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La luminosa fábula de vertedero de Wes Anderson

La fábula de animación 'Isle of Dogs' inaugura la Berlinale con un mensaje social, medioambiental y político

VALÈNCIA. Un grupo de perros alfa enfermos, montones apilados de basura, Japón. Pongamos que un director presenta estas tres ideas como punto de partida de una película. Así, sin desarrollar. Pocas puertas financieras se le abrirían. Pero no si eres Wes Anderson, uno de los directores más visionarios y personales del cine contemporáneo. El autor de Los Tenenbaums (2001) y Moonrise Kingdom (2012) pergeñó su novena película hace cuatro años. Antes de la llegada de Donald Trump al poder, antes de la proliferación de las fake news, antes del miedo globalizado al otro. En su fábula animal Isle of Dogs hay tantos guiños a las taras políticas del presente como homenajes al cine de Hayao Miyazaki y Akira Kurosawa.

La segunda película en stop-motion del estadounidense nos ubica en el archipiélago nipón dentro de 20 años. En la prefectura de la ciudad de Megasaki, la saturación canina ha alcanzado proporciones epidémicas y las autoridades propagan información falsa sobre un brote de virus perruno que amenaza con contagiarse a las personas. De modo que todos los chuchos, ya sean de raza o mestizos, son exiliados a una isla vertedero. 

“La inspiración la hallamos en una isla abandonada que hay en Japón, por la que puedes caminar en Google Earth. En este país, la tierra tiene un drama asociado. La volatilidad de su frente costero no tiene nada que ver con cualquier otra. El Golfo de México, por ejemplo, no te hace temer constantemente un tsunami”, compartía Wes Anderson con la prensa durante la presente Berlinale.

Isle of Dogs es la primera cinta de animación que inaugura el festival internacional de cine y es la cuarta ocasión en que el realizador compite por el Oso de Oro.

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