VALÈNCIA.- En 1929, los espectadores hacen cola por ver La expiación del Dr. Fu Manchú (Rowland V. Lee), la última adaptación del personaje de Sax Rohmer. A diferencia de lo que ocurre en las novelas, aquí el tres veces doctor es un chino la mar de simpático que ayuda a los occidentales (sobre todo a niños) a huir de los desmanes que provoca la Guerra de los Bóxers. Pero la bala de un cañón británico mata, por error, a su familia y el hasta entonces pacífico galeno jura venganza. Apenas tres años más tarde, llega a las pantallas La máscara de Fu Manchú (Charles Bradin y Charles Vidor), protagonizada por Boris Karloff, en la que el oriental es un genio del mal, que actúa por el placer de dominar el mundo. ¿Qué ha pasado para explicar tal cambio?
Para entender lo ocurrido, el escritor e investigador valenciano Pedro Porcel alude al crack del 29, que hizo aflorar los miedos de una sociedad y dio lugar a un tipo de cine que antes no existía: el terror. Esta es la tesis de su último trabajo: Cine de Terror 1930-1939. Un mundo en sombras (Ed. Desfiladero). En él, mientras disecciona los títulos más importantes de la época, explica como en las década de los 20, el terror como tal no existe, aunque alguna película pueda considerarse precursora del género.
Pero si el crack del 29 sacó lo peor de la gente, otros elementos se conjugaron en una especie de tormenta perfecta que hizo que el terror se convirtiera en uno de los géneros favoritos del público. El ascenso del nazismo en Europa llevó a toda una legión de profesionales del cine (directores, actores, guionistas, técnicos...) a buscar trabajo en Hollywood, donde se toparon con un jovencísimo Carl Laemmle Jr. que acababa de heredar de su padre los estudios Universal y estaba abierto a cualquier proyecto por innovador que fuera.
Así, tras los éxitos de Drácula (Tod Browning, 1931) y El Dr. Frankenstein (James Whale, 1931), la gran pantalla empezó a poblarse, primer de monstruos, y luego de personajes que pondrían los pelos de punta a cualquiera. Todo fue muy bien hasta que la puesta en marcha del Código Hays de censura, y el agotamiento del modelo (que había nacido con pretensiones autorales pero pronto se convirtió en una sucesión de clichés) puso fin a la época dorada de este tipo de cine... hasta que años más tarde volvió con energías renovadas.