El pasado martes, Uepal reunión a los alcaldes de Elche y Alicante, Carlos González, y Luis Barcala, respectivamente, y los responsables de las principales infraestructuras, directora del aeropuerto, Laura Navarro, y director del Puerto, Carlos Eleno, y a los empresarios más representativos de ambas ciudades. El objetivo era noble, y necesario, y a si fue verbalizado por el presidente de la asociación convocante, Juan José Sellés, que vino a decir que con un acuerdo de mínimos el efecto sería multiplicador para ambas ciudades. Pero para saber lo poco efectivo que fue y han sido hasta ahora los encuentros entre las dos grandes urbes del sur de la Comunitat hay que echar la vista atrás y ver porque esa unión temporal de intereses que podría ser Alicante y Elche no acaba de funcionar en lo institucional. Por que en lo económico sí que existe, pero lo que pasa es que no tiene aliados.
Lo primero que habría que preguntarse porqué no fueron invitadas la Generalitat y la representación del Gobierno central. A la primera, según me dicen, no le constaba invitación, pese a encontrarse Ximo Puig a escasos tres kilómetros de donde se celebraba el evento. Del Estado poco sabemos, pero de haberlos invitados estoy seguro de que hubieran expuesto bondades, promesas y muchos proyectos, pero sin remediar en lo poco que avanzamos.
Pero vayamos a grano. ¿Por qué no funciona la alianza institucional entre Alicante y Elche? Las razones son varias, y creo que todas ya comentadas, pero no está de más recordarlas. En primer lugar, a los dos grandes partidos, PP y PSPV, nunca se han preocupado de ello, ni siquiera cuando gobernaban ambas ciudades y otras administraciones, como la Generalitat o la Diputación.
En segundo lugar, al empresariado de Alicante de ciudad nunca le ha interesado Elche como mercado: su campo de acción han sido los servicios y las promociones urbanísticas y, por tanto, primero había que cuidar la Playa de San Juan y la fachada marítima, que es su mercado, que ponerse en cuestiones de Elche. Lo mismo podríamos decir de Elche, cuyo mercado además está todavía más lejos, en el resto de España y del mundo. Además, con un añadido, al empresario de Elche nunca se ha preocupado de hacer patria en los foros de decisión de la sociedad civil. Solo hay que recordar el poco peso que ha tenido en organismos como AVE, o la representación en Ineca, muy desigual. Así que las relaciones que existen entre ambas ciudades ni han tenido el interés de los políticos ni de los principales empresarios, más allá de lo que pueda generar el sector servicios y el turístico con la captación de visitantes en ambas ciudades.
Sólo en los últimos años hemos visto como el empresariado ha reaccionado. A nivel provincial, con la regeneración surgida tras la muerte de Coepa o la irrupción de Cedelco, pero mientras poco movimiento ha existido. En este caso, sólo la sociedad civil, y sobre todo, la de Elche -y en concreto el colectivo Elche Piensa-, es la que se ha movido para generar una especie de campo de acción entre ambas ciudades en la que se equilibrarán las inversiones supramunicipales. Al principio, también apareció la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas, hoy aletargada.
En el caso de Elche, el objetivo no era otro que Alicante como capital no acaparara todas las inversiones de la Diputación en ese hipotético campo de acción y que además la Generalitat apostara por algún que otro proyecto estratégico. El fin último, generar contrapesos entre ambas ciudades. Y de ahí surgió la idea primera del Auditorio de Elche, que más tarde se convirtió en centro de congresos en la ciudad ilicitana, pero que a día de hoy sólo hay un proyecto, y es en Alicante porque el PP ha visto la hucha llena de la Diputación, y la ha aprovechado.
