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VALÈNCIA A TOTA VIROLLA

Se apagó la Luz: el olvido definitivo de la plaza de edificios que imaginó GO.DB para València

  • Foto: KIKE TABERNER.

VALÈNCIA. Aparentemente la vida fluye en residencial Luz, un pasaje y complejo de edificios, un entorno retranqueado, un cinturón comercial, una plaza expuesta para la vida en común. Entre Jaume Roig, Álvaro de Bazán y las calles que abrazan una mole fundada en los setentas más insurgentes. Incluso una corporación ha abierto hace unos meses su nueva sede. En cambio, las fisuras, las heridas sin costra, se manifiestan a cada paso al punto de poder dudar -por un instante- si se trata de un recinto abandonado testimonio de una arquitectura que quiso ser. 

Los rótulos que enuncian las entradas multiflanco del Luz certifican la distorsión con una ‘L’ donde unos espontáneos encajaron una promesa de amor: ‘Reyes y Carlos’. En uno de los últimos bares abiertos, al coincidir la mirada el propietario ofrece: “¡se traspasa! ¿lo queréis?”. En la peluquería de la apertura un comentario habitual: “por aquí cada vez pasa menos gente”. Un agente inmobiliario a la vera de uno de los locales que trajina muestra el precio: “350, aunque lleva años vacíos desde que cerró la tienda de ropa de bebés”. Al bordear escapando el recinto de la Luz los precios aumentan exponencialmente tal que si estos muros conllevaran un hándicap comercial.

Las estatuas que debían representar la hacendosa tarea humana hoy son efigies en descomposición. Las escaleras de la plaza central parecen transportar al prójimo al territorio incierto. Las palmeras amordazan el entorno señalando las posibilidades fantásticas que una superficie de este tipo podría cobijar, una microciudad perdida.

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