Hace tiempo que una serie de gestos del Sr. Presidente del Gobierno me vienen inquietando. El hecho de que comenzara a dirigir y controlar los procesos electorales en las distintas autonomías, vinculando las candidaturas del partido en las distintas autonomías a los ministros de su gobierno, ha sido uno de esos significativos momentos que marcan para mí una preocupante concentración de poder en manos del Sr. Sánchez Castejón. Ha hecho realidad la cuadratura del círculo: las tan invocadas primarias han sido innecesarias y sus candidatos han pasado a disfrutar de las correspondientes ejecutivas con votaciones a la búlgara. Tan es así que se daba cuenta de unas elecciones en la Comunidad Valenciana en el diario El País, reconociendo al ganador, Sr. Bielsa, pero en términos de “resultado muy apretado”, “escaso margen de solo 33 votos”, “a pesar de no contar con el favor de”.
¿Por qué me preocupa esa concentración de poder en unas solas manos? Hace tiempo, mayo del 2021, que cerraba unas reflexiones ("El verdadero peligro") sobre las elecciones a la Comunidad de Madrid en El Cuaderno con estas palabras: "Así pues, que hayan perdido una vez más el gobierno de Madrid no es tan significativo. Pero es crucial que su forma de gobernar, de mentir, de decir y de desdecirse, de interferir en la sociedad, acabe favoreciendo el castigo a una corriente de reflexión que ha sido determinante de la conformación europea: la socialdemocracia. La pérdida de legitimidad moral se gana al bajo precio de agotar los días en urdir estrategias de poder y de olvidar atenerse a la verdad al exponer los problemas de nuestra sociedad y las soluciones que se arbitran para corregir o atenuar esos problemas. En ocasiones puede ser imprescindible pedir un esfuerzo para fraguar alternativas para quienes no las tienen. Pero en tal caso, hay que tener autoridad moral para que el país responda en positivo". Mantengo con valor de hoy este análisis y reitero algo fundamental: La legitimidad moral es precisa para gobernar. (El redactor de El Cuaderno publicó aquel artículo con una foto del Sr. Ábalos en la sala de prensa del PSOE). Los hechos avalan la reivindicación de principios: La legitimidad moral es imprescindible; nada puede sustituirla.
Después hemos conocido, el 16 de septiembre de 2024, la voluntad del Sr. Presidente de "gobernar con o sin el concurso del parlamento". El propósito me asusta porque lo dice alguien que sabe lo que es una democracia parlamentaria en la que el poder legislativo es vital. Este propósito de nuestro Presidente ha de traer consigo un desplazamiento de la actividad política a otras instituciones y, al producirse ese desplazamiento, aún se trastorna más la democracia parlamentaria. Un ejemplo del desplazamiento lo tienen muy claro: las negociaciones en Suiza con Junts y el mediador salvadoreño.¿No ha trastornado y trastocado la actividad parlamentaria? Tan tentador es el proceso de desplazar la actividad política hacia lugares en los que se controle el resultado, que ya no se para en límites. Hemos tenido que leer en el diario El País (17 de marzo) que el Sr. Presidente respalda y, por supuesto, ha organizado el mecanismo que le debe permitir "adueñarse de un medio de comunicación independiente". Esperamos que la sociedad se autoproteja y que la dirección de Prisa evite su conversión en un instrumento puro y duro que manejaría el Sr. Sánchez Castejón y quienes le protegen, logrando a la vez estimables beneficios. ¿No asusta el deseo de concentrar tanto poder en unas solas manos?
Tengo una imagen en mi cabeza que no puedo disociar del Sr. Sanchez y de sus declaraciones: la del amasijo de cuerpos tirados al pie de la valla de Melilla. A esa imagen hoy se une esta otra: la de un Presidente que nos traslada la necesidad de invertir en un empresa privada para protegerla de manos e intereses extraños. Y ahora vemos que esa misma empresa, cambiada la dirección de la misma, interviene para hacerse con la dirección de Prisa, esto es, para ejecutar proyectos deseados por el Sr. Pesidente quien está tan mediatizado por los bulos que es capaz de convertir un delito o un descarado trato de favor en un bulo.
Sigo considerando que "verdadero peligro" no es que Sánchez pierda unas elecciones que no desea hacer por temor a perder el poder, sino que las pierda cuando ha logrado la mayor concentración de poder en sus manos. Lo que se hundirá no es un gobierno. Lo que se vendrá al suelo será un partido que se ha dotado de una fortaleza equiparable a la de un castillo de naipes. Y eso no sólo será responsabilidad de Sánchez, sino de cuantos le han aplaudido sin exigirle recuperar los valores sobre los que se ha articulado la Constitución. A quienes no le hemos aplaudido nos quedará el consuelo de lamentar una vez más que los que aplauden con fervor el desplazamiento de la actividad política del Parlamento creyeran ver que estaban ante una fortaleza, cuando se estaba ante un castillo de naipes, tan frágil como el que construíamos en nuestra infancia sobre la mesa camilla.