NOVELDA. La ciudad alicantina del oro rojo, el azafrán, ha sido y es una referencia europea en el comercio de las especias y los condimentos. En el polígono noveldense El Fondonet, conviven los principales fabricantes y envasadores del sector, entre ellos La Barraca, una fábrica de envasado centenaria que fue fundada en 1912 por la familia Moya. Ahora, los hermanos Ramón y Alicia, de la cuarta generación, asumen la responsabilidad como gerentes, aunque su padre, Ramón Moya, continúa presidiendo el Consejo de Administración de la casa. Un siglo después de su constitución, la firma local posee cuatro marcas propias (La Barraca, Poyuelos, Jorge y Las Palmeras) y trabaja para diversas marcas blancas. En el mercado nacional, tiene delegaciones en Extremadura, Andalucía, Castilla La Mancha, Cataluña y Galicia, y cuenta con distribuidores particulares en el resto de autonomías. En el extranjero, opera en distintos países de Centroeuropa, y aunque la crisis sanitaria les ha permitido mejorar sus cifras, su director de compras, Antonio López Vicent, incide en la necesidad de reforzar la exportación.
¿Cómo ha impactado la pandemia en La Barraca y en el sector?
Nuestro sector tiene dos partes muy importantes, que son la hostelería y la alimentación (todo lo que se distribuye a supermercados). Durante la pandemia, la hostelería cayó. Es más, muchas empresas clientas nuestras tuvieron que hacer verdaderos esfuerzos por mantenerse y nosotros las apoyamos todo lo que pudimos, con la retirada de mercancía, el aplazamiento de pagos… Porque esto tenía que pasar. No esperábamos que tardara tanto tiempo, pero había que apoyar de alguna forma a clientes de toda la vida. Aun así, evidentemente, el consumo bajó de una manera bestial. Sin embargo, la alimentación subió de forma exponencial. A nivel global, nos mantuvimos. Las ventas siempre han ido aumentando, año a año, pero solo porque la subida en la alimentación compensó la bajada de la hostelería.
¿Qué presencia tenéis en el mercado nacional e internacional? ¿En cuál habéis sufrido más?
Evidentemente, lo hemos notado más en el nacional. El mercado internacional de las especias se basa, sobre todo, en oportunidades comerciales. Nosotros tuvimos una gran oportunidad comercial antes de la pandemia en el tema de los botánicos para las bebidas (los gintonics y demás). La aprovechamos y planteamos una serie de productos que se han vendido en toda Europa durante 5 años, pero ese mercado es circunstancial. Después, se mantiene de una manera residual. No obstante, nuestra presencia en esas grandes superficies de Europa hace que la marca sea reconocida y que nos planteen proyectos. Uno de los que tenemos ahora en marcha son los kits de paella, que incluyen la paella, el arroz, el aceite y el paellero. Se está vendiendo mucho fuera de España. Esta semana saldrá un camión completo, 4.000 unidades, para Suiza, y eso se reparte por toda Centroeuropa.
¿Qué países son grandes productores y envasadores de especias y condimentos?
España es uno de los países más importantes en el envasado de especies del mundo. No estoy hablando de la producción de materia prima, porque nosotros importamos el 90 % de las especias del extranjero (de Asia, América y algunas de África). Y en el tema del envasado, no solo se envasa en España; también en Francia, en Alemania, en Estados Unidos… Pero España tiene un potencial muy grande. No puedo hablar de porcentajes, pero puedo decir que los productos que envasan Carmencita y La Barraca copan una gran parte del mercado nacional. De exportación menos, pero en los supermercados de España, hay cuatro grandes grupos: Hacendado, IFA, Alteza y Covirán. Tres de ellos están en manos de Carmencita y de nosotros. Son una parte muy importante del mercado de distribución. Después, hay uno más pequeño, que es de importación, que hace Ducros, una empresa francesa. Esta trabaja para cadenas como Consum o Carrefour.
Uno de los procesos clave en vuestro sector es también la digitalización. ¿De qué forma la habéis implementado en La Barraca?
En la automatización de la producción. En cada puesto de trabajo, hay una persona, antes había dos. No es que hayamos bajado el nivel de personal, porque hemos aumentado el número de máquinas, pero antes el envasado de hostelería se hacía a mano, por ejemplo. Ahora se hace automáticamente. Haciéndolo a mano, se producían 2.000 botes al día; ahora se producen 4.000. Antes teníamos una máquina de envasar cristal que hacía 15.000 tarros al día; ahora tenemos tres y, entre las tres, hacen 60.000. Automatizar sistemas de producción en los que haya los menos trabajadores posibles permite que la producción vaya más rápida y que la calidad del producto sea mejor, porque la máquina, si detecta cualquier tipo de error, desecha el producto, ya sea por un metal, una etiqueta mal puesta, un tarro de cristal que tenga un trozo roto...
Durante la pandemia, ¿tuvisteis que reducir la plantilla?
