obituario

Carmen Esther Collado: cuán difícil se me hace escribir de ti

30/06/2021 - 

ALICANTE. ¡Cuán difícil se me hace escribir estas líneas! Qué difícil despedir para siempre a una amiga con la que has compartido amistades, viajes, momentos de incertidumbre, complicidades, confidencias, miradas y veladas veraniegas en la huerta alicantina.

Hubiera dado lo que no tengo por no tener que hacerlo, pero esta jodida vida es así de injusta en ocasiones… se lleva a la buena gente, esa con la que esperas reencontrarte alcanzada la jubilación para saborear un buen vino (o un vermut, que a ella le gustaba más), hablar del pasado, del presente y del futuro con perspectiva y sabedores de que ya hicimos todo lo que teníamos que hacer, y que sólo nos resta disfrutar de la senectud entre los nuestros.

Cadena COPE, Grupo Zeta, Colegio de Médicos… la carrera periodística de Carmen Esther Collado no fue como la mía, de flor en flor, sino corta en medios, pero intensa en dedicación.

Cuando profesionalmente aterricé en Alicante (en la que pasé mi infancia y parte de la juventud) llegado de la cosmopolita Benidorm (formación y madurez), me encontré con profesionales de la información de todo tipo. Los había a los que les sentaba mal hasta que les dieras los buenos días. Los había, por el contrario, que te daban fotocopias de sus agendas para facilitarte el trabajo. Los había (y ahí estaba ella), que te pedían café o caña para comentar las jugadas y hacer una puesta en común sobre temas locales en los que yo no estaba muy ducho por aquel entonces. Esa heterogeneidad, lo reconozco, te enriquece, te forja, y te empuja a seguir adelante, porque vale la pena.

Carmen Esther… Carmen Esther era de las que valía la pena.


—“¿Y a ti qué te pasa hoy que no abres la boca? Venga, vamos a tomar algo”.

En momentos bajos, me lo notaba siempre. Yo en El País. Ella en Cope. Sanguijuelas ambos. Ella me aportaba, yo le aportaba, y alguien hubo que dudaba de sospechosas coincidencias en el tratamiento de los temas.

Cuando me encargaron dar forma a una redacción de profesionales para lanzar El Periódico de Alicante, tuve claro que Carmen tenía que estar ahí. Antonio Asencio, el mandamás del Grupo Zeta, no dudó: “Si tú lo consideras, la contrato mañana”. Y así se hizo.

Para ella significaba un gran paso de ignoto desenlace… quizás al abismo, pero se vino sin dudarlo. Pasaba del periodismo radiofónico al escrito, tan diferentes en esencia, pero yo sabía que ella se enfrentaría al folio en blanco con entereza, y siempre dejándose aconsejar.

Cuán difícil se me hace escribir de ti, Carmen… como difícil se me hacía escribirte mensajes durante tu cruel enfermedad. Prefería preguntar a Rogelio, y que él me fuera indicando cómo actuar.

Quizás no debería, pero voy a reproducir nuestras últimas conversaciones, porque no quiero que se queden en mi única y exclusiva propiedad.

—“No me escribes… no me llamas, ¿Cómo estás, perla del Guadalquivir?”, te pregunté.

—“Bien, gracias”, fue tu escueta respuesta, que me alertó sobremanera.

No, no estabas bien.

Y te diste cuenta de que me habías dejado preocupado.

—“Cuando no estás, le falta luz a El Campello”, me trasladaste poco después… Lo que me insufló una dosis de optimismo que no me atrevo a describir.

Estábamos a principios de junio, y no has visto acabar el mes. Deducción: te despedías de mí. Sabías que el final estaba cerca, y hablamos de lo buenos que son los fármacos cuando de evitar dolor se trata.

Iré a ver y abrazar a tu familia, claro. Tú ya no estás, pero sabías que tus “tres soles” (sic) permanecerán unidos y recordándote por siempre. Como muchos.

Cuán difícil se me hace escribir de ti, bicho.

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