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Mazón, el ungido, ¿también para el viejo PSPV?

A nadie escapa que el retorno de Carlos Mazón a la primera línea de la política ha generado cambios importantes para la política provincial de Alicante y, por extensión, de la Comunitat Valenciana. Su nombre venía sonando desde hacía tiempo: al principio se le vinculó con Ciudadanos -dicen que la formación naranja pensó en él- y desde que Pablo Casado ganara las primarias, primero, y el congreso nacional del PP, después, su amigo, Teodoro García-Egea le fue buscando un hueco en una lista municipal para que siempre tuviera la opción, si se daba el caso, y el resultado, de volver a la Diputación de Alicante. Y en esa operación, como hemos repetido en infinidad de ocasiones, tuvo un papel muy importante el actual alcalde, Luis Barcala, quien lo puso de número dos en su candidatura para que García-Egea viera cumplido su objetivo, mientras el resto de candidatos ciscaristas de la comarca de L'Alacantí se hacían los suecos. 

Ese interín, entre que entró en la lista local de Alicante, y las elecciones municipales del 29 de mayo, también sabemos lo que pasó. El titular de la plaza, César Sánchez, temoroso de una derrota en el Palacio Provincial y ante el oprobio de quedar cuatro años instalado como concejal de un municipio de la Toscana alicantina, y líder de la oposición, prefirió el encargo engañoso de encabezar la lista del Congreso por Alicante para tener siempre un asiento caliente al que agarrarse a la espera de mejores tiempos en la sede de Génova, donde él, con el marianismo reinante, y Cospedal ejerciente, siempre se movió con cierta holgura. Sánchez había cumplido con creces su objetivo, pese a haber abandonado durante cuatro años la herencia que se le encomendó: prefirió repetir mil veces la palabra Països Catalans ante el espejo, que le decía que era el más guapo de la Avenida de la Estación, como le encomendaron, a la espera de que siempre habría un futuro mejor en el cap i casal si Isabel Bonig se daba el castañazo (se lo dio el PP, no el centro derecha). La lugar teniente de la lideresa se coscó de la operación, y le repitió varias veces que no se podía alternar presidencia provincial y escaño en la Villa y Corte.

Cuando Sánchez se dio cuenta, Mazón, sentado en la alforja de Alicante, ya estaba en la puerta esperando su turno. Meses antes, al indolente edil de Calp, el propio Barcala ya le había impedido tal honor -la encuesta de Alicante ciudad no daba para dispendios de concejales, y menos perder uno para la diputación-. Los resultados del 29M salvaron el honor del PPCV: en Valencia y Castellón apenas había poder municipal; en Alicante se recuperaba alguna plaza y se daba vía libre a la operación Mazón: podía ser presidente de la Diputación de Alicante. Císcar, que a última hora había ido a rescatar a su antiguo delfín, también tuvo que dejar paso. Génova, pese a sus decepcionantes 67 diputados en Madrid, se veía triunfante. Bonig, también. Una amenaza menos (de momento), la de Sánchez. De momento.

El 19 de julio se produjo la primera entronización. García-Egea hizo de padrino; Ximo Puig se sumó a la solemnidad de la ceremonia: ni en los mejores sueños del bipartidismo la operación podía haber salido mejor. Ciudadanos no había ofrecido resistencia, más bien docilidad; el establishment empresarial ya tenía lo que quería, un interlocutor a pie de obra, y no perdido en campos de vergeles practicando el pat. Doctor Rico, también: líderes necesitados en Alicante. Puig para contener ese temeroso fenómeno que no existe en lo sociológico (en todo caso, en lo ideológico), que es el alicantón; Mazón para asentar la plaza e intentar dar el salto -como dicen muchos mentideros- a responsabilidades mayores dentro de la autonomía. La cuadratura del círculo perfecta. De nuevo.

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