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El diésel, la punta del iceberg de un 'annus horribilis' para el motor

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MADRID. El año que está a punto de acabar se ha caracterizado por el continuo descenso en las ventas de vehículos propulsados por diésel, por tener sobre la mesa una posible fecha para el fin de los motores de combustión (2040) y por la entrada en vigor del nuevo sistema de medición de consumos y emisiones (WLTP).

El cambio de tendencia de la compra de vehículos diésel a mecánicas gasolina ha provocado que las ventas de coches propulsados por gasóleo acumulen cinco años consecutivos de descensos y estén a niveles de 1998.

Esta permuta tiene que ver con el debate generado en torno a los diferentes niveles de emisiones de contaminación de dióxido de carbono (CO2) y óxidos de nitrógeno (NOx), y con las discusiones sobre quién contamina más.

Un debate en el que han entrado ciudades como Madrid y Barcelona, que en febrero exigieron al Gobierno la implicación en el “problema de Estado” de la contaminación, con la aplicación de medidas como el fin de las ventajas fiscales a los vehículos diésel.

A mediados de año, tras el cambio de Ejecutivo, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, aseguró que el diésel tenía "los días contados", ya que "durará más, durará menos, pero sabemos que su impacto en partículas y el aire que respiramos es suficientemente importante para ir pensando en un proceso de salida".

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