El ciclo de poesía viva Rimbomba reúne en el Teatre El Musical a la micropoetisa ajo con el músico Mastretta, quienes el viernes 28 de octubre improvisarán sobre el escenario una historia entre micropoemas que no se ha visto sometida a ningún ensayo
VALÈNCIA. “Esta conversación se construye al igual que lo hacen mis espectáculos”, esa es la premisa que da Ajo antes de comenzar a ser entrevistada. Sus palabras van fluyendo yéndose por las ramas a lo largo de una entrevista tan entretenida como complicaba, en la que la improvisación se lo lleva todo y no valen las preguntas muy preparadas. La micropoetisa Ajo, junto a su acompañante, el músico Nacho Mastretta, conforma un espectáculo único e irrepetible en el Teatre El Musical el 28 de octubre. Su show, tal y como ella explica, nunca se ha visto sometido a un solo ensayo, tan solo a conversaciones informales con su acompañante: “Llevamos muchos años de amistad y hemos trabajado mucho juntos, realmente él ya me intuye y yo a él, así es como funciona esto”, explica. ¿Y algún tipo de preparación? Tan solo “cuando van a comer” o en los momentos que comparten en el coche de camino al siguiente show, así tras cientos de ellos.
Ajo ni siquiera sabe cuantos espectáculos ha hecho a lo largo de su vida, ni mucho menos cuantas entrevistas le han dedicado. No tiene un portfolio porque no lo necesita, pero si que insiste en el que le llamen Ajo, y que se dejen de tonterías con otro nombre y los apellidos. La micropoetisa considera que todo lo que no pierde en “ensayos” y el tiempo que no emplea en hacer una recopliación de sus cosas lo gana de vida, y que eso a su vez le permite trabajar mucho mejor encima del escenario: “Tener ensayos me saca de onda, subir al escenario y hacer lo que hago me resulta mucho más sencillo”, cuenta la autora. No por ello hay que caer en la trampa de pensar que sin ensayos ni guiones no hay errores, porque si que lo hay, para ella equivocarse es “un camino más, y uno bastante transitado”. Para ello siempre cuenta con la complicidad en el escenario de la persona que le acompañe, en este caso músicos. Ha podido juntarse en el escenario, además de con Mastretta, con Tsukiko Amakawa, Julieta Venegas y Judit Farrés entre otros, con los que ha girado por todo el mundo.
Lo curioso está cuando Ajo se junta con un músico nuevo, alguien que no esté tan familiarizado con la idea de los textos y las improvisaciones, y con quien tal vez cabe orquestar un mínimo de la obra: “Cuando me toca trabajar con diferentes músicos mi estrategia es comer con esa persona y agarrar ahí la complicidad [ríe] cada uno es diferente en ese aspecto. Por ejemplo, a Julieta Venegas casi le da un infarto cuando le dije que lo íbamos a improvisar todo, le dije “no me metas en movidas”, es muy buena amiga y con el paso del tiempo lo entendió”. Curiosamente Ajo también estuvo en un grupo de música, Mil dolores pequeños, ahí no aguantaba más de 20 minutos ensayando: “La prueba de sonido es para que suene, y punto. Hay gente que se pone a ensayar ahí, no lo soporto”. El haber estado en un grupo le permite de cierto modo prevenir el que vendrá, y narrar su relato con musicalidad, siempre adaptándose a la persona que le acompaña en el escenario, o más bien haciendo que esta se adapte a ella.
Ajo orquesta sus palabras con la música, y hace lo que le fluye, calcula un poco el tiempo que tiene para hacer todo ello y dispone sus micropoemas uno detrás de otro, según le apetece o le surge en el momento: “Muchas veces estoy con un micropoema, salto al otro y ya no me acuerdo ni por cuál había empezado. Todo va sobre la marcha, y eso siempre genera diferentes reacciones”. En esta situación, el estado de ánimo es un factor clave para comprender por donde irá el show: “Los públicos nunca saben como reaccionar, no saben si reírse, si llorar… a veces de verdad me pregunto que por qué reaccionan de cierta forma”.
-Respecto a lo que comentamos sobre las reacciones… ¿Qué es lo más peculiar que te ha pasado sobre el escenario?
-Una vez, en un bolo en Tarragona estaba llorando, muchísmo. Me tiré una hora llorando sobre el escenario, y la gente se reía. Yo estaba literalmente sonándome los mocos con la manga y el público partiéndose, se creían que estaba en un “personaje”.
-¿Por qué se ríe la gente en estas situaciones?
Un amigo mío dice esto de “te ríes por no atentar”. Yo hablo del amor, del desamor, de la soledad… a veces de cosas que no tienen maldita gracia, y a veces con eso hago reír a la gente. Muchas veces no es lo que pretendo, pero también me gusta. A mi lo que me gusta es que exista un espacio de reflexión, me gusta cuando la gente se para a reflexionar durante unos segundos y se ríe un poco más tarde.