Siempre digo que los estudiantes de bachillerato tienen una jornada laboral mayor que la de los profesionales. Cuando un chaval del instituto termina su horario lectivo todavía le quedan las labores hercúleas representadas por los tediosos deberes. En cambio, cuando un adulto termina su horario laboral puede en muchas ocasiones cerrar el portátil y olvidarse de las tareas hasta el día siguiente. Es una de las cosas que tiene nuestro sistema educativo, uno fundamentado por la misma máxima que sustenta el sistema laboral español: que más es siempre más. Creemos que trabajando más horas seremos más productivos, y no, pensamos que teniendo más horas de clase estaremos en los mejores puestos del informe PISA, y no.
Alberto Núñez Feijóo dijo hace unos días, dando carne a la serpiente de verano, que las vacaciones estaban sobrevaloradas, deconstruyendo aquella refutación de Derecho a la pereza que promulgó Cristina Cifuentes en tiempos de Rajoy cuando dijo aquello de que las vacaciones no eran un derecho. Feijóo ha cometido el mismo error que su colega, no ha estudiado la historia reciente de las paridas políticas, le debió de pillar aquel comentario en su oasis gallego del que todavía se pregunta si debió emigrar.
A propósito de la controversia, José Peláez en ABC se preguntó si un político debería coger vacaciones. Aseguró que, en el caso de un dirigente, no tiene un trabajo normal, y que tiene una responsabilidad mayor que la de un simple mortal sin cargo político alguno. Cuando leí la columna sentí un poco de solidaridad y caridad cristiana por Pedro Sánchez, uno de los aludidos. Sin embargo, cabría destacar que, en realidad, en pequeños matices parciales, mi colega tiene razón. La tiene con un asterisco porque creo que ese bloqueo vacacional debería ser excepcional. De la misma forma que el alumno perezoso o que no ha conseguido aprobar las asignaturas en tiempo y forma necesita usar parte de su verano o incluso quedarse sin vacaciones para preparar los exámenes, los políticos que no hayan realizado sus cometidos con la diligencia apropiada deberían sacrificar el tiempo estival como penitencia acorde a su responsabilidad.
Me viene a la cabeza Carlos Mazón. ¿No debería quedarse a trabajar un hombre que no supo estar a la altura en las circunstancias que inundaron los pueblos de Valencia en octubre de 2024? La reconstrucción no entiende de descanso, la gente que hoy no tiene casa por culpa de la Dana seguramente no pueda disfrutar de unas vacaciones porque su vida se paró entonces. Tampoco deberían cogerse vacaciones aquellos que no hicieron lo necesario por construir los medios logísticos que podrían haber evitado la tragedia. Ni que decir tiene que nuestro presidente del Gobierno tampoco debería haberse cogido vacaciones en ese Parador no oficial a su disposición por su rango presidencial. No estuvo fino a la hora de elegir a sus manos derechas, su descuido imprudente y kamikaze ha puesto en tela de juicio a nuestras instituciones. No debería escatimar en su tiempo para recuperar la confianza perdida, una que no se restaura reflexionando ni escribiendo cartas de amor a la ciudadanía.
Las vacaciones además de un derecho son un premio por un año de trabajo y hay algunos de dirigentes que no han usado lo que les exigía su responsabilidad.