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José Antonio Sobrino: "El hombre es la nueva fuerza que altera al clima

  • Foto: KIKE TABERNER.

VALÈNCIA. La teledetección estudia, entre otras cosas, los cambios que sufre nuestro planeta. En esta rama está especializado José Antonio Sobrino (Orense, 1961), catedrático de Física de la Tierra de la Universitat de València, y recientemente galardonado con el prestigioso Premio Jaume I de Protección del Medio Ambiente 2019. Sus líneas de investigación tienen mucho que ver con nuestro entorno, el cual observa y analiza mediante el soporte de satélites y el tratamiento digital de las imágenes que estos suministran. La información que le llega es clara: el cambio climático ya está aquí.

En el Acuerdo de París, el primero vinculante a nivel mundial sobre el clima, 195 países acordaron mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2 grados; e, incluso, se comprometieron a limitar tal incremento a los 1,5. Sin embargo, un informe alertaba recientemente que solo un 20% de dichos países está en la senda de cumplir con lo firmado en la capital francesa. Como se suele decir, todavía falta camino.

“A veces, no sé si es positivo o negativo plantearse objetivos tan difíciles de conseguir, porque puede generar cierta desmoralización o decepción. Aun así, creo que, si hacemos los esfuerzos, estamos todavía a tiempo; pero hay que ponerse ya a ello”, recalca Sobrino que, ante la pregunta de cuándo podríamos llegar a los temidos 2 grados, señala que, “de seguir la tendencia actual (y es importante puntualizar esto siempre), se podrían alcanzar en la década de los 70”.

Con la Cumbre del Clima (COP25) recién claudicada en Madrid, hoy más que nunca millones de ojos se fijan en el porvenir de nuestro planeta. El evento internacional baja el telón; la sociedad, lo sube. La lucha contra el cambio climático no ha hecho más que comenzar.

-Eres físico de la Tierra especializado en teledetección, es decir, tus líneas de investigación se centran en el estudio de los cambios que sufre nuestro planeta. ¿Cuáles son los más significativos que ha experimentado durante los últimos años? 
-Trabajamos sobre todo aquello que está relacionado con el cambio en la cobertura terrestre. Por ejemplo, la dinámica terrestre; el cambio en la temperatura; el cambio en la longitud de la estación de crecimiento… El hecho de que tengamos más semanas de crecimiento entre la primera y el otoño; o el hecho de que haya zonas donde antes no se planteaban ciertos cultivos, como en Europa Central y los países nórdicos, y ahora sí. Y, por supuesto, el deshielo (y cómo está desapareciendo la capa de hielo en el ártico) o la deforestación. Todo lo que, en definitiva, afecta también a la vida de las personas.

De hecho, para el 2050, se espera que más del 70% de la población que vive en las ciudades sufra el efecto “isla de calor”: la temperatura que se sufre en nuestras latitudes, en las ciudades, en condiciones nocturnas, frente a la que tendría un habitante que viviera en una zona rural adyacente, puede llegar a tener unos diez grados de diferencia dependiendo de la ciudad, su densidad y los materiales que se usen. Eso puede llegar a afectar y, de hecho, ya causa muertes.

Foto: KIKE TABERNER.

Por otro lado, está el tema del estudio de las zonas afectadas por los incendios y, sobre todo, su restauración y recuperación. Estamos embarcados en un proyecto con Francia y Portugal (y otros equipos también de España; de Madrid y Galicia) para estudiar el grado de severidad una vez ocurre un incendio, tanto a nivel vegetación, como a nivel suelo. Esto último es interesante porque nuestro objetivo también es detectar aquellas zonas que presentan un alto grado de severidad para, en lo posible, tener actuaciones rápidas antes de que lleguen las lluvias posteriores y puedan arrastrar la capa de suelo superficial.

La novedad es que nosotros aportamos al proyecto la teledetección. Los equipos que trabajaban antes hacían visitas al campo y demás, pero no podían cubrir todas las zonas y era más difícil. Estamos intentando desarrollar una metodología para eso. 

