MURCIA. Un ama de casa con poderes mágicos y un tipo metálico de color rojo, con una piedra preciosa en la frente, protagonizan lo que parece una sitcom antigua, al estilo de clásicos como I love Lucy (1951-1957) o Embrujada (Bewitched, 1964-1972). Esta sería su definición de Bruja Escarlata y Visión (o WandaVision, en su inspirado título original), acompañada de un “no entiendo nada”, si usted fuera una de esas personas, que las hay, que no han visto las películas de Marvel y no saben nada de lo que allí se ha contado. Si es el caso, no persevere en el visionado de la serie, seguirá sin entender nada. Si no es así y sabe de qué hablo, no se la pierda.
Bruja escarlata y Visión es, sin duda, para conocedores, aunque no sea completo, del llamado Universo Cinemático Marvel (MCU en sus siglas en inglés) que, a su vez, domina el Universo Cinematográfico y de Negocio de Hollywood y Todas las Pantallas del Mundo Mundial (UCNHTPMM). Ver la serie requiere haber visto, por lo menos, las cuatro entregas en las que se cuenta la historia de estos personajes, a saber: Vengadores: la era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, 2015), Capitán América: Civil War (Capitan América: Civil War, 2016), Vengadores: Infinity War (Avengers: Infinity War, 2018) y Vengadores: Endgame (Avengers: Endgame, 2019), la primera de ellas dirigida por Joss Whedon y las tres últimas por Anthony y Joe Russo. (De porqué en los títulos españoles se traducen unas partes sí y otras no y se crean esos batiburrillos imposibles sin criterio alguno no me pregunten, porque no tengo ni idea: La era de Ultrón pero Infinity War, Vengadores pero Endgame. Un sindiós).
Esta interdependencia tan estricta es una novedad en el mundo de las series Marvel, porque el resto de producciones televisivas de la factoría, como Jessica Jones, Daredevil, Legion e incluso Marvel: Agents of SHIELD, se pueden ver y disfrutar sin necesidad de haber visto las películas u otras series y, aunque de vez en cuando se haga referencia a algún acontecimiento o personaje del MCU no afecta sustancialmente a la continuidad narrativa, ni impide su comprensión. Y resulta paradójica esta circunstancia porque, junto con Legion, Bruja Escarlata
y Visión es la serie Marvel que mayor originalidad y libertad creativa presenta. Es una auténtica rareza, de hecho. O tal vez una extravagancia de una compañía que puede permitirse todos los caprichos. Pero, eso sí, una extravagancia encantadora y muy atractiva.
Estructurada en capítulos semanales de 30 minutos, cada uno de ellos es un homenaje a alguna sitcom histórica, en orden cronológico. Hemos citado ya I love Lucy y Embrujada, pero también tenemos La tribu de los Brady (The Brady Bunch, 1969-1974) o Padres forzosos (Full house, 1987-1995). De ahí que los primeros episodios sean en blanco y negro, con risas enlatadas y con un formato cuadrado propio de la televisión de los 50 y 60, para pasar luego al color y a un formato más horizontal. Pero la emulación no se queda solo en lo superficial: el ritmo, los decorados, la puesta en escena, la realización, los gags, los diálogos o el trabajo actoral recogen la esencia de esas series míticas, de forma que WandaVison ofrece una singular evolución de la sitcom familiar y, con ello, de la representación del mundo familiar de la clase media urbana en la televisión de Estados Unidos. Y es que la bruja y el androide quieren tener vidas como las de la gente “normal” y qué mejor sitio para cumplir ese deseo que la pequeña pantalla. Como ven, hay mucha miga aquí.
Sin desvelar la trama, solo diremos que esa dimensión formal y estética tan sorprendente es completamente coherente con lo que nos está contando, con lo que les ha sucedido a los personajes en las películas que enumerábamos antes y sus consecuencias. Tiene, además, una parte de juego muy satisfactoria para los espectadores y, deduzco, para los propios creadores, la autora y productora Jac Schaeffer y el director Matt Shakman. Los protagonistas, excelentes Elizabeth Olsen y Paul Bettany, acompañados de la gran Kathryn Hahn, dan la impresión de estar disfrutando enormemente, y en diversas entrevistas han explicado cómo se inspiraron en Mary Tyler Moore, Lucille Ball, Elizabeth Montgomery o Dick van Dyke, el actor y director que tuvo durante años su propia y muy exitosa serie, El show de Dick van Dyke (The Dick Van Dyke Show, 1961-1966).
Así que, durante gran parte del tiempo, tenemos a dos de los más poderosos superhéroes del universo Marvel haciendo comedia mientras intentan encajar en el mundo doméstico de la vivienda unifamiliar con garaje en una urbanización de clase media. Muchas lo estamos disfrutando, porque hay muchos motivos para hacerlo, pero este carácter tan singular ha provocado todo tipo de reacciones, no siempre buenas. En parte, el consumo semanal de la serie, si bien aumenta la expectación y la conversación, propicia estas respuestas, al no ofrecer el cuadro completo y tener que esperar para encajar las piezas.
Lo cierto es que, se mire por donde se mire, es una propuesta asombrosa e inesperada. Para una parte del fandom marvelita, compuesto en gran medida por ese tipo de espectador que si no ve mucho movimiento en la pantalla cree que no sucede nada, resulta desconcertante. No digo que no tenga cierta lógica, al fin y al cabo es lo que las películas Marvel le ha ofrecido en cantidades industriales y con gran eficiencia: horror vacui, ruido y furia. Ya pueden adivinar, pues, cuál es el malestar: esto no avanza, aquí no pasa nada, a ver cuándo arranca de verdad, dejaos de juegos y homenajes y que llegue la acción, esto no es Marvel, donde están mis explosiones, las batallas, las persecuciones, blablabla.
Son los impacientes, los que necesitan respuestas unívocas y firmes, devotos del causa-efecto, causa-efecto, causa-efecto; los incapaces de disfrutar del camino y de apreciar los detalles (salvo que se trate de una desviación del cómic o la mitología previos, que esos los pillan todos con gran indignación y alharaca). Si es usted de este sector impaciente, dos opciones: no la vea (aunque sería una pena, también le digo) o, y este es mi consejo sincero para esta serie y muchas otras, relájese, aparque las prisas y disfrute del viaje.