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LA LIBRERÍA

Historia del silencio, libros de lo que no se quiere decir

No es lo mismo callar que guardar silencio: la solemnidad consciente de lo segundo no la tiene el gesto prudente o temeroso de lo primero. En esta época hipercomunicada, escandalosa y cacofónica hemos desterrado el silencio pero al mismo tiempo nos hemos convertido en expertos del callar: callamos nosotros y callamos a quien no nos conviene. Acallamos la disidencia, la exigencia y la reclamación mientras damos un megáfono social a la omnipresente queja ramplona. Con el índice de un mano sobre nuestros labios impedimos la protesta, con el índice de la otra señalamos al censor. Es todo muy confuso: el ruido lo cala todo, se filtra por cualquier resquicio y nos hace suspirar por el aislamiento en la oficina, ojalá unos auriculares capaces de eliminar la interferencia constante de los bramidos ajenos, las voces de la productividad desquiciada y neurótica que se desgañita hasta la arritmia pidiendo más, todavía más, se puede sufrir un poco más antes de parar para ir a comer. De momento no te alcanza para unos así si es que existen, así que mejor tapar el ruido con ruido, internet rebosa de listas de reproducción de música ambiente de lo más extravagante y apropiado: Cryo Chamber en concreto se ha especializado en música tenebrosa inspirada en ciudades góticas en ruinas, en monstruosidades primigenias, en peligrosos arcángeles olvidados, en el vacío espacial más opresivo y liberador o en sonidos de naturalezas inquietantes. Si uno sube lo suficiente el volumen de unos cascos de treinta euros casi puede llegar a olvidar que al otro lado del plástico se libra una guerra de banalidades ricas en decibelios.

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