Hace unos meses, en la ciudad francesa de Angers —con poco más de 158.000 habitantes, una población inferior a la de Elche— inauguraron la ampliación de su red de tranvía. La noticia pasó desapercibida aquí, pero refleja algo importante: muchas urbes de tamaño medio en Europa, desde hace décadas, están apostando por infraestructuras de movilidad de alta capacidad, que cohesionan el territorio y generan calidad de vida.
Elche, en cambio, sigue atrapada en un modelo que arrastra inercias del pasado. No somos una ciudad compacta, lo que nos penaliza en términos económicos y de eficiencia. A diferencia de Alicante, nuestra trama urbana se dispersa en pedanías, partidas rurales y diseminados. Eso dificulta cualquier planteamiento de movilidad pública eficaz. A ello se suma que el principal polo de empleo, el Parque Empresarial, se sitúan a más de diez kilómetros del núcleo urbano. Otros polígonos, como Carrús, aún estando situados en el borde de la ciudad, carecen de conexiones de transporte público adecuadas con el resto de la ciudad.
La paradoja es clara: mientras en otras ciudades similares se afianzan sistemas modernos de transporte público, en Elche se pone sobre la mesa la creación de un nuevo polígono industrial, de nuevo alejado del casco urbano, sin proponer alternativas al uso del vehículo privado, perpetuando la misma lógica: más distancia y, en consecuencia, más desplazamientos en coche. Un modelo que nos fuerza a la dependencia del coche. No usamos el coche por costumbre, como algunos dicen, lo usamos porque nos han hecho dependientes de él al no invertir en transporte público de calidad. Basta ver los cerca de 30.000 vehículos que acceden cada día al Parque Empresarial o la saturación continua de la A-7 para entender que la movilidad en Elche no es un asunto menor, sino estructural.
Algunos defienden que una eventual modernización del tren de cercanías entre Alicante y Murcia, sería suficiente para atender las necesidades de Elche. Pero no es así. El cercanías tiene un papel fundamental y debe mejorarse —algo prometido muchas veces con planes y más planes y nunca materializado— pero no es equivalente a un tranvía. Ese servicio está pensado para conectar ciudades no barrios o pedanías, además, la frecuencia de paso nunca podrá competir con un sistema tranviario moderno. Elche necesita ambas cosas: un cercanías digno que nos integre mejor en el eje regional y un tranvía que estructure la movilidad interna en el municipio y en nuestra área metropolitana.
Otras ciudades están demostrando que hay alternativa. Vitoria (250.000 habitantes) lleva más de 15 años con un tranvía que vertebra la ciudad y conecta barrios alejados. Tenerife, con su área metropolitana de tamaño parecido a la nuestra, apostó por dos líneas de tranvía que hoy superan los 60.000 viajeros diarios. Jaén (112.000 habitantes) está poniendo en servicio, por fin, su red tranviaria. Y en Europa, ejemplos como Anfers, Besançon o Friburgo confirman que no hace falta ser una gran capital para desplegar un sistema tranviario moderno, eficiente y transformador.
En Elche, el tranvía ha sido durante décadas una promesa recurrente. Aparecía en programas electorales, en titulares de campaña y en declaraciones de intenciones que nunca llegaron a traducirse en proyectos serios. En la última campaña, se habló incluso de un primer tramo que podría estar en marcha en esta legislatura - aunque la oposición actual insistió en que Elche no necesita tranvía. Hoy, sin embargo, el discurso es otro: se reconoce que no será posible ejecutar obras a corto plazo y se pone el acento en la necesidad de ir avanzando en trámites y convenios con la Generalitat. Esa moderación en los plazos puede ser comprensible en términos administrativos, pero genera la sensación de que Elche vuelve a quedarse a la cola. Sobre todo si miramos hacia Alicante, donde los millones de euros de inversión en su tranvía no han dejado de fluir incluso en los últimos meses, a pesar de las desgraciadas inundaciones de hace un año en Valencia.
Desde el Instituto ICIE planteamos hace más de un año una propuesta concreta y trabajada al detalle: la creación de una Autoridad Metropolitana de Transporte en Elche - AMTE y una red inicial de seis líneas de tranvía para nuestra área metropolitana. La idea no es levantar castillos en el aire, sino establecer un plan realista, escalonado y con visión de futuro. Un sistema que conecte el núcleo urbano con las pedanías más pobladas, como Torrellano o El Altet, y con las poblaciones vecinas como Crevillente, Santa Pola o Aspe. Además de conectar con la estación Elche AV, el Parque Empresarial y el aeropuerto. Y, por supuesto, con conexión con la red de Alicante ciudad. Pero eso si, que no dependa de las decisiones aisladas de un ayuntamiento o de promesas electorales, sino de una entidad como AMTE con capacidades de gestión y financiación estable. Y ello requiere de un acuerdo entre todas las fuerzas políticas ilicitanas para evitar que se modifique o anule cuando se produzca un cambio en el signo político que dirige nuestro consistorio. ICIE apoyará decididamente ese acuerdo político.
Un tranvía que recorra Elche no es un lujo, es una necesidad estratégica para la cohesión social, para nuestra competitividad económica y para la vida cotidiana de decenas de miles de personas.
En este tiempo, hemos visto cómo la propuesta ha despertado interés, debate y también escepticismo. Es normal: pensar en un tranvía en Elche suena ambicioso, incluso lejano. Pero precisamente porque lo es, requiere empezar ya. Cada año que se retrasa son más las dinámicas de movilidad dependientes del coche que se consolidan y más difícil resulta revertirlas.
La movilidad no es solo cuestión de tráfico. Es tiempo que perdemos en atascos, es competitividad para las empresas, es atractivo para estudiantes y visitantes, es calidad de vida para miles de personas que hoy no tienen alternativa al coche. Un tranvía moderno no resuelve todo, pero sí ofrece una base sólida sobre la que construir una ciudad más habitable y un área metropolitana más integrada.
Elche merece pensar en grande. Y pensar en grande, en este caso, significa asumir que el futuro no pasa por resignarse a la dependencia del coche, sino por una red de transporte público sólida, eficiente, segura y sostenible. El tranvía ya no puede ser la promesa incumplida de cada legislatura: debe convertirse en un proyecto compartido, abierto al consenso político y social.
Desde ICIE seguiremos insistiendo, porque creemos que el momento es ahora. Porque otras ciudades de nuestro tamaño ya han demostrado que es posible. Porque Elche necesita dar ese paso para no quedarse atrás. Y porque cada metro de vía que podamos planificar hoy es un metro de futuro para las próximas generaciones.
* Manuel Romero es presidente del Instituto ICIE. Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos