos directos en su política económica. Finalmente, el Gobierno chino anunció la semana pasada una serie de medidas de estímulo, pero centradas principalmente en el aumento del gasto público y la deuda para apuntalar el crecimiento económico. El mismo que se enfrenta a una serie de desafíos, incluida una crisis inmobiliaria y sí, una creciente deuda del sector privado.
Las medidas se producen en un momento en que la economía china se enfrenta a una serie de desafíos. El crecimiento económico se desaceleró al 4,8% en el tercer trimestre, el ritmo más lento en tres años. Con esas medidas el gobierno está tratando de evitar una desaceleración más pronunciada del crecimiento. El presidente Xi Jinping ha dicho que no se tolerará una fuerte desaceleración del crecimiento y riesgos deflacionarios persistentes.
Los analistas dicen que las medidas anunciadas son un paso positivo, pero que no son suficientes para resolver los problemas fundamentales de la economía china; si bien un aumento del gasto fiscal ayudará a impulsar la demanda interna, entienden que el Gobierno chino también necesita tomar medidas para abordar la crisis inmobiliaria y la creciente deuda... y hacerlo precisamente anunciando un potente paquete de emisión de deuda, quizás no sea lo más adecuado.
Y es que la emisión de deuda soberana es un cambio importante para la Administración de Jinping, que hasta ahora había estado intentando reducir su creciente deuda que se venía incrementando durante años, y que se disparó con la crisis de la covid-19. Pero ese firme propósito de control ahora parece haberse olvidado y la actual crisis ha llevado a los mandatarios chinos a reconsiderar su anterior enfoque. En principio, el paquete de deuda soberana será utilizado para financiar proyectos de infraestructura y otros proyectos de inversión. Los analistas dicen que la emisión de deuda soberana ayudará a impulsar el crecimiento económico a corto plazo, pero también advierten que la emisión de deuda podría aumentar los riesgos financieros del país a largo plazo.
China está tratando de caminar por una línea fina, ya que por una parte se quiere evitar una desaceleración más pronunciada del crecimiento, pero por otra también se tiene que evitar aumentar los riesgos financieros. El aumento del gasto fiscal ayudará a impulsar la demanda interna, pero es probable que tenga un impacto limitado en la economía a largo plazo.
Para conseguir un resultado más efectivo necesitarían medidas que deberían incluir:
Lo más preocupante de todo esto es que si China vuelve a sumarse a la emisión indiscriminada de deuda, en algún momento, la situación financiera mundial puede convertirse en un auténtico problema de magnitudes insoportables. Según indica la última actualización de la base de datos sobre la deuda mundial del Fondo Monetario Internacional (FIM), si bien la carga de la deuda mundial disminuyó por segundo año consecutivo en 2022, el nivel global de deuda se mantiene por encima del nivel anterior a la pandemia, ya de por sí elevado. En 2022, la deuda total se situó en el 238% del producto interno bruto mundial, nueve puntos porcentuales por encima del nivel de 2019. La deuda pública solo ha disminuido en 8 puntos porcentuales del PIB en los dos últimos años, con lo cual sólo se compensa aproximadamente la mitad de su incremento por la pandemia.
Es preciso que los gobiernos adopten con urgencia medidas para ayudar a reducir las vulnerabilidades de la deuda y revertir las tendencias a largo plazo. Establecer un marco fiscal creíble, podría servir de guía para cuadrar las necesidades de gasto con la sostenibilidad de la deuda. Pero hasta ahora prácticamente ningún país se atreve a hacerlo y si China se vuelve a apuntar a la ecuación crecimiento a costa de endeudamiento indiscriminado, la situación podría complicarse aún más de lo que está.
Antonio Castelo es analista de iBroker