ALICANTE. Estar de moda es un precio carísimo. Lo que está de moda y lo que no nos corrompe cada día y a cada segundo. Y realmente, lo que está de moda cada vez viaja menos de la mano de prescriptores de tendencias. Hablo de esas modas rápidas, de las pasajeras, de las efímeras que se ven en fotos de Instagram tras un millón de seguidores en redes. El problema es cuando las cosas que subieron un día bajan al segundo. No es posible estar en el candelero toda la vida. No hay ser humano que lo pueda aguantar ni mente que lo resista. Cuando el teléfono deja de sonar durante mucho tiempo llegan todos los males y hay que estar preparado para ese momento.
Y es que, si la moda y la sociedad han ido de la mano a lo largo de la Historia, hoy, más que nunca, la sociedad en la que vivimos es esencial para entender la moda rápida. Es el resultado de la cultura de la inmediatez en la que estamos metidos. Las redes sociales, por su parte, también han contribuido en gran medida a afianzar este modelo, favoreciendo un consumismo desmedido. Así, la gente joven se niega a salir en sus cuentas de Instagram o TikTok, que actualizan varias veces al día, con la misma ropa. Necesitan nuevas prendas que mostrar y qué mejor que ropa barata para alimentar su imagen. Es el resultado de esos creadores de contenido que nunca repiten prendas en su cuenta. No es posible afrontar un sistema en el que por el mero hecho de ponerse una prenda para una foto personal ya no se puede usar nunca más.