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La abrupta salida del cerebro de Ribera Salud

Vivalto Santé, máximo accionista de la empresa valenciana, despide de forma fulminante a Alberto de Rosa, que la puso en marcha en 1998, y a la CEO, Elisa Tarazona

  • Alberto de Rosa.
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VALÈNCIA. Si hubiera que explicar con un símil médico el cese fulminante de Alberto de Rosa (València, 1962) en el grupo Ribera Salud, diríamos que Vivalto Santé, accionista mayoritario del hoy denominado Grupo Ribera, ha extirpado el cerebro a la empresa valenciana. Sin anestesia.

Ribera Salud nació en 1998 con De Rosa, creció, se desarrolló, se transfomó y se multiplicó con De Rosa y es difícil aventurar su futuro sin el artífice de lo que ha sido y es el grupo hospitalario valenciano. De lo que no cabe duda es de que no será lo mismo, entre otras razones porque la diferente visión estratégica del accionista galo y del hasta ahora presidente es el principal motivo de la salida de este último y, junto a él, la de la CEO de la compañía, Elisa Tarazona.

El abrupto final de De Rosa en Ribera no puede extrañar a nadie -ni a él mismo- que conozca a este ejecutivo apasionado, peleón, que no ha dudado en enfrentarse a quien pudiera perjudicar a su criatura, por mucho poder que tuviera, y ha acabado enfrentándose al dueño, que como es habitual tiene todas las de ganar.

Procedente del sector hospitalario privado con experiencia en el Grupo Nisa y el Grupo Quirón, De Rosa fue contratado en 1998 para hacerse cargo del Hospital de La Ribera, planificado en Alzira, un experimento del Gobierno de Eduardo Zaplana -ideado por su conseller de Sanidad, Joaquín Farnós-para poner en marcha un hospital público de gestión privada. Un modelo de concesión administrativa bautizado como modelo Alzira. que se replicó con los años en otras cuatro áreas de salud valencianas: La Marina, Elx-Vinalopó, Manises y Torrevieja. 

El contrato había sido adjudicado a una UTE formada por Adeslas, Ribera Salud (sociedad instrumental de Bancaja y la CAM), Dragados y Lubasa, que se aventuraron en el proyecto más por hacer un favor a Zaplana -y cobrárselo después- que por creer en modelo. Así que quien tomó el timón fue Alberto de Rosa, que sí creía en el modelo Alzira, del que hoy en día se siente muy orgulloso. El primer contrato, circunscrito al hospital, no funcionó, por lo que el Consell, ya con José Luis Olivas al frente, salió al rescate de la UTE en 2002, recuperó la concesión y sacó a conscurso toda el área sanitaria con la dotación suficiente para que el negocio funcionara.

Con De Rosa como director general a partir de 2007, Ribera Salud dejó de ser un mero socio financiero -aunque seguía participado por las cajas de ahorro-, para convertirse poco a poco en un grupo hospitalario. Se presentó a otros concursos y obtuvo la concesión de los hospitales de Dénia -en minoría, con DKV-, Torrevieja y Elx-Vinalopó -con otros socios-, así como el de Torrejón de Ardoz (Madrid), ya que el Gobierno de Esperanza Aguirre puso en marcha un modelo similar.

  • Alberto de Rosa. -

Tras el estallido de la crisis en 2008, desaparecieron las cajas de ahorro y los nuevos accionistas de Ribera Salud pasaron a ser Banco Sabadell y Bankia, este último con posición vendedora por exigencias de Bruselas. Alberto de Rosa, consejero delegado desde 2013, se puso a buscar socios y encontró a la multinacional norteamericana Centene Corporation, que compró el 50% que tenía Bankia en 2014, un 40% del Sabadell en 2019 y el 10% restante en 2022. Un socio que quería crecer e invertir y que estaba a miles de kilómetros de distancia, lo que permitía a De Rosa avanzar en su sueño de un gran grupo hospitalario valenciano.

Las cosas se torcieron para la empresa en mayo de 2015 cuando la izquierda ganó las elecciones en la Comunitat Valenciana y Ximo Puig puso de consellera de Sanidad a Carmen Montón, quien aterrizó con el propósito declarado de acabar con el modelo Alzira, sin importarle los resultados tanto económicos como asistenciales que estaba teniendo en todos los hospitales y que según la propia Generalitat eran buenos excepto en Dénia.

