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obituario / OPINIÓN

Miguel Romá

18/12/2023 - 

ALICANTE. Nació en San Fernando 40, Alicante. Su padre, Miguel Romá Pascual fue ordenanza del arquitecto Juan Vidal Ramos cuando diseñó el edificio y dirigió las obras de la Caja de Ahorros del Sureste en la calle de San Fernando, en Alicante. Miguel Romá Pascual se quedó en la caja de ordenanza y por ello tenía un pequeño apartamento en la terraza del edificio. Allí nació Miguel Romá Riera en 1940. La Caja acababa de crear las libretas de ahorro infantiles y la cuenta número 1 tiene como titular a Miguel Romá con una imposición de 100 pesetas que ingresó Juan Vidal Ramos.

La Caja ha sido todo para Miguel. Hace unos años me comentaba: “Las cabezas de dragón que adornan el final del pasamanos de la escalinata principal que desemboca en el vestíbulo de entrada de su sede en San Fernando fueron talladas por mi abuelo materno que era ebanista y de los buenos”.

Únicamente trabajó, fuera de la Caja, en Dragados, empresa constructora, pero sin cobrar. “Jamás he cobrado ningún sueldo que no fuese de la Caja”, me contó Miguel hace años. Francisco Oliver Narbona lo nombra secretario general de la Caja organiza la fusión de 1975 cuando todas las cajas de la provincia de Alicante se fusionan dando origen a la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia.

Cuando Francisco Oliver Narbona se jubila como director general de la Caja en 1986, el Consejo de Administración nombra a Miguel Romá como sucesor. “Me costó mucho aceptar el nombramiento”.

Quiso una caja fuerte e innovadora y para ello le encargó a Jorge Abad cambiar el nombre. En 1988 la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia cambia su nombre y apellidos para llamarse Caja de Ahorros del Mediterráneo.

En 1992, concretamente el 24 de marzo, se fusiona la CAM con la Caja Provincial de Alicante y ahí sufre uno de los momentos más duros de su vida. En el punto quinto del orden del día, “elección del director general”, observa que es relevado del cargo y sustituido por su alumno aventajado: Juan Antonio Gisbert García. La vida se agitó nerviosa a su lado; había un sitio en la fila de sus cercanos y Miguel observó que estaba vacío, que faltaba una respiración y sintió la tristeza mirando la cara huidiza de su compañero, amigo y alumno. Se marchó sin oponer resistencia y acompañado del perfume del desengaño. Únicamente se llevó la cartilla infantil de 1940 y la carta de Juan Vidal Ramos indicando que él abonaba 100 pesetas.

Solidario con los más necesitados, en su casa de la calle Navas o en Cruz de Piedra, siempre había una cafetera con café para los que buscaban su conversación y una cama y comida para los que vienen sin tener nada más. Como afirmaba Alfredo Zitarrosa: “Hoy dejaré las puertas de mi casa abiertas y la brisa y los que me necesitan entrarán por todas las ventanas”

Siempre afirmó que ha recibido más de lo que ha dado. Sus nietos, dos de ellos peruanos, su trabajo en Alicante Acoge y su vida volcada en los demás así lo puede afirmar.

Descansa en paz buen amigo; descansa en paz, Miguel.

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