No, la tuvimos que aumentar. En un momento dado, tuvimos que contratar rápidamente a ocho personas para hacer monodosis de sal y pimienta. Trabajaban cuatro turnos: de 8:00 a 14:00 h, de 14:00 a 22:00 h y de 22:00 h a 02:00 h, más el turno de sábados y domingos. Aun así, no podíamos atender todos los pedidos. Era imposible. Al final, tuvimos que aumentar el personal, evidentemente, para poder cumplir. Porque una de nuestras premisas es que todo el pedido que entra tiene que entregarse al cliente la semana siguiente. Para el jefe, Ramón Moya, no se puede desatender un pedido de un cliente de una semana para otra, aunque sea una caja con 10 tarros de cristal. Le importa tanto esa caja como un contenedor. Al cliente, hay que atenderlo siempre.
Aparte de en la fabricación de monodosis de sal y pimienta, ¿habéis tenido que reinventaros de otra forma a raíz de la crisis sanitaria?
Hemos tenido que reinventarnos mucho porque, en el escenario mundial —y los medios de comunicación lo dicen—, se está produciendo un “efecto látigo” en el que la escasez de materias primas está complicando la producción. También ha afectado la subida del precio de los fletes [costes de alquiler de una embarcación o del transporte de mercancías en ella] y el hecho de que la pandemia haya provocado que, por lo menos en los países de origen, cuando se confinaban, ya no se produjera orégano, por ejemplo, y la cosecha se perdiera. Pero aquí teníamos que seguir vendiéndolo, así que hemos tenido que buscar otros mercados, viajar mucho, conseguir contactos, volvernos locos e intentar cumplir, porque nosotros teníamos contratos firmados para suministrar los productos. Y las empresas de distribución no entienden que no haya ajo, pero es que no hay. Por poner un ejemplo, en 2019, el ajo costaba 2,05 euros el kilo, y ahora por menos de 4,5 o 5 euros no lo compras, si lo encuentras. Esa es una dificultad añadida de la repercusión de la crisis de la pandemia y de la guerra mundial entre China y Estados Unidos. También la subida de la luz, del gas… Todo repercute.
Pese a ello, ¿se puede decir que habéis recuperado ya el nivel de producción y de ventas previo a la pandemia?
Sí, sin ninguna duda. Lo hemos aumentado, incluso en la pandemia.
¿Habéis ampliado recientemente el catálogo o lo haréis próximamente?
Todos los años. Tenemos un departamento de I+D, cuya responsabilidad es incorporar cada año entre 10 y 15 referencias nuevas, porque la marca Barraca tiene un reconocimiento en España muy importante. Si metemos la vainilla, la compran, y se crea un problema para nuestro proveedor, porque si este no tiene el nivel de distribución que tenemos nosotros y, de repente, le pedimos 500.000 unidades, le destrozamos la producción. El año que viene, tenemos previsto desarrollar productos étnicos, como los condimentos de México o la chía. Y tenemos unas salsas líquidas que son un valor añadido a los productos que envasamos. Serán complementarias a los sobres que vamos a hacer para burritos y otros alimentos.
Hablando de productos extranjeros, ¿están volviendo las ferias internacionales?
Sí. La de Colonia, en Alemania, es este fin de semana. Nuestros compañeros de exportación ya tienen el stand montado allí. Es un escaparate muy importante, porque el mercado nacional está repartido, lo único que puede hacer es cambiar de manos. Y para ampliar supermercados, solo pueden venir cadenas extranjeras como Lidl o Economy Cash, pero son cuestiones residuales. El mercado nacional está totalmente repartido; tenemos que buscar la exportación, porque da mucha estabilidad y seguridad. Aporta una presencia internacional, y eso es muy importante para una empresa.
En cuestión de sostenibilidad, ¿cómo vais a afrontar la eliminación paulatina de los plásticos en La Barraca?
Se tiene que eliminar un porcentaje de los plásticos y utilizar plásticos reciclados. Nosotros ya hemos empezado a aplicar el proyecto de manera directa, pero tenemos un gran problema en España: no hay plástico reciclado. Tenemos que traerlo del extranjero, y traer ahora cosas del extranjero es muy complicado por los costes de los fletes. Nuestros proveedores de PET —que son los envases grandes que el año que viene deben tener un 30 % de plástico reciclado— no nos aseguran que puedan suministrarnos los suficientes, porque no hay. Y no estoy hablando de precio, estoy hablando de stock. Lo que sí estamos implementando ya es la eliminación de plásticos superfluos y la sustitución por cajitas de cartón. Las especias van en envases de cristal, el material que más se puede recuperar. En nuestro caso, el 60 % de la producción.
¿Tenéis alguna petición para las instituciones públicas?
Estamos en un momento muy complicado a nivel mundial, pero tenemos que hacer un esfuerzo, y las Administraciones tienen que apoyar a la industria, porque es la que da trabajo. Hemos recibido ayudas porque nos presentamos a todas las convocatorias que surgen, pero las inversiones que se hacen en empresas como la nuestra son muy grandes. Es fundamental que, por parte de las Administraciones Públicas, se potencien los polígonos industriales, porque poder disponer de empresas que fabriquen materiales auxiliares aquí en vez de estar comprándolos en otros lugares de España nos ayuda a todos. El hecho de que, en este polígono (El Fondonet), ahora estemos las dos empresas más importantes, Carmencita y La Barraca, hará que algunas empresas auxiliares vengan. Y que el polígono sea moderno, eficaz y cumpla con todos los requisitos necesarios para que estas empresas vengan es importante. Eso no está en manos de las empresas, está en manos de la Administración.