Libros y cómic

Mito, símbolo, ciencia: Óscar Martínez despliega todo lo que cuentan las gemas del ser humano

En 'El jardín mineral', el escritor y divulgador hace un repaso por las historias que cuentan las piedras preciosas

  • Óscar Martínez
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VALÈNCIA. Brillan en las fotos y en los cuadros, llaman la atención desde los escaparates o prometen poner tu vida en orden como parte de un cosmos. Óscar Martínez pasa por el filtro de su voz divulgativa la historia de las gemas y las piedras preciosas en El jardín mineral (Siruela, 2025). “Hay libros enteros dedicados a una sola gema. El trabajo que he hecho durante los meses y años de investigación, documentación y, después, en el proceso de redacción, ha sido un trabajo de selección: de elegir qué es lo que yo creía que podía ser interesante de cada una de las gemas”, explica en conversación con este diario.

Como una perla formada por varias capas, cada capítulo, dedicado a algunos de los objetos naturales más fascinantes del mundo, desglosa los diferentes puntos de vista desde los cuales es posible conocerlas.

Primera capa: el mito

-Las gemas y piedras preciosas empiezan a tener un valor simbólico muy importante incluso en las mitologías primeras, muy alejadas de las dinámicas de valor económico a través de las cuáles las conocemos ahora.

-Como habrás notado, hablo muy poco del valor económico de las gemas. Lo doy un poco por supuesto. Lo que más me interesa es quizá lo intangible. El mito está ahí, como en el caso de la amatista, pero principalmente es en las gemas orgánicas donde el ser humano ideó más explicaciones míticas: el origen de las perlas, del ámbar, o del coral. Quizá porque esa materia orgánica de la que están hechas, esas sustancias, las hacía sentirse más cercanas.

Todo lo que tiene que ver con el mito me entusiasma. Soy una persona muy lógica, muy racional, amante de la ciencia y defensora del avance científico, pero la dimensión simbólica del mundo me interesa muchísimo. No tanto la religiosa, y por supuesto no la esotérica, que a nivel de las piedras no me interesa lo más mínimo, pero sí la simbólica. Creo que el símbolo enriquece la realidad, y el símbolo es hijo del mito.

En ese sentido, me he centrado mucho en ellas porque creo que es también una manera de atrapar al lector: contarle una historia. Al final, nos encantan las historias a los seres humanos. Y las gemas nos pueden contar historias. Los orígenes de las gemas son historias que pueden ser interesantes precisamente porque no son tan conocidas. Todos tenemos una especie de cultura mitológica general, pero estas historias concretas a menudo son derivadas de otros mitos más conocidos, y me parecía interesante descubrir esas narraciones.

Segunda capa: el valor

-En cuanto se desarrolla la idea de las gemas como símbolo de poder, las conocemos como gran figura de la ostentación de la burguesía de las diferentes épocas.

-La escasez de las gemas las ha convertido directamente en símbolo de riqueza absoluta. Además, históricamente eran muy útiles porque permitían transportar una enorme riqueza monetaria en un volumen muy pequeño, lo cual las hacía muy apetecibles para los poderosos.

Al final, el símbolo acaba por ser un lenguaje, y evidentemente los poderosos han usado ese lenguaje simbólico de la ostentación con metales preciosos —que aquí no aparecen, aunque quizá lo hagan en un futuro libro— y, sobre todo, con las gemas. Cada época ha tenido su gema favorita: la perla durante siglos fue la gema por excelencia; en los últimos siglos, aunque no tantos, el diamante ha ocupado ese lugar. Pero siempre han sido parte de ese mensaje y de esa manera con la que el poderoso se ha diferenciado de la plebe.

