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socialmente inquieto

Una ciudad manejable

Del protagonista de este escrito se han dicho muchas cosas buenas (y alguna regular), pero ninguna mala, por la admiración que genera cuando sabes su bagaje personal. Fue una persona digna de admiración, con un intelecto extraordinario y una fuerza de voluntad fuera de lo común.

Nada hacía pensar ese futuro excelente cuando se escapaba de la escuela porque se aburría. Se iba al campo o a la playa a disfrutar de la naturaleza y de quienes como él se fugaban las clases. Los colores de tierra adentro, del mar, de la luz inmaculada de Alicante, le servirían de mucho en ese momento y, sobre todo, años atrás, como reconoció después de su adversidad. A los 17 años se quedó ciego por una enfermedad degenerativa e incurable. En plena adolescencia, el mundo se nubló para él y para siempre. Pero esto no le impidió tirar para adelante y emprender una carrera - nunca mejor dicho - espectacular. Ahora se la cuento.

Decía de sí mismo, con cierta ironía, que "vine a dar con mis huesos en este mundo (el 13 de diciembre de 1880) el día de Santa Lucía, defensora de los ojos. …. y a mí me tocó la bola, pues mi padre también se había quedado completamente ciego cuando yo sólo contaba cinco años de edad. A pesar de ello profeso gratitud sincera a la santa porque, tal vez, sin su ayuda no hubiera gozado yo de luz y de colores".

Se empeñó en estudiar leyes, aún en contra de opiniones diferentes, y quizá por eso, según cuenta en una breve autobiografía que le pidió que escribiera Remedios de Selva y Torre. Pero antes fundó, dirigió y publicó el periódico local llamado El Íbero (1898), afición de articulista que ya no perdería en toda su vida. Con la ayuda de Matilde, su hermana menor, que le leía los libros y él los memorizaba, se licenció en Derecho en la Universidad de Valencia ante el asombro de sus detractores así como, también, de sus admiradores que ya empezaba a tenerlos. No era para menos me dirán ustedes, y aciertan. Después Francisco Figueras Pacheco - que así se llama el invitado de hoy de esta crónica - hizo en Madrid su Doctorado (19 de noviembre de 1906).

De regreso a Alicante, fue nombrado Cronista de la ciudad al fallecer Viravens (24 julio 1908), cargo que ostentó hasta su muerte. Se convirtió en una cara amable, emprendedora e inquieta de la vida social alicantina. En enero de 1909 pronunció un discurso en el Teatro Principal de Alicante como mantenedor de los Juegos Florales de ese año, en presencia del rey Alfonso XIII, "al cual - escribió - tuve el honor de conocer". Es una época de premios y de reconocimientos y de dedicarse a lo que más le gustaba: la historia y la arqueología de Alicante, así como a escribir. Redactó un extenso libro sobre la Geografía de la Provincia de Alicante (1912) en el que se detallan las características de cada pueblo. Escribió ensayos de temas diversos, e incluso una ópera titulada Ismail de Granada a la que Oscar Esplá, afamado compositor alicantino, escribió su partitura.

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