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DISEÑO PARA EL PENSAMIENTO 

Wabi sabi, o la belleza de lo usado frente a lo nuevo

Una madera decapada, una verja oxidada, un plato de cerámica picado o la desgastada funda de tu móvil. No son imperfecciones, sino lugares en los que encontrar belleza según una corriente estética japonesa

4/09/2017 - 

VALÈNCIA. A veces le tenemos un apego injustificado a materiales u objetos maltratados por el paso del tiempo. Una estima especial a unos barrotes oxidados que nos recuerdan a los parques de nuestra infancia, una taza preferida para el café de media mañana aunque esté picada y le falte un trozo de la base, el lápiz más usado o esa desgastada y ya descolorida funda del móvil. No es que seamos unos cutres (aunque a veces pueda serlo), y más allá del factor nostálgico los japoneses recurren al término wabi sabi para denominar la devoción por las cosas desgastadas e incluso rotas que denotan el paso del tiempo.

Wabi sabi es la huella, la marca que deja la vida a nuestro alrededor y configura así el aspecto de nuestros objetos cotidianos. Es la visión estética de la belleza de la imperfección, algo muy presente en la sociedad japonesa donde se mezcla y contrasta la modernidad con la vetustos y desgastados elementos naturales.

Arte y filosofía van de la mano en esta corriente nipona que mezcla los antiguos conceptos de naturaleza (wabi) y desgaste (sabi), y puede sintetizarse en que lo más simple, si nos paramos a apreciar su desgaste natural, puede encerrar la mayor belleza. Diversos autores se han aproximado al wabi sabi para trasladárnoslo. Andrew Juniper en su libro El arte de la impermanencia japonés (Ed. Oniro, 2004) afirma que “si un objeto o expresión puede provocar en nosotros una sensación de serena melancolía y anhelo espiritual, entonces dicho objeto puede considerarse wabi sabi”.

En occidente, sin embargo, y cada vez más, las cosas desgastadas por el uso tienden a acarrear connotaciones negativas. Hoy en día es complicado entender términos emocionales difíciles de trasladar, unos valores no tan compartidos por estos lares y que han llevado a corromper y prostituir la esencia del wabi sabi, forzando y fabricando el desgaste de manera artificial.

Algo que ocurre de forma natural en nuestro alrededor, nos hemos empeñado en convertirlo en tendencia desde hace un par de décadas, cuando la belleza de la imperfección se industrializa y comercializa, vendiendo los pantalones ya rasgados y la madera ya decapada. La ropa rota no pasa de moda, y la última tendencia cool en decoración es desde hace unos años el mueble desgastado. El buen diseño ha de ser honesto, y esta es una virtud en horas bajas, con efectos y texturas conseguidas con Photoshop o por una máquina.

El wabi sabi explica mucho del diseño japonés, de encontrar la armonía en los objetos simples, y en usar las cosas sin miedo a que estas dejen de estar impecables. De ahí los rituales o la artesanía como procesos tan autóctonos en Japón, y esa visión tan minimalista que tenemos de su arte y diseño.

Plato reparado con la técnica kintsugi.

Otra de las aplicaciones de la filosofía oriental al campo del diseño es el kintsugi, una técnica mediante la cual reparan desperfectos o roturas de piezas cerámicas rellenándolas con oro, enalteciendo así un daño, dándole importancia a la vez que aportando fortaleza y belleza. El kintsugi tiene resultados tanto estéticos como funcionales y evidencia el trasfondo cultural y patrimonial que puede llegar a tener el buen diseño.

Primer modelo de iPhone, fotografiado de esta guisa en el libro Designed by Apple in California (Apple, 2016).  

Pero desprendámonos de metales preciosos y volvamos al wabi sabi. Démosle una vuelta de tuerca e intentemos darle una mirada actualizada. Si bien el wabi sabi “auténtico” habla de la calidez de los objetos procedentes de la naturaleza, hoy en día podemos adaptar su significado a otro tipo de elementos cotidianos que nos rodean, como la tecnología de bolsillo y los teléfonos móviles como adalid del producto de consumo indispensable del nuevo siglo y de uso más que frecuente.

Si dejamos envejecer a nuestro teléfono móvil, y no somos víctimas de la obsolescencia programada o del hype por tener cada año un nuevo modelo, el paso del tiempo nos regalará esa belleza, no apta para todos, de la que nos habla el wabi sabi. Es también el caso de algunas fundas de piel para móviles o tablets, que conforme pasa el tiempo su propio uso les confiere una personalidad única. Vamos, que las fundas de materiales cálidos y naturales, viejunas molan más. ¿Será que los años nos hacen menos tiquismiquis?

La funda de mi móvil me gusta más ahora que cuando la estrené hace un par de años. Esa calidez se llama wabi sabi.

La arruga es bella

No veamos el desgaste como un defecto ya que lo natural es al fin y al cabo envejecer. Por eso tal vez aceptar defectos es símbolo de madurez, eslabón perdido del desarrollo personal, y de ahí que esta filosofía del wabi sabi conlleve un pensamiento y un enfoque tan zen.

Nada está acabado mientras envejece, mientras sigue ese ciclo que es la vida de un objeto a lo largo de la cual deja de ser nuevo y perfecto para moldearse según su entorno. Incluso los rasguños cuentan una historia, y en el diseño de un producto las muescas por el uso que se le da evidencian la vida, la utilidad de éste. Por eso wabi sabi es también honestidad, buen diseño, funcionalidad y naturalidad.

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