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El Schalke no era tan malo

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VALENCIA. La proporción de sabios en materia balompédica que allí se da cita supera de largo al existente en las tribunas de cualquier otro recinto. Tampoco el entorno mediático es ajeno al fenómeno, más bien al contrario, existe mucho listillo que toca de oído y hasta algún que otro aprovechado que saca tajada sin escrúpulos, pero esa es otra historia.

Cuando el Valencia se cruzó con el Schalke 04 en los octavos de la Champions, casi nadie disimuló su satisfacción: un equipo conocido pero sin demasiado renombre que navegaba por la mitad de la Bundesliga, un rival asequible que no debía ser obstáculo para seguir adelante en el torneo.

Lo cierto es que los valencianistas fueron incapaces de vencer a los alemanes ni en la ida ni en la vuelta, aunque en ambos casos inauguraron el marcador. Con paciencia y tesón, combinadas con algunas dosis de fortuna, el Schalke se llevó la eliminatoria y sembró la desilusión entre las huestes de Unai Emery. Por supuesto, el entorno también acusó el golpe recibido y cargó las tintas, desairado por la decepción.

La conclusión era de lo más elemental, además contenía grandes dosis críticas: al Valencia lo ha eliminado un rival de tres al cuarto que no da la talla. La profecía no se quedaba ahí, los más osados se atrevieron a sentenciar al conjunto germano en la siguiente eliminatoria cuando se supo su rival, nada más y nada menos que el Inter de Milán, el vigente campeón.

La eliminatoria ha quedado sentenciada ya en el duelo de ida, pero a favor del conjunto de Gelsenkirchen. Su rotundo triunfo por 2-5 ha provocado tanto estupor en Milán como en Valencia. Los pronósticos han saltado por los aires, los opinantes con vocación de sentar cátedra han quedado en evidencia.

El resultado disipa cualquier duda en torno al potencial real de los alemanes, cuya trayectoria global en la competición continental se hacía acreedor a un mayor respeto. A tenor de lo visto, casi se puede celebrar la imagen ofrecida por los de Mestalla en ambos duelos. Lo cierto es que el Schalke no era tan malo como se pregonó a los cuatro vientos y las apariencias en el fútbol engañan tanto como en la vida. Sin duda, una lección para todos.

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