CASTELLÓ. La Universitat Jaume I ha querido entregar la Medalla de Oro de este año a la escritora e historiadora Ángeles Caso, entre otras cuestiones, por su gran labor en investigar y difundir la obra que a lo largo del tiempo han producido tantas otras mujeres. Sus ensayos han ayudado así a profundizar en el trabajo de múltiples creadoras, no solo del pasado más reciente, sino incluso del siglo XII, con Enheduanna, la autora más antigua conocida. Pero además, ha ayudado Caso a mirar con otros ojos a mujeres cuyas vidas no fueron contadas quizás de la mejor forma. Publicaba en 1993 la biografía de Sissi, Elisabeth, emperatriz de Austria-Hungría o el hada. Un libro donde avisa que Elisabeth nada tuvo que ver con la "ñoña" princesa de la leyenda rosa. "Fue una mujer compleja y extraña, escéptica hasta el nihilismo, irónica hasta el sarcasmo y libre hasta el capricho".
Más tarde, en 2015, editó Todo ese fuego, sobre las hermanas Brontë; y su última publicación hasta la fecha, Quiero escribirte esta noche una carta de amor, nos descubre la correspondencia de quince escritoras y las historias de amor que les inspiraron. Ahora, la Jaume I quiere devolverle su compromiso con la mayor distinción que otorga. Un reconocimiento que se suman a muchos otros de su carrera. Recibía en 2009 el premio Planeta por su novela Contra el Viento y en 2011 el Premio de Buenas Prácticas de Comunicación no Sexista de la Asociación de Mujeres Periodistas de Cataluña.
Horas antes de la ceremonia, Ángeles Caso atiende a Plaza.
-En 2021 la UJI entregó su Mellada de Oro a profesionales del ámbito socio-sanitario, educativo y científico por su labor ante la covid. Este año, es para usted. ¿Cómo recibe el reconocimiento?
-Muy emocionada, la verdad. Primero por mi conexión personal con la universidad: mi padre era catedrático de Literatura en la de Oviedo y también fue rector, así que es una institución hacia la que siento una profunda simpatía. Y después por el reconocimiento a mi trabajo como historiadora del hecho cultural femenino. He dedicado buena parte de mi vida a ese asunto, y es una alegría enorme que me lo agradezcan de esta manera.
-En muchas ocasiones ha sentido un cierto menosprecio por la literatura hecha por mujeres. ¿Cree que todavía hoy las editoriales y ferias tratan de forma diferente a los escritores de las escritoras?
-Las editoriales yo diría que en general no. No es un tema comercial: las escritoras solemos vender mucho, y la industria lo sabe. El problema es que nos cuesta mucho más que a los escritores ser tratadas con respeto por la crítica y el mundo académico. Ahí es donde está el meollo de la cuestión: en el prestigio.
-Madrid ha nombrado este mismo martes hija predilecta a Almudena Grandes, con el voto en contra de Vox. El mismo alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida, se preguntaba a principios de año si "el personaje lo merece"...
-Creo que en este caso las reticencias tienen más que ver con el compromiso político de Almudena. Siempre fue una mujer de izquierdas, del PC, y al alcalde de Madrid, a su grupo y a Vox eso les da sarpullido, olvidándose de su inmensa categoría como escritora.
-¿Seguirán las nuevas generaciones de escritoras teniéndolo difícil para llegar hasta lo más alto?
-Espero que no, sinceramente, pero no deberían creérselo demasiado. Yo, cuando empecé a publicar en 1993, creía que esas cosas ya no pasaban, y me he llevado grandes y muy desagradables sorpresas. En los asuntos de feminismo, tenemos que estar siempre alerta, porque en cuanto nos despistamos, nos clavan el puñal por algún lado.
-En cuanto a la literatura, no cree tampoco que esta pase por un gran momento, entre otras cuestiones, por la rapidez con la que un libro se vuelve caduco. ¿Es insostenible la cantidad de obras que salen cada día al mercado?
-Cuando digo eso, no me refiero a la literatura en general, sino a la novela en particular. Pero probablemente es algo subjetivo y no objetivo. Lo que sí es objetivo es que la industria del libro en España en este momento es insostenible. Eso pienso, como escritora, lectora y editora (que también lo soy). Pero de momento a las grandes editoriales les funciona bien así, de manera que supongo que seguirá. El libro ahora mismo es considerado por el mercado un objeto más de consumo y de entretenimiento. Se ha perdido la vieja “sacralidad” de la literatura, esa idea de que un buen libro es aquel que de alguna manera te cambia la vida. En el mercado actual, un buen libro es simplemente aquel que se vende mucho. Además, si eso no ocurre en el primer mes, ya no tiene oportunidad. Esta manera de funcionar es mala para todos.
-Su último libro, Quiero escribirte esta noche una carta de amor, fue publicado en 2019. ¿Ha sentido presión desde ese mismo instante por tener que producir nuevo contenido?
-No he sentido ninguna presión, la verdad. De hecho, han pasado cuatro años y no he publicado nada. La verdad es que yo nunca he vivido esa presión. Claro que tampoco la hubiera aceptado. Nunca he sido escritora de un libro al año, me tomo mi tiempo y solo me pongo a escribir —novela o ensayo, da igual— cuando realmente lo necesito.
-Por otro lado, asegura que se atreve a escribir casi de cualquier cosa, salvo de poesía. Pero, dejando a un lado los géneros literarios, ¿hay alguna línea roja que nunca cruzaría como escritora?
-¿Yo he dicho eso…? No sé, quizá lo he dicho de broma en algún momento, pero la verdad es que no me imagino escribiendo sobre infinidad de temas de los que no sé nada. Y sí, hay líneas rojas que nunca he cruzado, claro. La más importante para mí, como ya he dicho antes, es no escribir nada que no sienta necesidad de escribir. Creo en la inspiración y en la pasión, no soy eso que se llama “una escritora de oficio”.
-¿Y cuánto hay de usted en los libros que escribe?
-Todos los libros que he escrito tienen que ver con lo que soy, con el mundo que me interesa o inquieta. En cada uno de ellos me he dejado mucho de mi propia piel, claro. Pero tal y como yo concibo la literatura, es lo lógico.
-¿Qué aprendizaje ha sacado de todas las mujeres de las que ha escrito?
-Me han dado mucha fuerza, muchas ganas de seguir adelante a pesar de todos los inconvenientes. Los que ellas vivieron fueron mucho mayores que los míos, pero la mayor parte de ellas resistieron. Son mis heroínas.
- ¿Y de su breve paso por el periodismo y la televisión, alguna enseñanza con la que se quede?
-Sí, que ese no es mi mundo. No tengo ni vocación ni mentalidad de periodista. También me reforzó en mi rechazo total a la cosificación de las mujeres, algo que se da mucho en la televisión, pero también en otros muchos ámbitos. Eso me hizo sufrir mucho, pero lamentablemente es una realidad que sigue estando ahí.
-Hace décadas los periodistas le preguntaban con cierto reparo si se consideraba feminista. ¿Ha cambiado en esto sí, el tono de los medios?
-Sí, desde luego. Hace años me lo preguntaban con miedo a que yo me sintiera ofendida. Parecía que el feminismo era algo que solo defendían unas pocas mujeres, en general masculinizadas en su aspecto, lo cual no era mi caso. Ese ha sido un prejuicio atroz contra las feministas que ha durado mucho. Afortunadamente, las cosas han cambiado, y muchísima gente, mujeres y hombres, han comprendido que el feminismo es una manera extraordinaria de entender el mundo y un medio único para cambiarlo. ¡Y muy necesario!