Y no solo las gemas han cumplido esa función. Estoy leyendo ahora mismo un libro que se llama Frutologías, de Federico Kukso. En él se menciona cómo algunas frutas a lo largo de la historia han tenido un papel de ostentación similar. Lo exclusivo, lo difícil de conseguir —en el vestido, en la moda, en la joyería, en las gemas, en todo— ha sido históricamente utilizado por el poderoso para diferenciarse. Al comprar la ropa, al elegir el móvil, al adquirir un coche... Son símbolos de estatus. 

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Tercera capa: la ciencia

-Obviamente, también el conocimiento del por qué de esa belleza misteriosa de las gemas ha pasado por el desarrollo científico. El coral es el caso que pones como paradigmático.

-La ciencia, lo que ha hecho, el conocimiento —y esto no quiero que quede como una crítica— es que al conocer demasiado el mundo, la realidad, la naturaleza, le quita magia. El conocimiento científico va en contra de lo mágico. Si entramos en el logos, dejamos atrás el mito. El ejemplo paradigmático puede ser el del coral, porque tardó siglos, milenios, en comprenderse su origen. 

Decenas de herbarios, incluyendo Dioscórides, que es el herbario más famoso de la antigüedad, se pensaba que era una planta. Se llamaba litodendrum, el “árbol de piedra”, porque se creía que era una especie de alga que al entrar en contacto con el aire se endurecía. De ahí su mito y su relación con la leyenda de Perseo y Medusa.

Sin embargo, cuando un científico francés del siglo XVIII descubrió el origen animal y zoológico del coral, su hallazgo fue prácticamente ignorado durante décadas. Estos cambios tan radicales en la comprensión del mundo son difíciles de aceptar, incluso por otros científicos.

Lo mismo ha ocurrido con otras gemas. La ciencia ha desmontado mitos como que la esmeralda de Miramamolín, que se creía que estaba en Roncesvalles y que procedía del corolario crudo de Navarra, fuera realmente de origen musulmán. En realidad, es una esmeralda colombiana, por lo tanto, no tiene nada que ver con la leyenda medieval. O que el rubí del Príncipe Negro no sea un rubí, sino una espinela. O que decenas de esmeraldas de los tesoros otomanos, persas, mogoles e indios que se creían de tiempos antiguos, incluso de Alejandro Magno, son en realidad colombianas.

Hoy en día, con métodos de análisis gemológico, prácticamente podemos conocer el origen de cada una de las gemas. Esto es interesantísimo para la historia y la arqueología. Pero a mí me interesa mezclarlo con esas otras dos capas.

¿Y en la actualidad?

-Vivimos un momento de mucho conocimiento y de ir sumando todas estas capas. ¿Qué tienen que contarnos las piedras preciosas y las gemas hoy en día?

-Para mí, las gemas son parte de la naturaleza, de la realidad que nos rodea; aunque sean un elemento muy pequeño, están densamente pobladas de significado. Y eso me parece interesantísimo. Además, creo que vivimos, como dices, en la época de la información. Pero hay que tener cuidado: la información no es conocimiento, y el conocimiento no es sabiduría. 

Vivimos en un momento en el que jamás hemos sabido tanto sobre el mundo, pero, al mismo tiempo, hay millones de personas que cuestionan ese conocimiento científico. Y aunque no me interesa particularmente esa visión esotérica, sí me interesa la dimensión simbólica. El ser humano es un animal que, a pesar de haber desarrollado herramientas y elementos científicos que nos han llevado hasta donde estamos, sigue muy ligado a esas narraciones y a ese pensamiento mágico. Hay gente que no ha salido de ese pensamiento mágico y sigue anclada en él. 

Creo que el avance del conocimiento debe ser científico, pero también humanístico. Hace falta una percepción más global del mundo que no sea solamente tecnocrática o tecnológica. Yo soy un gran defensor de la dualidad, de que las humanidades —y en ellas incluyo la simbología, la historia, la literatura— son necesarias para el conocimiento y para su avance.

Mi pequeño granito de arena sería ese: defender el arte, la poesía, la literatura, que también están presentes cuando analizamos estos pequeños universos en miniatura que son las gemas.

 

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