-Entonces, en un futuro, tendremos más posibilidades de sufrir esas altas temperaturas en las ciudades que en el campo. 
-De hecho, los materiales que configuran la ciudad absorben el calor durante el día y lo liberan durante la noche. Pero todo esto se acentúa con el cambio climático: son episodios más frecuentes y más intensos, y afecta de forma clara a la salud de las personas, porque el habitante de la ciudad ya está sufriendo el incremento de temperatura que, en teoría, se piensa que podíamos alcanzar para el 2100 en el conjunto del planeta. Eso ya lo está sufriendo en su día a día. Todo el tema relacionado con la quema de combustibles fósiles, etc. hace que, en las ciudades, además, la calidad del aire deje bastante que desear. Es otro de los grandes problemas.

-Hace un par de días que terminó la Cumbre del Clima. ¿Nos estamos enfrentando como corresponde a un problema como el del cambio climático dada su extrema gravedad?
-A nivel científico, desde el año 79 ya se vienen advirtiendo los cambios en los parámetros, como el incremento del dióxido de carbono, que es el más alto en los últimos 800.000 años. Se puede leer en numerosos informes, y ya casi todo el mundo es consciente de ello. El problema es que seguimos incrementando en lugar de disminuir. Y este incremento de dióxido de carbono continuo muestra que no se está tomando ninguna medida para intentar reducir la dependencia con el carbono, el gas y el petróleo.

Si hablamos, en concreto, de la esperanza que me transmite el reciente COP25… veo ya fuera de foco los 1,5 grados, porque nos quedan cuatro décimas escasas y, al ritmo al que vamos, lo alcanzaremos probablemente en la década de los cuarenta. Deberíamos tener una reducción fuerte de las emisiones. Hay estudios de modelización que advierten de que un aumento de un grado puede suponer uno o dos metros en la subida del nivel del mar. Esto sería un problema muy importante porque afectaría a millones de personas y a ciudades que desaparecían.

Hay una línea, la de la ingeniería climática, que intenta poner barreras. Sin embargo, las barreras las puedes poner hasta que puedes. Llegará un momento en el que será imposible poder evitar esa subida.

Foto: KIKE TABERNER.

-National Geographic recogía en un reciente artículo que la mayoría de los países no han alcanzado los objetivos climáticos del Acuerdo de París. Incluso Estados Unidos, de la mano del gobierno de Trump, ha anunciado su retiro formal del tratado. ¿En qué se está fallando para que un objetivo tan aparentemente claro como este no se comparta ni se impulse como se debe a nivel internacional?
-Hemos reaccionado muy tarde. Como decía, desde el año 79 estamos alertados del problema y, aun así, realmente no se ha hecho nada salvo reuniones cuyos resultados no se perciben en los valores que se miden tanto en la temperatura como en la concentración de gases de efecto invernadero. Y los requisitos cada vez son mayores, algo que es tremendamente complicado.

Quizá habría que crear incentivos para las empresas, para que realmente se vieran motivadas a hacer una transformación. Ya existen vías de actuación interesantes, como el coche electrónico o las energías renovables; pero hay que impulsarlas todavía más, y también mejorar, sobre todo, la investigación en todas estas energías, así como el rendimiento de las energías que utilizamos en los aparatos, los electrodomésticos, los coches, etc. Y que cada uno de nosotros, si podemos, adquiramos bienes de equipo o electrodomésticos que consuman lo menos posible.

A este consumo hay que sumar el aumento de la población: hay más necesidades de consumir energía. Otro problema muy importante relacionado con el cambio climático es el relacionado con la sequía y la baja productividad agrícola. Si hablamos de aumento de la población y, al mismo tiempo, de un rendimiento que baja, esto implica de forma inevitable la emigración por causa del clima: refugiados climáticos. Todo eso genera una presión social, y podemos llegar a terrenos desconocidos, con graves consecuencias culturales y geopolíticas.  

-Si hay algo que tenemos claro es que la protección de nuestro medio ambiente choca frontalmente con el actual sistema capitalista. Cambiar el sistema económico actual, como sabemos, no es una premisa sencilla. ¿Qué podemos hacer como ciudadanía al respecto?
-Estaría bien reducir y ser más consciente de nuestra huella de carbono. De que tuviéramos alguna aplicación que nos permitiera saber fácilmente la huella que dejamos de la misma forma que existen app que estudian las calorías y lo que comes cada día. Eso podría motivarnos.

Al fin y al cabo, el problema del clima es un problema global, da igual por donde lo mires. Nos afecta por igual a todos los ciudadanos del planeta. Hay que involucrarse porque es un problema de todos.

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