Publicado: 09/10/2025 ·06:00
Actualizado: 09/10/2025 · 06:00
  • Pynchon & Co
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Siempre al día de las últimas noticias

Ya dijo Lipovestsky que vivíamos en la sociedad del vacío, en el mundo de las apariencias huecas que reflejan las propias paradojas de nuestra realidad. Si el hombre es incoherente en sí mismo, si ese contrasentido existencial no es más que una tara propia de nuestro primitivo pecado original, hoy adoramos a esa bestia haciendo alarde de nuestras propias incoherencias.

 

Vemos a homosexuales manifestarse a favor de un régimen islamista e intolerante. Asistimos a apologías del machismo de quienes dicen defender a la mujer. Sufrimos la censura e intolerancia de los que enarbolan la bandera de la libertad. Cada día tiene su afán y cada día tiene su causa por la que luchar. El humano posmoderno es consumidor de determinadas luchas seleccionadas en el buffet libre del altruismo para blanquear su conciencia, para encontrarse en un mundo que está perdido en sí mismo. Todas las defensas a ultranza de una consigna tienen todas las marcas del mismo artesano, están proyectadas sobre el mismo cuño, moldeadas no con calor sino con la gélida frivolidad del que hace lo contrario de lo que promulga.

 

La librería 80 Mundos ha sido la víctima de esta nueva remesa de materias primas capitalistas. Cuando salió la noticia de que se veía abocada a cerrar por circunstancias adversas y ajenas a su voluntad, todos sacaron el hacha que corta los árboles con los que se hacen las hojas de los libros que mucha de esa masa enfurecida no acostumbra a leer. Proliferó en el ambiente una incógnita trasformada en un sentimiento de indignación: ¿Cuántos de los que han llorado por el coma espacial de 80 Mundos han comprado un libro allí en el último año? O, mejor aún, ¿cuántos de esos compraban los libros en Amazon en lugar de en el comercio local? Es como si te indignas porque cierra la frutería de debajo de tu casa, pero llevas años sin pisarla porque prefieres los paraguayos del pakistaní de la esquina. De momento no hay librerías baratas regentadas por pakistaníes, pero ya hay librerías que no están regentadas por nadie. Bueno, sí, por el algoritmo.

 

Todo el mundo se ha volcado con 80 Mundos, valga la redundancia. Ahora que ya tiene local, una anestesiada calma tensa sobrevuela la península de las casas vacías. Pocos han reparado en el hecho de que si bien es cierto que es una alegría que sobreviva la librería cincuentenaria, es una tragedia que haya quedado en suspenso la librería Pynchon & Co. Se erige así la otra entidad literaria de cabecera en la ciudad como una suerte de sacrificio a los dioses de la cultura, que han hecho la vista gorda ante el coma de la librería.

 

No han reparado en que estamos en las mismas, que aunque 80 Mundos siga vivo, la oferta comercial-cultural de nuestra ciudad se ve diezmada. Lo cierto, es que nunca les ha preocupado que una librería cierre; lo único que ha generado inquietud es defender una causa, como cuando se manifiestan a favor de Gaza sin saber situar la franja en el mapa.

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