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el sur del sur

San Vicente, 2001

  • El alcalde de San Vicente, Jesús Villar.
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El pasado mes de julio, en plena desescalada, como ahora, ya escribí que la comarca de L'Alacantí se va a convertir en el posible campo de batalla en el que puede fructificar tan añorado deseo de Pablo Casado y de Carlos Mazón, la reunificación del centro-derecha. Entonces, se había celebrado las elecciones de Euskadi, en el que la unión de PP y Cs no había dado los resultados esperados; ahora, ocho meses después tenemos otros dos nuevos elementos, que suman a lo ocurrido a lo largo de este tipo, que pueden acelerar o no esa unión, fusión, absorción, cierre por derribo, o cómo ustedes le quieran llamar la supervivencia del proyecto proyecto de Ciudadanos. La crisis política que vive el PSOE de San Vicente del Raspeig (con siete ediles enfrentados al alcalde), o la moción de censura de PSOE y Cs en la Región de Murcia.

Quizás sea exagerado poner los dos acontecimientos al mismo nivel, pero el desgaste que puedan generar en los próximos meses conduzca a ello: lo de Murcia porque sea (o pueda ser) el principio del fin de la formación naranja; lo de San Vicente, porque sea otro ejemplo de mala gestión o intervención tardía, como lo fue en su día lo de Teulada y la moción de censura. Lo de transfuguismo y el PP ya sabemos como funciona.

De Murcia ha corrido y correrán ríos de tinta, y veremos cómo acaba y cómo se liga a lo de Madrid y al resto de la política nacional. Pero lo que nos atañe, por cercanía, y por el futuro político de la Comunitat Valenciana, es la comarca de L'Alacantí: existe una igualdad enorme entre socialistas y populares en cuanto a resultados electorales, y quien atraiga la tarta del electorado de Ciudadanos, puede afianzar o recortar posiciones en próximas citas electorales.

El ejemplo es y será lo que pase en el municipio de Sant Joan d'Alacant, como he reiterado en múltiples ocasiones. Gobiernan PSPV y Ciudadanos, y en junio debe alternarse la Alcaldía: el naranja Santiago Román y el futuro que depare su nuevo equipo de gobierno será una clave importantísima. Si no se ha producido una moción de censura es porque socialistas de peso han convencido a una parte de Cs. Si Román rompe con el PSPV y elige PP como socio de gobierno (con las excepciones que todos saben), será el primer paso para la vuelta de aquellos que se fueron ahora hace seis años. Teodoro García-Egea ya ha abierto las puertas: falta ver quién entra.

Lo de San Vicente es porque comienza aparecerse a lo ocurrido en 2001, cuando cuatro regidores socialistas suscribieron un voto de censura contra su propio alcalde y le dieron el poder al PP. El nexo común es el mismo: José Gadea; entonces en primera línea, ahora moviendo los hilos de detrás del telón. La diferencia es que el aparato del PSOE es hoy más fuerte, pues gobierna en València y Madrid, y que no sabemos las verdaderas intenciones de los siete kamikazes; las de Gadea, sí: hundir el barco. Bueno, la de algunos sí que las sabemos -la conversaciones de los grupos de whatsapp destapadas por Alicante Plaza les delatan-: el cabecilla quiere, pero tiene, según sus propias palabras, un miniejército de dóciles que no se atreve a plantarles cara a su alcalde o sus socios de gobierno, entre ellos, Albert Bevià, ahora en EU, que ya vivió la humillación de 2001 en primera persona. Al alcalde también se le puede pedir más cintura y magnanimidad, pero llueve sobre mojado, y después de las conversaciones desveladas, se le hace duro, al hombre.

Cómo acabe lo de San Vicente a lo largo de estos meses o años, también será clave para esa reunificación del centro-derecha. La ciudad tiene más de 50.000 habitantes, y es un mordisco muy apetitoso. San Vicente y Sant Joan pueden ser un cocktail perfecto mientras en València se fuman un puro.  En 2001, en San Vicente, ese cocktail se dio con las actores (y tendencias) cambiados: el PSOE era una ruina, y el PSPV, una gestora.

O alguien pone orden en el desaguisado sanvicentero (que tiene visos de mal arreglo porque lo motivan los despechos personales), o los socialistas sólo podrán lamentarlo, como ha sucedido en Murcia, o en Teulada. La otra vez, la pena duró 14 años.

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