CASTELLÓ. Está a punto de cumplir dos décadas subido al escenario y paseando el nombre de Castellón por el mundo. El barítono Pedro Quiralte acaba de desembarcar en el Teatro Marquina de Madrid para representar Rigoletto, en primer término, y la semana que viene clausurar el festival de verano en la capital con La Boheme. Tras unas primeras funciones “que han ido especialmente bien”, se encuentra unos días de descanso en la capital de la Plana para ver a la familia y a los amigos antes de volver a Madrid.
La particularidad de su incursión en este festival de verano está en la producción de ambas óperas, que no llegan a escena en su versión tradicional sino en lo que se ha denomiado ópera garage, una fórmula cuya andadura está plena de fuerza y que no es otra cosa que una singular idea de adaptación libre de títulos operísticos populares. La propuesta nació con el propósito de acercar un espectáculo caro por naturaleza a un público nuevo, más amplio, que puede animarse a probarlo contando con voces de primer nivel, como es el caso de Pedro Quiralte, a un precio más asequible.
-Con solo una semana de descanso, ¿cómo consigues preparar el papel de La Boheme?
-Hay tiempo de sobra porque este personaje forma parte de una de las óperas que más tengo en repertorio y en voz. De hecho, las dos que llevo a escena estos días en Madrid son, junto a Don Pasquale, L’Elisir d’Amore y El Barbero de Sevilla, las que más conozco.
-¿Cómo preparas los papeles que, como acabas de comentar, conoces a la perfección? ¿Cuál es el reto al que te enfrentas en esas circunstancias?
-Cada cantante es de una manera. En mi caso, tardo más en preparar un papel que he cantado muchas veces que no en preparar un rol que no he interpretado nunca. Las funciones son como una batalla o una pequeña guerra. Puedes estar estupendo, puedes tener un catarro, puedes no haber dormido bien esos días, puede que la novia, el novio o el gato te haya dejado... No sabes cómo vas a llegar al estreno pero hay una memoria muscular y psicológica que sí recuerda las cosas. Yo limpio el rol, lo dejo lo más fiel al compositor que puedo y a partir de ahí entrego el barro que te ha quedado en manos del director de escena y del director musical. En este caso tengo la suerte de que el maestro Miquel Ortega, a quien adoro y admiro, esté al frente de la dirección musical.
-¿El director de escena y el director musical tienen mucho que decir cada vez que te enfrentas a una producción?
-Si. Los cantantes somos meros transmisores de lo que ha compuesto el compositor y lo que quieren el director de escena y el musical. Los intérpretes somos los que tenemos que amoldarnos a las órdenes de los maestros. La visión del director es, ciertamente, fundamental. En este caso, el maestro Ortega es fiel puro a lo que escribió Verdi, y es un gran conocedor del compositor. A mi, personalmente, me encanta poner en escena este Rigoletto con él porque sé que estoy haciendo una versión muy cercana a lo que en su día pensó Verdi.
Los cantantes somos meros transmisores de lo que ha compuesto el compositor
-Este Rigoletto y esta Boheme que subís a escena en Madrid son muy particulares. No son las óperas convencionales que conocemos.
-Representamos la versión de Emiliano Suarez, que es arriesgada, nueva, moderna, cosmopolita y underground. Tiene los rasgos propios de la ópera garaje, un fenómeno operístico del siglo XXI que está arrasando y que creo que todo el mundo al menos una vez debería ver y luego decidir si le gusta o no le gusta.
-¿Cómo podrías explicarnos qué es la ópera garaje?
-Es llevar a Rigoletto o a La Boheme al siglo XXI y hacer una producción actual dentro de toda la psicología que Verdi o Puccini querían. Es muy importante porque estás haciendo una adaptación al nuevo público, estás intentando enamorarle. El otro día en Madrid pudimos comprobar desde el escenario que la gente que nos estaba viendo era un público que no conocía el mundo de la ópera. Eso se percibe y, claramente, es muy bonito darte cuenta que has conseguido llevar a esa gente al teatro a ver de cerca una ópera.
-¿Es un instrumento de acercamiento de la ópera al gran público?
-Es una herramienta muy útil y práctica para acercar la lírica a las personas que piensan que es algo de la época de nuestros abuelos. La ópera es muy actual y está muy de moda, pese a lo que piensen muchos.
-No es fácil romper esa barrera o esa etiqueta que tiene la lírica de ser algo elitista, ¿verdad?
-Voy a cumplir 20 años en los escenarios y doy fe de que cuesta mucho romper ese hielo. No comparto ese punto de vista porque además de cantante de ópera soy melómano. He de reconocer que soy, ante todo, un enamorado de la ópera. Para mi es el espectáculo por antonomasia, la más grande de las artes. Yo invitaría a la gente que nos lee a que le diera una oportunidad a una ópera de repertorio como pueda ser Lucía de Lammermoor o Don Giovanni para llegar luego a Tchaikovsky. Si la gente se acercara un poquito más se daría cuenta de que la ópera es más actual, más palpable y está más en la vida de cada persona de lo que se imagina. La ópera está en anuncios de televisión y en melodías que escuchamos constantemente; no está en la vitrina del teatro.
-Algo de responsabilidad tendrán también las administraciones públicas y las instituciones que programan los espectáculos culturales en las ciudades de ese distanciamiento. Si se pudiera ver con asiduidad ópera en Castellón o Alicante sería todo más fácil.
-Castellón tiene una carencia muy grande de ópera en los últimos años. Cuando digo muy grande significa que no ha habido ninguna. En mi memoria tengo recuerdos preciosos cantando aquí L'Elisir d'Amore, Rigoletto, Don Giovanni, temas de Rossini o zarzuela. Y eso fue gracias al maestro Rafael Lloret, quien supo enfocar esa ilusión melómana y hacerla realidad. Pero él falleció y justo ese momento coincidió con laa idea de centralizar toda la ópera de la Comunitat en el Palau de les Arts. Espero que ahora el foso se vuelva a abrir y que dejemos atrás esa corriente o moda política que no hizo bien al resto de escenarios que no eran Valencia. A mí, personalmente, me encantaría volver a cantar una ópera en mi casa, en Castellón. Esta ciudad es la única ciudad en el mundo en la que se me ha dicho que no, y ojo, no hablo ni del Auditorio ni del teatro, y por cariño y elegancia no diré más.
Espero que ahora el foso se vuelva a abrir y dejemos atrás esa corriente o moda que no hizo bien al resto de escenarios que no eran Valencia
-Tengo la suerte de cantar todos los años la Gala de Reyes gracias al Real Casino Antiguo, que es la única entidad que durante los años de sequía lírica ha apostado y trabajado para que Castellón tenga la gala benéfica tradicional. El que fuera presidente del Casino Marco Esteve y el actual, Francisco Jauregui, han creado, impulsado y patrocinado espectáculos de lírica para el público castellonense.
-Has mencionado antes la zarzuela, que es un género que no se programa demasiado pese a que cuando se anuncia un espectáculo llena teatros y es un disfrute enorme para el público.
-Es que es una maravilla. La zarzuela es menos casposa de lo que la gente cree. Lleva adherida esa etiqueta, es verdad, pero nosotros tenemos la responsabilidad de que no continúe así. La mayoría de nuestra zarzuela forma parte de una composición romántica, hasta el punto de que los compositores se formaban en Italia. Eso es romanticismo puro y es una delicia. Yo, por mi instrumento, no soy muy zarzuelero, pero sí que me gustaría hacer incursiones en la zarzuela.