CASTELLÓ. Juan Carlos Usó (Nules, 1959) es autor de libros capitales en la historia de la droga de nuestro país como son Spanish trip (La aventura psiquedélica en España) o Drogas, neutralidad y presión mediática. Más de 30 años lleva el historiador investigando sobre el tema. Pero si hay algo por lo que han aupado sus tesis es porque Usó va más allá de lo que tradicionalmente se ha contado. Sus ensayos no giran alrededor de 'barcos o aviones', giran alrededor de la "criminalización pública" que se puso en marcha en el siglo XX sobre el consumo de drogas. Así lo defiende el historiador que achaca a la prensa del momento parte de este linchamiento.
En marzo de 1918 España se incorporó a la lista de países prohibicionistas que intentaban resolver el problema de las 'drogas' (que entonces eran medicamentos) castigando su consumo. El castellonense analizó en su último libro esa época, pero ahora acerca un poco más la lupa para aproximarse a cómo fueron aquellos años en la Comunitat Valenciana. Charlamos con el autor sobre Arroz, horchata y cocaína. La incorporación de las drogas en la cultura popular valenciana (1914-1939), un libro con el que además dice cerrar etapa.
-Parece que la historia que nos han contado sobre las drogas ha ido cobrando diferentes formas con el tiempo. En la sinopsis de tu libro ya dejas claro que el consumo de las drogas en la Comunitat Valenciana no empezó en la Ruta Destroy, aunque muchas personas todavía lo vinculen a ese momento. ¿Por qué hay quienes mantienen que fue así?
-Porque la memoria colectiva de lo contemporáneo es muy frágil. Por eso existimos los historiadores, para tirar del hilo y decir, "cuidado esto viene de antes". En mi caso, cuando hablo de drogas ubico tres etapas. La primera de libertad farmacológica, cuando todas las drogas que conocemos (heroína, opio, hachís...) existían y se vendían libremente en las farmacias. Tendemos a pensar que hay una cosa que son las medicinas, que son buenas y se venden en las farmacias porque las controlan los médicos y los farmacéuticos, y otra cosa son las drogas que se venden en la calle, las controlan la policía y la distribuyen los delincuentes, pero esta separación antes no existía, todo eran medicamentos. La segunda etapa comienza en 1918 y es la del control o restricción: aquí el gobierno intenta prohibir el consumo lúdico de ciertas medicinas que son las que luego llamaremos droga. Lo hacen mediante exigencia de receta médica obligatoria. Esa etapa se extiende hasta 1932 y a partir del 32 ya podemos hablar de una fase plenamente prohibicionista: prohíben la heroína, ya no se puede comprar ni siquiera con receta. Tampoco elaborar, almacenar ni nada. Y esto ha seguido hasta ahora. La última vez que se intentó regular el cannabis, hubo un portavoz del PSOE que dijo: "El cannabis es droga, y la droga es droga".
-Antes de pasar a hablar del caso valenciano, ¿por qué crees que siempre se termina vinculando el consumo de drogas a la fiesta y las salas de música?
-Es algo que ha ocurrido siempre. En este libro hablo de la campaña que hizo Las Provincias en 1921. Hubo una serie de noticias que decían lo siguiente: "Cómo se envenena a la juventud valenciana. La cocaína y la morfina en los cabarets y music-halls". Igual que en los 80 se vinculaba la droga a las discotecas, entonces era al tango y al jazz. Siempre se hace así, se vincula el consumo a determinada música que nos suena rara o que molesta a determinados sectores, porque detrás de la represión y de la prohibición de la droga hay un motor estrictamente moral. No se rasgan las vestiduras por el consumo terapéutico, sino por el consumo al margen de lo establecido por la ley, el extra terapéutico, el que consumen los considerados como socialmente indecentes. Siempre se termina vinculando la droga a la prostitución, la homosexualidad, al sexo no convencional. Con todo, si te lees los artículos que hicieron los medios, ves que no van en contra la droga, sino contra los antros, quieren cerrarlos.