De Rosa utilizó toda su artillería legal, mediática y lobista contra Móntón pero la consellera no se quedó quieta, con una denuncia incluida contra De Rosa y su número dos, Pablo Gallart, por la que se abrió una investigacion penal que quedó en nada. La batalla la ganó Montón, que el 1 de abril de 2018, dos meses antes de ser llamada por Pedro Sánchez a una efímera etapa como ministra de Sanidad, logró revertir el área sanitaria de La Ribera a la gestión pública.

Vislumbrando un negro futuro para el resto de concesiones valencianas, que se confirmó a medida que vencían las concesiones, De Rosa decidió mantener la apuesta por la colaboración público-privada allí donde los gobiernos fueran favorables a ella, tanto en España como en el extranjero, y al mismo tiempo comprar hospitales privados y clínicas, o bien hacerse cargo de la gestión de centros sin adquirir la propiedad. Su objetivo, formar ese grupo hospitalario valenciano con el que soñaba, que ya contaba desde hacía años con empresas de servicios como la tecnológica Futurs o la central de compras.

Todo ello, con la confianza de Centene Corporation, que en octubre de 2020, tras la dura prueba de la pandemia, lo nombró director ejecutivo europeo, encargándole la expansión de los proyectos de la compañía en Europa. Pero entonces, las cosas se volvieron a torcer. A finales de 2021 el presidente de Centene, Michael Neidorff, cayó enfermo -falleció pocos meses después- y el feeling con la nueva dirección no fue el mismo. Centene decidió poco después replegarse en Estados Unidos.

Este cambio de estrategia obligó a De Rosa a buscar un nuevo accionista, y encontró a Vivalto Santé, grupo francés que adquirió la mayoría de Ribera en julio de 2022 junto a cuatro directivos valencianos que son accionistas minoritarios con un 25%: Alberto de Rosa, Elisa Tarazona, Pablo Gallart y Santiago Delgado. El grupo Ribera, con De Rosa como presidente y Tarazona como CEO, continuó creciendo con la compra y la gestión de hospitales. La última antes de estallar la bomba de este jueves fue la adjudicación de una novedosa modalidad de colaboración público-privada en Aragón en la que Ribera provee de médicos a las consultas públicas de la Sanidad aragonesa.

  • Alberto de Rosa. -

Pero todo se volvió a torcer para De Rosa, esta vez de forma definitiva. La diferente visión estratégica de la compañía parece estar en el origen de la ruptura. Si al apasionado De Rosa no le gustaba el futuro que Vivalto Santé tenía pensado para el Grupo Ribera, no se lo iba a callar, y menos si la idea era que su criatura perdiera peso dentro del grupo hospitalario francés limitando su actividad a España. Ahí chocó también con quien fue su mano derecha, Pablo Gallart, que ha sido nombrado nuevo CEO provisional de la compañía.

La reciente publicación en El Español de un amago de estafa de 800.000 euros a Ribera -la llamada estafa del CEO- en la que casi habría caído Gallart puede estar relacionada con el súbito desenlace, que se produce una semana antes de la firma de la prórroga de la concesión del Hospital Elx-Vinalopó, el único del modelo Alzira, además del de Madrid, que De Rosa había conseguido salvar de la reversión.

A dos años de la edad de jubilación, el futuro de Alberto de Rosa como directivo con gran conocimiento y experiencia en el sector sanitario es una incógnita.

De momento, va a tener más tiempo para enredar, una de las aficiones que practica en sus ratos libres. Por ejemplo, propició la caída de Anil Murthy en el Valencia CF con una grabación que avergonzó al propio Peter Lim, lo que le reportó una gran popularidad entre la afición valencianista. También intrigó cuando estalló el caso del exmarido de Mónica Oltra, condenado por abusar de una menor a la que De Rosa dio luego trabajo en el Hospital de Torrevieja, y demandó a la propia Oltra por unas declaraciones en Les Corts en las que lo acusaba de instigar una "cacería" contra ella, demanda que retiró la víspera del juicio.

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