ELCHE. El próximo 30 de noviembre se cumplirán 23 años desde que la UNESCO declaró El Palmeral de Elche como Patrimonio de la Humanidad con un argumento central: se trata de un ejemplo único en Europa de transferencia cultural de los árabes, y más en concreto de la Península Arábiga. Un punto de encuentro entre civilizaciones, concepto tan de moda entonces y que ahora casi nadie usa (más aún tras los desastres de Rusia/Ucrania, guerra entre pueblos eslavos y de similar religión e idioma parecido; y la guerra de Gaza/Israel, poliédrica y envenenada). La UNESCO no premió el hecho de que en Elche hubiera cientos de miles de ejemplares sino la tecnología agraria de riego que posibilitó durante siglos y siglos el mantenimiento de los huertos....hasta hoy y de aquella manera. Tecnología que España exportó a la Baja California.
En 1986, la Generalitat, con Joan Lerma al frente, aprobó la primera ley autonómica de protección del palmeral, con buenas intenciones y con escaso grado de funcionalidad. La ley no evitó, por ejemplo, que se produjeran pelotazos en las permutas que promovieron sucesivas corporaciones compensando suelo urbanizable para viviendas por huertos de palmeras, y con información más o menos privilegiada de por medio. Alguien hizo el agosto, a cambio de presuntas y generosas donaciones al PSOE. Presuntas. O la expropiación del Hort de la Morera, por cuatro duros, propiedad de María Teresa Bañón, viuda de Ferrández Cruz, para construir el Centro de Congresos y pisos de alto nivel Tampoco evitó la progresiva degradación de la Acequia Mayor del Pantano, y la de Marchena, como impulsores básicos y esenciales del sistema de riego de los huertos. Hay tramos y subtramos que siguen en estado calamitoso. La Acequia de Marchena: ocho siglos de historia.