La política de los gobernantes se ha convertido en una carrera de salvoconductos, especialmente para aquellos que arrastran problemas. Pero tampoco hay que hacer previsiones: ya sabemos que esto da giros inesperados, sorpresivos e imprevistos. La política actual es resistencia y relato. Todo, menos admitir un error o emitir una disculpa. En todo caso, lo máximo a lo que llegan los dirigentes hoy en día es a pedir respeto por las decisiones de otros. Poco más.
Es la primera vez en mi carrera profesional que un líder político anuncia una crisis de Gobierno con casi dos meses de antelación, como ha hecho Mazón este viernes en Elche. Ni siquiera las salidas de diversos ministros del Gobierno de Sánchez por nuevas responsabilidades -véase el caso de Teresa Ribera o José Luis Escrivá- generaron anuncios o especulaciones. Fueron, en todo caso, relevos naturales o ajustes de competencias dentro del Ejecutivo.
Carlos Mazón acumulaba una mala semana en lo político: la carta de Maribel Vilaplana y el vídeo con audio de la reunión del Cecopi, donde se escucha a la entonces consellera de Emergencias, Salomé Pradas, dando instrucciones. Ambos testimonios suponen enmiendas importantes al relato del Consell sobre la gestión de la DANA. Pero ni siquiera eso. Mazón, cerrado a cal y canto, sin dar explicaciones ante la opinión pública.
Por eso debía ser Elche -una ciudad amable y bastante alejada de la maraña mediática de València- el lugar elegido para anunciar la futura remodelación del Consell, justo antes del acto del PP en Benidorm. Una decisión que busca ocupar titulares y, por tanto, desviar la atención sobre la epístola de Vilaplana y la nueva verdad sobre la hora punta del Cecopi del 29 de octubre. Mazón sabe que cada vuelta atrás hacia aquel fatídico día -del que aún quedan pasajes por resolver- es una enmienda a la totalidad de su actuación. Por eso lanza piedras sobre el río para ir pisándolas una a una, sabiendo que puede cruzarlas con seguridad y que, de momento, nadie se las va a discutir.
Hay varios elementos importantes respecto a los meses posteriores al 29-O. El primero: Feijóo, de momento, le presta su apoyo incondicional al barón valenciano. ¿Hasta cuándo? Como he dicho en reiteradas ocasiones, hasta que la jueza de Catarroja vea necesaria la declaración del molt honorable president como investigado y, por tanto, haga una exposición razonada ante el TSJ. Incluso me atrevería a decir que quizás ni siquiera hace falta ese paso: viendo, desde la distancia, cómo avanza la instrucción, el relato de las conclusiones será muy esclarecedor, incluso si hay reproches a la Confederación Hidrográfica del Júcar o a la Aemet.
Segundo: la irrupción de Francisco Camps como presidenciable al frente del PPCV. De momento, ha servido de excusa para que la dirección de Génova preste todo su apoyo a Mazón ante elementos que, desde la sede de Madrid, se perciben como desestabilizadores. Ante cualquier amenaza de desestabilización, apoyo al que gobierna, mientras se pueda.
Si uno se va al otro lado de la acera, al PSOE, podrá ver estos mismos ejemplos con una diferencia. El Gobierno de coalición lanza piedras para pisarlas con seguridad, pero a veces tiene que recular o someterse a derrotas parlamentarias. Y cada vez que hay novedades en un escándalo que acecha al presidente o al PSOE, se minimizan los efectos. Es decir, allí donde aparece el nombre de Pedro Sánchez, se podría poner el de Carlos Mazón, y viceversa. Cuando la marejada judicial acecha al líder socialista, hay cierre de filas, excepto Page, cuyo papel ejerce Camps en el PPCV. El objetivo, en ambos casos, es resistir hasta que las circunstancias lo impidan. Entonces, habrá elecciones o relevo de líder. Todo es vergonzoso, pero da igual. Antes defender lo indefendible, que asumir responsabilidades.
