ALICANTE. No puede ser una coincidencia que la imagen de la dignidad en el Mediterráneo sea la de mujeres jóvenes y valientes, las capitanas Pia Klemp y Carlota Rackete, a los mandos del Iuventa y el Sea Watch 3, dos de los barcos que han tomado el relevo a las marinas oficiales que han abandonado a su suerte a los migrantes a la deriva del mar interior, o Esther Camps, patrona de lancha rápida del Open Arms, el barco de la ONG catalana Proactiva Open Arms. Dos de ellas ya han sido detenidas por el gobierno italiano de Salvini, en su papel de sheriff a sueldo del cacique del lugar.
Cárcel y represión, dos ejes fundamentales en la vida de la activista Angela Davis, que con solo 28 años publicaba su autobiografía en 1974, mujer joven y valiente que no ha cejado, desde entonces, en poner su figura pública a disposición de cada movimiento por los derechos civiles, la libertad, la solidaridad y la igualdad. Incluida en la lista de los más buscados por el FBI en los años sesenta, por orden de J. Edgar Hoover, fue condenada a muerte en 1972, acusada de asesinato y secuestro. La sentencia fue retirada un año después gracias a la intensa movilización internacional, convirtiéndola en un símbolo de la lucha por los derechos civiles de los hombres y mujeres de color, en pleno estallido de los luchas raciales en Estados Unidos. Miembro del Partido de las Panteras Negras (Black Panther Party), y profesora del departamento de Historia de la Conciencia en la Universidad de California en Santa Cruz, su línea de pensamiento fue evolucionando hacia posiciones feministas cada vez más firmes, convencida de que la igualdad racial iba en paralelo a la paridad de derechos entre hombres y mujeres. "El feminismo no es sólo una estrategia para superar la opresión basada en el género, sino también contra el racismo, el fascismo, el materialismo o la opresión económica", dijo en una de su última visita a España, a finales de 2018. Consciente de la potencia de su imagen, no fue hasta finales de los años noventa que hizo pública su condición de lesbiana, acción que había evitado hasta el momento, convencida de que los potentes medios al servicio del poder iban a utilizar el estereotipo de mujer negra, lesbiana y de izquierdas, para menoscabar el impacto de su acción política.
En 2016, coincidiendo con el 50 aniversario de la creación de los Panteras Negras, la editorial Capitán Swing recuperó la traducció que Esther Donato había hecho de su Autobiografía, en el año 1977, para la editorial Grijalbo, precedida de un prólogo de Arnaldo Otegi, al que la propia Davis había intentado visitar en prisión, sin éxito, convirtiéndose en un long seller de éxito.
“En un principio, la idea de escribir este libro no me atraía demasiado. El hecho de publicar una autobiografía a mi edad podía parecer un acto de presunción y, además, pensaba que al relatar mi vida, al hablar de mis actos, de mis ideas y de las cosas que me habían sucedido, adoptaba una postura de superioridad, como si diera a entender que no me consideraba igual a las demás mujeres -a las demás mujeres de raza negra- y que por ello tenía que explicar cómo era”. Con este inicio, haciendo uso del topos clásico de la captatio benevolentiae, Davis demostraba que no sólo nos encontrábamos ante un texto testimonial, sino con un trabajo literario de gran calado, que convierte su lectura no sólo en un acto militante y el conocimiento de hechos históricos relevantes para la modernidad, a través de la experiencia vital de una de sus actrices principales, sino en un goce estético en sí mismo. Sirva de ejemplo el siguiente párrafo:
“Giré bruscamente a la derecha, hacia el estacionamiento del supermercado, pero el casero giró detrás de mí. Me metí en el primer hueco que encontré, salí del coche y, cuando iba a echar a correr hacia la tienda, vi que estaba esperando, al volante de su automóvil. Para llegar al supermercado, tenía que pasar por delante de él. Respiré hondo y decidí hacerlo, corriendo. Pero él reaccionó deprisa, casi lo bastante como para atropellarme. Por suerte, me eché atrás a tiempo y el parachoques solo me rozó. Corrí hacia la tienda. [...] Pensando que los comunistas podían ‘lavar el cerebro’ a la gente, y confundiendo lavado de cerebro con hipnosis, se había convencido a sí mismo de que yo podía hipnotizarle y obligarle así a actuar contra su voluntad”.
Cuantas más lectoras y lectores tenga la Autobiografía de Angela Davis, más ejemplos de mujeres y hombres jóvenes y valientes encontraremos en las portadas de los diarios, haciendo frente a las políticas represivas y las limitaciones de derechos que están empezando a ser tendencia en Europa y el mundo.
“Señores del jurado”, apelaba Davis en el alegato ante los miembros del Jurado, en 1972, “... resulta comprensible que el señor Harris quiera sacar partido de mi condición de mujer, pues en esta sociedad se da por supuesto que las mujeres actuamos solo movidas por nuestras emociones y pasiones [...]. Yo no había previsto que aquellas observaciones iban a causar tan buena impresión en varias mujeres del jurado… Cuando hablaba del carácter machista de la tesis de Harris, algunas de las mujeres movieron la cabeza en un gesto de aprobación y mostraron una expresión de interés. También ellas habían sufrido aquella experiencia: en realidad, por el simple hecho de ser mujeres se les había acusado también a ellas de actuar irracionalmente, de modo puramente emocional e ilógico”. 47 años más tarde, este argumento se ve reflejado en actuaciones de las autoridades que mantienen en prisión a Carlota Rackete y Pia Klemp, en una perversa reconstrucción de la teoría del eterno retorno nietzscheana.