Alicante va e irá como cagalló per sèquia mientras busque una identidad basada en el enfrentamiento, que empequeñece a quien lo ejerce y más aún a quien lo asume
ALICANTE. Estaremos de acuerdo al menos en que no son lo mismo realidad y realismo. Como no lo son comunidad y comunismo, laicidad y laicismo, barbaridad y barbarismo, nacionalidad y nacionalismo, alicantinidad y alicantinismo o valencianidad y valencianismo, que es de lo que quiero escribir.
No son lo mismo, porque el sufijo idad (y sus formas edad o bilidad) tiene un carácter de cualidad estática de la que no podemos hacer abstracción, en la medida en que las cosas son como son (aunque los átomos no paran de dar vueltas, lo que relativiza toda quietud). Al menos a corto plazo, no puedo resistirme a aceptar mi animalidad, mi alicantinidad, mi valencianidad, mi españolidad, mi europeidad ni mi occidentalidad… y todo ello no tiene por qué provocarme más emociones que las que yo me monte. De hecho, estoy a gusto con todas esas identidades, digamos, inevitables.
Por el contrario, el sufijo ismo no se queda quieto y denota movimiento, dinamismo, tendencia o actitud. Y además, admite bien su ligazón con el prefijo anti (cosa que con las idades tiene peor encaje). En cuanto a capacidad para emocionar, los ismos (con y sin anti) ganan por goleada a las idades.
Es este un pequeño barullo semántico que viene muy bien a quienes, conscientes del peso de lo emocional, utilizan unas y otros para ajustarlos a sus intereses políticos, económicos o religiosos, manipulando sentimientos, combinando prefijos y sufijos con precisión matemática asesorada (pero pagada por todos), planteando ecuaciones llenas de falacias que dan como resultado algún beneficio a sus predicadores y bastante perjuicio a sus consumidores.
¿Ejemplos? Uno me basta: alicantinismo y valencianismo son perfectamente compatibles, pero a la derecha le viene mejor cantar que hay que estar loco para tener esos dos amores a la vez (gracias, Machín). Corre por la mitad de la provincia de Alicante la idea de que para ser alicantino (idad) hay que ser antivalencianista (anti e ismo).
Los socialistas -partido en el que milito- somos internacionalistas y no nacionalistas, como demuestra nuestro himno, pero eso no nos excluye, sino al contrario, de luchar por Alicante y por la comunidad valenciana a la vez, por el simple hecho de que son lo mismo.
Alicante va e irá como cagalló per sèquia mientras busque una identidad basada en el enfrentamiento, que empequeñece a quien lo ejerce y más aún a quien lo asume. Dejémonos de eso y aceptemos, respetemos y mimemos un valor que ha hecho grande a civilizaciones enteras y que es tan inevitable como frágil: nuestra hermosa diversidad, que no tiene nada que ver con el divisionismo.