No estaba la sociedad española con la mente puesta en el asunto del aborto con la gravedad (relativa, problemas del primer mundo) de problemas que padecemos: vivienda, empleo precario, saturación de la red eléctrica, infraestructuras ferroviarias que hay que renovar con urgencia, violencia juvenil, violencia de género, diagnósticos fallidos en el cáncer de mama, ascenso imparable de la ultraderecha....Uff, si sigo no paro. Todo hasta que la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso desoye el requerimiento del Gobierno de elaborar una lista de médicos objetores al aborto con posterior rectificación del mismísimo Núñez Feijóo.

“Váyanse a otro sitio a abortar” espetó la presidenta a la bancada de la oposición, especialmente a Sumar. ¿A dónde?: a las clínicas privadas para que hagan su peculiar agosto, opinan los muy malpensados. A mí personalmente no me gusta la práctica del aborto salvo en casos extremos con la de familias que estarían dispuestas a adoptar, me educaron así, lo siento, pero albergo un profundo respeto por las mujeres que optan por ello. Es una de las conquistas de la batalla feminista que eclosionó en Mayo del 68. Otros opinan que Ayuso se ha resituado en el límite con Vox, casi simbióticamente: por eso dispone de mayoría absoluta el PP en la Asamblea de Madrid.

Lo que me preocupa de verdad es que si Feijóo se da un batacazo en las próximas elecciones generales Ayuso entre en las quinielas de “presidenciables” y, por tanto, en las quinielas para liderar el partido. Me produce cierto temor porque no me gustan las estridencias en política, vengan de donde vengan (el ministro Óscar Puente deslizando que Carlos Mazón 'retozó' en el Ventorro; superando los límites del mal gusto, de lo soez).

Llovía sobre mojado. El alcalde de Madrid, el también popular José Luis Martínez-Almeida, se sumó días atrás a una iniciativa de Vox para que en las oficinas correspondientes de los servicios sociales se informara a las mujeres de los traumas posteriores al aborto. Tuvo que rectificar de inmediato en medio de una indignación generalizada, incluida la de su propio partido. Esto, y lo de Ayuso, pasa por entrometerse en los recovecos más íntimos de la conciencia humano: y eso que se dicen ambos liberales; menudo alivio (de pandereta). Almeida cometió un error venial; se le ve bonachón, y rectificó al poco. La otra no: sabe perfectamente de las estrategias de agitación y de ataque.

A lo que íbamos, se ha generado una controversia inflada cuando no existía nada al respecto. Y un sector de la izquierda reclamando que, como ha hecho Macron en Francia, se incluya el aborto como derecho constitucional. No sé si es el momento. El caso es entrar al trapo.

El presidente del Gobierno Pedro Sánchez anunció en 2024 que 2025 iba a ser algo así como el “Año Franco” para que nadie se olvide de los estragos de la dictadura nacional/católica, aprovechando el 50 aniversario de su muerte. Al final no se ha realizado, que yo sepa, ningún acto relevante. Agua de borrajas y cortina de humo. La dictadura hay que explicarla en escuelas e institutos para que la chavalería aprenda uno de los periodos más negros de la historia reciente de España.  El PSOE falló en el cálculo del “Año Franco” y eso que nombró a una comisaria, Carmina Gustrán,  para la celebración de “Cincuenta años de libertad”, con un sueldo de 65.000 euros.

El planteamiento era, es, además falaz. España no recobró la libertad en 1975, con Arias Navarro de presidente del Gobierno. Pasaron años hasta que se oxigenó el ambiente y se purgaron militares fascistoides y policías/pistoleros: eso lo inició con prudencia Adolfo Suárez y lo ejecutó con decisión el PSOE tras el triunfo electoral de Felipe González en 1982. De cortinas de humo, hablábamos.  Y de debates estériles. Y de Sánchez echándose piedras en su propio tejado.

La Generalitat y los ayuntamientos han enviado esta vez con  mil horas de antelación el “es-alert” por la intensa gota fría de estos días que ha afectado al litoral de la Comunidad Valenciana y a la Región de Murcia. Han avisado hasta desde los centros de salud, Conselleria de Sanidad, de que se abstuvieran de acudir los pacientes salvo que fuera una urgencia mayor. También los bancos. Muy bien. Las cosas se han hecho como hay que hacerlas.

Esto nos lleva a un interrogante tremendo: ¿Qué se hizo en la Dana de octubre de 2024 que dejó casi 300 muertos en los pueblos del área metropolitana de València? Nada. Caos absoluto. Descoordinación absoluta. Chapuzas inexplicables: retirar a los bomberos del barranco del Poyo a eso de las 15.00 horas bajo el pretexto de que Aemet alertaba de que el riesgo máximo estaba en el río Magro, presa de Forata.  Un desaguisado absoluto del que tiene que dar cuenta Carlos Mazón en tanto en cuanto la Generalitat gestionó la catástrofe en vez de pedir al Gobierno, al Estado,  la declaración de emergencia nacional. A pesar de los avisos naranja, en vez de enviar el “es-alert” el día anterior, se mandaron pasadas las 20 horas del día de autos, cuando los cadáveres ya flotaban por las calles. Muy tremendo. Por lo menos se ha tomado nota.