VALÈNCIA. “Mira ese edificio. Míralo”, dice El Doctor (Peter Capaldi) a su nueva compañera, Bill Potts (Pearl Mackie), mientras contemplan la Ciudad de las Artes y las Ciencias convertida en un escenario futurista durante el segundo episodio de la recién estrenada décima temporada de Doctor Who. “¿Sabes lo que me gusta de la humanidad? El optimismo. ¿Sabes de qué está hecho este edificio? De puro, elevado optimismo”.
Imposible no reaccionar a este diálogo con una risa inconsciente. La mente del espectador valenciano, que conoce el origen y el proceso de construcción del famoso conjunto arquitectónico en tiempos de euforia, Fórmula 1 y demás burbujas, interpreta mejor que nadie el afilado homenaje.
“¡Sonríe!” es el título del episodio. El Doctor y su compañera viajan al futuro, a una de las primeras colonias de la Tierra. El conjunto arquitectónico se encuentra rodeado de un inmenso campo de trigo y un cachito de mar. Ha sido retocado en postproducción para no ser exactamente igual al real, porque, ojo, no estamos en Valencia sino en cualquier lugar ficticio del universo. Unos robots llamados Vardys, que hablan emoji, habitan la colonia. Fueron programados para hacer la vida más agradable a los humanos, pero en un momento dado se les cruzaron los cables e interpretaron que debían erradicar cualquier atisbo de tristeza. Desde entonces se dedican a eliminar a cualquier infeliz. Y claro, ya no queda prácticamente nadie.
“¿No me digas que hemos cruzado medio universo y que todo el mundo se ha ido?”, se pregunta Bill al ver el mastodonte vacío. “Tengo un impulso verdaderamente infantil de hacerlo volar por los aires”, afirma El Doctor al entender el motivo de la falta de población. La maquinaria de los dobles sentidos vuelve a ponerse en funcionamiento. El Doctor manifiesta su furia contra el edificio, y, como ya imaginó la banda valenciana Los Radiadores en su videoclip No me achantaré, quiere verlo arder. Su existencia no ha provocado más que enormes calamidades.
El final del episodio, por el contrario, conmueve. El Doctor recuerda la fábula del pescador y la pescadilla mágica. Un día, un pescador pescó una pescadilla mágica. La pescadilla le ofreció al pescador tres deseos a cambio de su vida. El pescador dijo, “me gustaría que mi hijo volviera a casa de la guerra y con 100 monedas de oro”. El hijo del pescador volvió de la guerra en un ataúd y el rey envió 100 monedas de oro en reconocimiento de su heroica muerte. Al pescador solo le quedaba ya un deseo. Tras el desastre provocado por los dos primeros, el tercero fue no haber hecho los dos primeros deseos. “De alguna manera apretó el botón de reinicio”, dice El Doctor.