Género. Género. Género. Este es el porqué del 25N. También del 8 de marzo. Lo que el feminismo alerta es que las desigualdades y agresiones que las mujeres sufrimos en todo el mundo responden a una condición a la que el sistema machista nos atribuye un lugar inferior. En algunos lugares estos abusos están respaldados por la ley, en otros sobreviven a pesar de los avances en la legislación. Pero, en todos lados, el común denominador es que las mujeres padecemos esta discriminación por el hecho de serlo.

Y cuando las marginaciones y las violencias no son consecuencia de fenómenos fortuitos, cuando se producen como consecuencia de las estructuras sociales, entonces la única manera de combatirlos es desarticulando todo ese sistema injusto e injustificable. Señalar el machismo y advertir de la desigualdad de género es el único camino para desmontar el problema original.

Pero como hablamos de una de las desigualdades más arraigadas y antiguas del planeta, nos enfrentamos a un fenómeno normalizado, asentado y e incluso aplaudido. De aquí que la tarea de identificar la discriminación, desarmarla y proponer fórmulas justas, aquello que llamamos deconstrucción, nos lleve costando más de dos siglos y, sobre todo, nos enfrente a resistencias feroces de quienes no quieren perder su privilegio.

En los últimos tiempos, estas resistencias, este machismo rancio, utiliza el argumento de que aquello del género es falso. ¿Por qué? Porque negar el problema de raíz es la manera de seguir perpetuando la desigualdad. Tan sencillo y escalofriante como esto. Como la violencia es algo mayoritariamente rechazado, los ultras, los fascistas de siempre, han articulado la ofensiva con una estrategia algo más disimulada, ocultar el problema estructural para intentar frenar a quienes reivindicamos la igualdad.

Y lo cierto es que está funcionando. Funciona porque hay quienes en los últimos años se han dedicado a normalizar los ataques a los consensos democráticos. Por eso en este 25N de 2025 tenemos que interpelar sobre todo a las fuerzas democráticas para que escoren el machismo y dejen claro, con contundencia, que continuar discriminando a las mujeres es un escenario imposible.

Cuando se instalan las medias tintas o cuando hay formaciones políticas, instituciones empresariales, medios de comunicación u otras entidades con altavoz que blanquean los discursos que niegan los conflictos de género, entonces le están diciendo a quienes quieren marginar, abusar o agredir a las mujeres que están legitimados para hacerlo.

Desde luego, nos urgen también otros retos más profundos, como el de hacer entender a la mayoría ciudadana que el feminismo nos beneficia colectivamente, que el principio de la igualdad nos sitúa a todos en una escala mucho más justa y humana, que ‘lo femenino’ es una manera de entender el mundo en el que la cooperación supera al desafío, que nos hace más libres y nos pone en el centro de una red que nos sostiene.

A un escenario donde la mayoría mejoramos nuestra posición, sólo pueden mostrar rechazo los pocos privilegiados de siempre. Los que están en contra de la igualdad de género y también en contra de la integración, de los derechos de las personas trabajadoras o de la diversidad sexual. Los que están en contra de la democracia, vaya.

Este 25 de noviembre tenemos la oportunidad de salir a las calles a defender lo que es justo. A partir de las 19 horas en la plaça de Baix las organizaciones feministas ilicitanas nos dan el espacio para hacerlo. No lo desaprovechemos.

* Esther Díez Valero es portavoz del grupo municipal Compromís en el Ajuntament d’Elx