En Elche, mientras, sigue el debate, y el miércoles se llegó a un acuerdo de mínimos entre las tres partes -ayuntamiento, diputación y la UMH- para no hacer el ridículo entre los tres. El consistorio de Elche por empecinarse por una ubicación; la UMH por presentar un proyecto cuyas primeras opciones eran inviables, y la institución provincial por no dejar con el culo al aire a los empresarios que habían apostado por ese estudio, y además acabar de perder el compromiso que en su día lanzó César Sánchez, hoy diputado raso.
A día de hoy esto es lo que hay. ¿Qué sería necesario? El máximo responsable de Uepal habló de unas estructuras administrativas. No dijo más. Quiero entender que sería una especie de consorcio supramunicipal, como ya existe en las áreas metropolitanas, en la que las principales instituciones tienen representación, marcan unos objetivos y piden a esas mismas administraciones socias que inviertan y hagan posible esos objetivos. Pero resulta que los que tienen el dinero -Generalitat y Gobierno central- no estaban ese día, el martes. Y para eso, además, hace falta una estrategia, decidida.
Posiblemente, esa solución del consorcio sea la buena: vendría a generar el área funcional tan reclamada por los colectivos ciudadanos. Y sólo con que se generara un reto tan básico como modernizar el tren cercanías que une Alicante con Murcia -que solo citó el alcalde de Elche, todo sea dicho- y que tuviera parada en el aeropuerto (y por extensión IFA), y fuera eléctrico, no contaminante, y con más frecuencias, pues la mayoría de las problemas no es que estuvieran resueltos, sino que ayudaría mucho. No sólo a Elche, Alicante, sino a todas las conexiones con el litoral norte y al área metropolitana de la capital. Entonces, sí que un nodo activo.
De existir eso, se podría fijar una estrategia -que diera servicio a ambas ciudades. Por ejemplo, que fijara un gran centro de congresos en el entorno de IFA con capacidad para más de 4.000 personas, como piden otros empresarios; un recinto de grandes conciertos; mejoraría el éxito de las ferias que se celebran allí y con suerte pues se incentivaría a la iniciativa privada, con la implantación de nuevos hoteles. No hay que olvidar que muy cerca de ese nudo está todo lo demás: el Distrito, la EUIPO, el parque empresarial de Elche; el polígono del Espartal (con Amazon y la colmena de Mercadona), Torrellano y su ciudad de servicios, etc
Con todo los respetos, lo que queda por hacer ya no depende de los empresarios. Los empresarios pueden hacer fuerza. Depende de los políticos, y que de verdad tengan la determinación de creen en ese proyecto que se llama Alicante-Elche, por encima de los intereses de cada uno. Y que se pongan de acuerdo. Sólo hay que ver como se las ve y las desea, por ejemplo, el conseller de Infraestructuras, Arcadi España, que anuncia inversiones y nuevas líneas en la capital para que Adif se ponga las pilas en la estación intermodal. Así está el patio, y además son del mismo partido, Gobierno autonómico y central son del mismo signo político. ¿Qué quieren que les diga? Uepal hubiera puesto en un aprieto a la Generalitat de haberle exigido, ese mismo día, ante todos los citados, la conexión del Tram también hasta Elche, pero tampoco.
Durante estos años, además de faltar dinero y de tener que levantar la reputación del territorio, tampoco ha habido ni determinación política ni interés por ninguno de los dos actores. Es más, hasta hace no pocos años, se jugaba a dividir y poner titular hirientes (y diferentes, dependiendo de la edición) para una de las dos partes. La pandemia y la tecnología han roto esas barreras. ¿Es el momento? El momento es siempre, y posiblemente más ahora, pero para ello, hacen falta liderazgos fuertes que rompan esos telones de acero que tienen presa a una ciudad, Elche, con complejos de inferioridad, y otra, Alicante, con la oficialidad de ser la capital y en la que todo parece llegar más fácil (aunque no siempre). Unos deben creérselo; otros ceder. Pero sin liderazgos, sin dinero, y sin influencia, malo. Estamos igual, tan lejos, y tan cerca.